Una crisis propia: la política del trauma en el año electoral europeo

13 de julio de 2019 – Barcelona, Cataluña (España) – Un activista de los derechos humanos con una bandera de la UE ensangrentada se manifiesta en protesta por el sufrimiento de los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo
13 de julio de 2019 – Barcelona, España – Un activista de los DDHH con una bandera de la UE ensangrentada se manifiesta en protesta por el sufrimiento de los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo
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  • La política europea no se divide simplemente entre izquierda y derecha, ni entre las posturas a favor y en contra de la integración europea, sino entre diferentes “tribus de crisis” traumatizadas por acontecimientos clave.
  • En la última década, Europa ha sufrido crisis económicas, de seguridad, sanitarias, climáticas y migratorias que han dado lugar a una serie de identidades políticas a nivel nacional y transnacional.
  • Alemania es el único país cuyos ciudadanos seleccionan “inmigración” como el asunto que más les ha afectado. En Francia y Dinamarca, los ciudadanos deciden que la crisis más importante es la del cambio climático. Los italianos y los portugueses apuntan a la crisis económica mundial. Para España, Gran Bretaña y Rumanía, el principal problema es la pandemia de COVID-19. Para los estonios, los polacos y los daneses, la más trascendental de las crisis es la guerra en Ucrania.
  • Es poco probable que, en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, sean la COVID-19, la economía y Ucrania los temas movilizadores clave. Las crisis que copan los titulares son la climática y la migratoria, e influirán especialmente en el sentido del voto.

La Europa de las crisis

En vísperas de las elecciones al Parlamento Europeo de este año, los dirigentes políticos están intentando dilucidar qué asuntos definirán la siguiente fase de la política europea. La división entre izquierda y derecha ya no es tan útil como antes para predecir el comportamiento electoral, entre otros motivos porque, en numerosos países, los partidos de ambos lados del espectro político convergen en muchas cuestiones fundamentales, desde la inmigración al gasto social. También es probable que la división entre partidos proeuropeos y antieuropeos sea poco útil de cara a los pronósticos, a diferencia de las elecciones de 2019, cuando aún se estaba negociando el Brexit: la mayoría de los partidos de extrema derecha han renunciado a sus promesas de salir de la Unión Europea, mientras que ningún dirigente habla de una Europa federal. En un contexto de intranquilidad, cuando seis de cada diez ciudadanos opinan que sus respectivos países van en la dirección equivocada, la división preferida de los estrategas políticos —entre la esperanza y el miedo— se ha desequilibrado tanto hacia el lado del miedo que ya no sirve tanto como antes. ¿Cómo deberíamos, pues, pensar en el futuro de la política europea?

Para ayudar a responder a esta pregunta, el European Council on Foreign Relations encargó una encuesta en once países europeos: los países miembros de la UE Alemania, Francia, Polonia, Italia, España, Dinamarca, Rumanía, Portugal y Estonia y dos países europeos no pertenecientes a la UE: Gran Bretaña y Suiza. Se comparó el apoyo a los partidos con las posturas en distintos ámbitos en materia de políticas y respecto al desempeño de las instituciones comunitarias y los gobiernos nacionales. De ella extraemos la conclusión de que en el análisis político predominante falta conocimiento sobre los traumas existenciales contrapuestos que existen a nivel nacional y transnacional. Creemos que pueden arrojar luz sobre el futuro de la política del continente. (La encuesta formaba parte de un proyecto demoscópico mundial que también incluía a diez países no europeos, en los que se centró nuestro informe anterior.)

En los últimos quince años, Europa ha experimentado cinco grandes crisis. La crisis climática obligó a los europeos a concebir la posibilidad de un mundo en peligro. La crisis financiera mundial llevó a los europeos a dudar de que sus hijos fuesen a disfrutar de un nivel de vida mejor que el suyo. La crisis migratoria desató un pánico identitario centrado en los asuntos del multiculturalismo y el significado de los Estados nación. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto la vulnerabilidad de nuestros sistemas sanitarios en un mundo globalizado. Y la guerra de Ucrania hizo pedazos la ilusión de que nunca volvería haber un gran conflicto bélico en el continente europeo. Estas cinco crisis tienen varias cosas en común: se dejaron sentir en toda Europa, aunque con distintas intensidades; muchos europeos las experimentaron como una amenaza existencial; afectaron radicalmente a las políticas gubernamentales; y están lejos de haber acabado.

Ha surgido el término “policrisis” para transmitir la idea de que las cinco crisis se están produciendo más o menos a la vez; de que el impacto de su interacción acumulativa es más arrollador que su suma y que estas diferentes crisis no comparten una única causa ni una solución general. Es evidente que la crisis climática ha desencadenado la inmigración y que la COVID-19 y la guerra han alterado las políticas económicas de los gobiernos. Pero hay una característica de la policrisis de la que no se habla lo suficiente, y es que, para las diferentes sociedades y los distintos grupos sociales, hay una crisis que predomina sobre las demás. El presidente francés, Emmanuel Macron, lo ejemplificó bien cuando comparó a quienes se preocupan por el fin de mes (crisis económica) con quienes se preocupan por el fin del mundo (crisis climática). A esto nos referimos cuando decimos que todo el mundo quiere su propia crisis.

La encuesta nos habla de la política europea actual y las experiencias derivadas de estas crisis. Constata que, en varios temas de debate destacados, como el clima y la inmigración, los partidos políticos que normalmente se concentran en alguno de estos tipos de crisis se están diversificando ahora para atender otros motivos de trauma. En 2024, el gran año electoral europeo, esto tendrá profundas consecuencias para el destino del continente.

Las cinco tribus de crisis

¿Cuál de las cinco crisis ha sido la que más ha influido en los puntos de vista de los europeos sobre el futuro? ¿Y para qué ciudadanos europeos, exactamente?

La conclusión general de nuestra investigación es que no hay una crisis que predomine en el imaginario colectivo europeo. El cambio climático, la guerra de Ucrania, la COVID-19, la inmigración y la crisis económica mundial: cada uno de estos cinco problemas tiene su propio y numeroso “electorado”: personas que califican alguna de estas crisis como la más preocupante. Estos electorados se distribuyen de forma desigual entre las distintas generaciones y los diferentes países.

Puesto que los nueve países de la UE encuestados representan el 75 por ciento de la población de la EU-27 y están repartidos por todas las regiones geográficas del bloque, hemos extrapolado los resultados para calcular el tamaño que podrían tener los distintos electorados en las próximas elecciones al Parlamento Europeo. De los 372 millones de habitantes de la EU-27 en edad de votar, esto supondría alrededor de 74 millones de personas que nombran el clima; 74 millones, la COVID-19; y 71 millones, la crisis económica como su principal preocupación. Les siguen 58 millones de ciudadanos de la UE que están principalmente preocupados por la inmigración y 50 millones que se concentran en la invasión rusa de Ucrania. En torno a 47 millones de personas tienen dificultades para asociarse a alguna de las cinco crisis. Si estos grupos estuviesen representados en el Parlamento Europeo, su composición sería la siguiente.

Pensamos en estos cinco grupos como las diferentes “tribus de crisis” europeas. Al igual que todas las tribus, comparten un origen. Comparten formas de lenguaje y sensibilidades. Tienen tótems y líderes, y también fracturas internas.

La geografía de las tribus de crisis europeas

Las tribus de crisis no se circunscriben a un solo país, y se distribuyen de forma desigual por toda Europa.

Alemania es el único país donde la mayoría selecciona la inmigración como el problema más preocupante; las recientes llegadas de inmigrantes pueden haberles traído recuerdos de 2015, cuando el país acogió a un millón de personas, entre ellas sirios que huían de Bashar al Asad. Francia y Dinamarca son los únicos países de la UE cuyos ciudadanos consideran que la crisis más importante es el cambio climático. Los ciudadanos de Italia y Portugal apuntan a la crisis económica mundial de la última década y media: la sombra de la crisis del euro es alargada en estos países. Para los ciudadanos de España, Gran Bretaña y Rumanía, lo que más les ha afectado es la pandemia de COVID-19. A juicio de los estonios, los polacos y los daneses, la más trascendental de las crisis es la guerra en Ucrania.

Los europeos también difieren en su evaluación del desempeño de sus gobiernos a la hora de lidiar con las crisis. Por ejemplo, la tribu de la inmigración cree que sus gobiernos han hecho un trabajo muy deficiente en materia migratoria, mientras que la de Ucrania es más optimista respecto a cómo han gestionado la guerra sus dirigentes.

Si la tribu de la guerra necesitara una capital, sería probablemente Tallin, la capital del país con el mayor porcentaje de habitantes de esa tribu, aunque Polonia y Dinamarca también sitúan la guerra en lo alto de sus listas de crisis (en Dinamarca está empatada con el clima).

Y mientras que algunas crisis ocupan un lugar preponderante en los imaginarios nacionales, otras apenas aparecen. Por ejemplo, la preocupación de los estonios por la guerra de Ucrania y la economía supera a todas las demás. La inmigración es la principal causa de preocupación solo para unos pocos polacos, estonios, rumanos y portugueses, aunque sigan llegando refugiados de Ucrania. Los alemanes parecen impertérritos ante los problemas económicos. Y un número casi escandalosamente bajo de personas de Francia, Gran Bretaña, Italia y España nombran la guerra de Ucrania como la crisis que más ha afectado a su forma de ver el futuro.

La demografía de las tribus de crisis

Las crisis también dividen a los europeos en función de la edad, el sexo y el nivel educativo.

Como era de esperar, los jóvenes eligen la crisis climática por encima de otras: el 24 por ciento de los ciudadanos de entre 18 y 29 años están especialmente preocupados por ella. En Gran Bretaña, Francia, Alemania, Dinamarca y Suiza, los jóvenes tienden a priorizar las cuestiones climáticas sobre todo lo demás. Sin embargo, en otros países, los jóvenes se concentran más en problemas como la crisis económica (Estonia y Portugal), la guerra en Ucrania (Polonia) y la COVID-19 (España y Rumanía). En cambio, si tomamos en conjunto todos los países, los mayores de 70 años son los más movilizados por la guerra de Ucrania (27 por ciento) y están más concentrados en la inmigración que otras generaciones más jóvenes. La COVID-19 es la única crisis que, en toda Europa, no parece preocupar más a una generación que a otra.

Mientras que los jóvenes están preocupados por el futuro, cabe esperar que en la preocupación de las generaciones mayores respecto a Ucrania haya influido más su experiencia de la Guerra Fría. Las respuestas similares en relación con la pandemia pueden derivarse de la forma en que afectó a todos.

En algunos lugares, las mujeres eligen con más frecuencia que los hombres la COVID-19 como la crisis que más les afectó. Esto se evidencia en Gran Bretaña, Francia, España, Suiza y Rumanía. Los hombres, por su parte, tienden a concentrarse más que las mujeres en la inmigración en España, Francia, Gran Bretaña y Suiza.

En cuanto al nivel de estudios, las personas con estudios superiores de los once países europeos apuntan al cambio climático como su crisis más trascendental, ligeramente por delante de los problemas económicos. Por el contrario, las personas con menos estudios reglados son más propensas a sentirse afectadas por la inmigración. Este patrón se puede observar en Dinamarca, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Polonia.

Los partidos políticos y las tribus de crisis

Las crisis sometieron a las personas a experiencias cuyos efectos no se corresponden claramente con las divisiones entre izquierda y derecha, a favor o en contra de la inmigración o pro establishment y populistas. Lo que está presente en todas estas experiencias es un fuerte sentimiento de decepción debido a las deficiencias de los gobiernos en la gestión de las crisis y el temor de que esas crisis vuelvan.

Las dos crisis que dominan el debate en los medios y la política en vísperas de las elecciones son el clima y la inmigración. Y la lucha entre las dos tribus que siguen más de cerca estos asuntos se perfila como un enfrentamiento de dos “rebeliones de la extinción”. Mientras que los activistas climáticos temen la desaparición de la vida humana y otras formas de vida, los activistas contrarios a la inmigración temen que se desvanezcan sus naciones y su identidad cultural.

Los que consideran que la inmigración es la mayor crisis votarán muy probablemente a partidos de centroderecha o extrema derecha. Según nuestros datos, esto se traduce en una alta probabilidad de que en Alemania voten a AfD, y en Francia a Agrupación Nacional, el partido de Marine Le Pen, o a Reconquista, el de Éric Zemmour.

Lo contrario ocurre con el clima, ya que quienes lo consideran el problema más importante se decantan mayoritariamente por los partidos ecologistas u otros como el Partido Socialista en España o Coalición Cívica e Izquierda en Polonia.

Cabe suponer que una característica común de las tribus del clima y la inmigración es que son especialmente sensibles a la dimensión temporal de la política. Creen que, si no se toman medidas concretas hoy, será imposible aplicarlas mañana. Comparten la opinión de que vivimos en el tiempo de descuento.

Curiosamente, sin embargo, nuestras encuestas indican que estas dos tribus de crisis experimentan dinámicas muy diferentes una vez que el partido al que votan está en el poder. Cuando la tribu de la inmigración ve partidos de derechas en el poder, sus simpatizantes tienden a relajarse más sobre el asunto. En Italia, la inmigración ocupa un lugar sorprendentemente bajo entre las preocupaciones de muchos votantes: solo el 10 por ciento de la población del país y solo el 17 por ciento entre los partidarios de Hermanos de Italia la consideran su crisis más trascendental, a pesar de que estos últimos ganaron las elecciones con una fuerte campaña contra la inmigración. Parecida fue la situación en Polonia con Ley y Justicia, antes de que el partido perdiera las recientes elecciones generales. Esto recuerda a los cambios en la opinión pública de Gran Bretaña, donde la postura de los votantes respecto a la inmigración mejoró tras el referéndum del Brexit, a pesar de llegaban cada vez más personas.

La tribu climática se comporta al revés. Nuestras encuestas en Alemania determinan que la gente sigue preocupada por la crisis climática a pesar de que su gobierno tiene un sólido programa climático: no consideran que el problema esté resuelto. En resumen, los votantes pueden percibir la elección de un gobierno de extrema derecha como una reacción provocada por los temores sobre la inmigración —aunque en realidad cambie muy poco—, pero no consideran que la emergencia climática haya acabado tras elegir a los Verdes.

En lo que respecta a las demás crisis, las dinámicas son bastante distintas. Lo que une a la tribu de la economía no es una ideología de izquierdas o derechas, sino su postura contra el gobierno. No suele gustarle el gobierno que esté en el poder, sea este del color que sea. Por ejemplo, en Italia, el 31 por ciento de este grupo afirma que no prevé votar en las próximas elecciones europeas y otro 16 por ciento no tiene claro qué votará. En Francia, el 40 por ciento de este grupo no sabe qué partido refleja mejor sus ideas.

Esto podría explicarse por la ausencia de grandes diferencias entre las medidas de austeridad aprobadas tanto por los gobiernos de derechas como los de izquierdas en 2009 y 2010. En vez de reforzar la división entre izquierda y derecha, la crisis económica puede haber reducido su relevancia. En el transcurso de las diferentes crisis, los países con gobiernos de centroizquierda en funciones los sustituyeron por partidos de centroderecha, y viceversa. Así pues, la mayoría de los miembros de la tribu de la crisis económica representan, en cierto sentido, el clásico voto protesta.

Las tribus de la guerra y de la pandemia están mucho mejor avenidas con los gobiernos en funciones. Como demostró nuestro anterior informe, la pandemia ha debilitado a los partidos populistas de Europa, en vez de reforzarlos, al menos en el corto plazo. Sin embargo, las cosas podrían funcionar de otro modo si nos atenemos a las recientes elecciones en varios países miembros, como Países Bajos, Eslovaquia y algunas regiones alemanas. Estas han revelado la existencia de electorados contrarios a los confinamientos, las vacunas y la guerra surgidos en la época de la COVID-19 y desde la invasión rusa de Ucrania. Parece haber unas fuertes identidades políticas.

Un examen de la distribución de las tribus por partidos revela que algunas tienen una base política muy concentrada. Esto significa, por ejemplo, que la extrema derecha podría utilizar su credibilidad en materia migratoria para llegar a otros votantes centrándose en el clima, el coste de la vida y otros asuntos más generales. Lo mismo ocurre con el clima, donde los jóvenes están muy comprometidos y es probable que proporcionen una sólida base electoral si los partidos políticos pueden plantear las elecciones como un referéndum sobre el tema. Muchos de los demás partidos mayoritarios son partidos “escoba” en lo que respecta a las crisis, y se concentran en más de una o en diferentes combinaciones de ellas. Al carecer de un único electorado de crisis, podrían tener dificultades para suscitar el entusiasmo de sus partidarios a la hora de votar en las elecciones europeas, donde la participación ha sido históricamente baja.

Las tribus de crisis y el proyecto europeo

Jean Monnet dijo: “Europa se forjará en la crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para esas crisis”. Pero ¿qué sucede cuando la gente empieza a creer que ni su país ni la UE serán capaces de resolver las crisis?

Este es el telón de fondo de las próximas elecciones al Parlamento Europeo, donde puede que a muchos ciudadanos los mueva más la preocupación por la vuelta de crisis pasadas que la esperanza de un futuro mejor. En las últimas elecciones, la lucha central se libró entre los populistas que querían darle la espalda a la integración europea y los partidos mayoritarios que querían salvar el proyecto europeo del Brexit y Donald Trump. Sin embargo, las próximas tendrán más que ver con las proyecciones que con los proyectos. Será una contienda donde rivalizarán los temores al aumento de la temperatura, a la inmigración, a la inflación y a los conflictos militares.

Las cinco crisis son importantes de cara a las elecciones, pero todas tienen diferentes potenciales movilizadores. La crisis económica suele acabar desmoralizando a la gente, en vez de espolearla para acudir a las urnas. Nuestro análisis apunta a que los partidos del establishment que hagan campañas basadas en la economía podrían tener dificultades para obtener buenos resultados.

En los meses inmediatamente posteriores a la invasión rusa de Ucrania, la guerra acaparó la atención del continente como ningún otro asunto. Pero los ciudadanos no necesariamente la perciben como una crisis existencial a la que se enfrenta Europa en su conjunto; muchos podrían considerar que la guerra es una crisis existencial solo para Ucrania y algunos de sus vecinos colindantes. De hecho, la mayoría de los miembros de la tribu de la guerra piensan que la OTAN y la UE no están en guerra con Rusia. Puede que haya empezado a surgir un abismo entre las élites europeas, que siguen hablando de hacer lo que sea menester para ayudar a Kiev, y sus electores, más concentrados en otras crisis. Es probable que la guerra entre Israel y Hamás, que empezó cuando ya habíamos terminado nuestro trabajo de campo, afecte más a la política europea de algunos países que la guerra entre Rusia y Ucrania, pero no sería de extrañar que sus consecuencias beneficien, sobre todo, a la tribu de la inmigración, al perturbar la política nacional.

El clima y la inmigración parecen ser los factores que conformarán las elecciones de este año, como hace pensar el reciente resultado electoral en Países Bajos, que situó a un partido antiinmigración a la cabeza en las encuestas y, en segundo lugar, a la alianza de izquierdas proclima liderada por Frans Timmermans.  La tribu del clima es la que más a favor está de la UE. El carácter de esta crisis exige una amplia cooperación internacional, por lo que esta tribu podría considerar perfectamente que la UE es más capaz de llevar a cabo la acción climática que los Estados nacionales.

A diferencia de la tribu del clima, la tribu de la inmigración tiende a ser más euroescéptica. Es el único grupo donde una mayoría cree que el bloque se desintegrará en los próximos veinte años. Sus miembros son más propensos a votar a los partidos de derecha o extrema derecha. Son los que menos defienden las energías renovables (aunque una mayoría sigue estando a favor) y son los mayores partidarios de la energía nuclear y los combustibles fósiles. Muchos de ellos dicen que prefieren un dirigente que defienda la independencia de su país a uno que participe en la cooperación internacional.

Las elecciones de las proyecciones

En el periodo previo a las elecciones al Parlamento Europeo de 2019, muchos temían que los partidos populistas y antieuropeos capitalizaran el miedo de los votantes a la inmigración para obtener una minoría de bloqueo en la Eurocámara.  El exjefe de estrategia de la Casa Blanca Steve Bannon esperaba que pudiera ser el tercer triunfo de una internacional iliberal tras el Brexit y la victoria de Trump. Pero, al final, estos partidos populistas se quedaron cortos y hubo una sorprendente movilización de los votantes proeuropeos que querían salvar a la UE de la desintegración.

Los partidos mayoritarios quizá se hayan dado cuenta de que tendrán dificultades para convertir las próximas elecciones en un referéndum sobre el futuro del proyecto europeo. En consecuencia, están estudiando cada vez más las dos crisis más movilizadoras —la migratoria y la climática— y desarrollando estrategias que podrían dar la vuelta a los debates sobre las políticas europeas que solían caracterizar estas crisis. La emergencia climática ha solido ser la principal causa europea liberal, de lo cual son ejemplo las iniciativas impulsadas por la Comisión Europea, como las cero emisiones netas, el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono y el Objetivo 55. Sin embargo, el asunto del clima se está volviendo a “nacionalizar”, ya que la reacción contra la ecología se está convirtiendo en un potente grito de guerra para la derecha antiestablishment.

La inmigración era antes, por su parte, la principal causa nacionalista, pero las instituciones de la UE y los gobiernos proeuropeos están europeizando el asunto. El establishment de la UE se ha hecho cargo de ella con el intento de encontrar una solución europea compartida, sobre todo mediante la aprobación de una política común europea en materia de inmigración y asilo.

Las decisiones tomadas por los dirigentes europeos en los próximos meses sobre las demás crisis también conformarán el futuro de Europa. Los Estados miembros tendrán que responder a las preguntas sobre la adhesión de Ucrania a la UE, el apoyo al esfuerzo bélico, el presupuesto para el Pacto Verde Europeo y, de hecho, los detalles de una política común de asilo.

Cada una de las cinco crisis europeas tendrá muchas vidas, pero es en las urnas donde vivirán, morirán o resucitarán. Las elecciones europeas no serán solo una contienda entre la izquierda y la derecha —y entre los euroescépticos y los proeuropeos—, sino también una batalla por la supremacía entre las distintas tribus de crisis europeas. Muchos votantes se centrarán en evitar la vuelta de su crisis propia.

Metodología

Este informe se basa en una encuesta de opinión pública realizada a la población adulta (18 años o más) en septiembre y octubre de 2023 en 11 países europeos (Dinamarca, Estonia, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia, Polonia, Portugal, Rumanía, España y Suiza). El número total de encuestados fue de 15.081.

Las encuestas fueron realizadas por Datapraxis y YouGov en (1040; 26 de septiembre-5 de octubre), Gran Bretaña (2043; 26 de septiembre-2 de octubre), Italia (1530; 26 de septiembre-5 de octubre), Polonia (1069; 26 de septiembre-4 de octubre), Portugal (1050; 26 de septiembre-4 de octubre), Rumanía (1104; 26 de septiembre-3 de octubre), España (1014; 26 de septiembre-3 de octubre) y Suiza (1103; 26 de septiembre-3 de octubre); y por Datapraxis y Norstat en Estonia (1013; 26 de septiembre-9 de octubre).

En este policy brief, los resultados de “Europa” corresponden a los once países europeos ya citados, y los resultados de la “UE”, a los nueve países de la UE (es decir, todos menos Suiza y Gran Bretaña). Normalmente se utiliza una media simple de esos países, a menos que se indique lo contrario.

La segmentación en diferentes “tribus de crisis” se basa a las respuestas a la siguiente pregunta: “Durante la última década, ¿cuál de las siguientes cuestiones ha cambiado más su forma de ver el futuro?”, y se podía elegir entre las siguientes respuestas: a) el cambio climático, b) la inmigración, c) la pandemia de COVID-19, d) la invasión rusa de Ucrania, e) la crisis económica mundial, f) otras y g) no sé

En los países de la UE, se les pidió a los encuestados que valoraran la respuesta de la UE a estas crisis respondiendo a la siguiente pregunta: “¿Cree que, por lo general, la UE ha tenido un buen o mal desempeño en la gestión de cada una de las siguientes cuestiones?”, y se podía elegir entre las siguientes respuestas: a) cambio climático, b) inmigración, c) pandemia de COVID-19, d) invasión rusa de Ucrania y e) crisis económica mundial. En Suiza y Gran Bretaña, por su parte, los encuestados evaluaron el desempeño de su gobierno en estas cuestiones respondiendo a la siguiente pregunta: “¿Cree que el [gobierno suizo/británico], por lo general, ha tenido un buen mal desempeño en la gestión de las siguientes cuestiones?”

El número de ciudadanos con derecho a voto para las próximas elecciones al Parlamento Europeo (casi 372 millones) se ha calculado a partir de los últimos datos de International IDEA sobre la población en edad de votar en cada uno de los Estados miembros de la EU-27, ajustados por los últimos datos de población de Eurostat para los países que han rebajado la edad de votar para estas elecciones.

Sobre los autores

Ivan Krastev es presidente del Centre for Liberal Strategies de Sofía y fellow permanente del Instituto de Ciencias Humanas de Viena. Es autor de ¿Ya es mañana? Cómo la pandemia cambiará el mundo, entre muchas otras publicaciones.

Mark Leonard es cofundador y director del European Council on Foreign Relations. Es autor de The Age of Unpeace: How Connectivity Causes Conflict. También presenta World in 30 Minutes, el podcast semanal del ECFR.

Agradecimientos

Esta publicación no habría sido posible sin el extraordinario trabajo del equipo Unlock del ECFR, y en particular de Pawel Zerka, que hizo una excelente labor de análisis de datos para arrojar luz sobre las tendencias clave y ayudó a los autores a afinar sus argumentos. Adam Harrison fue un brillante corrector de varios borradores y ha mejorado enormemente la fluidez narrativa del texto. Andreas Bock se encargó de la difusión estratégica en los medios y Nastassia Zenovich de la visualización de los datos, mientras que Anand Sundar nos ayudó a avanzar con los sucesivos borradores. Los autores también quieren agradecerle a Paul Hilder y su equipo de Datapraxis su colaboración en el desarrollo y análisis de los sondeos europeos referidos en el informe. A pesar de las muchas y diversas aportaciones, cualquier error es responsabilidad de los autores.

El ECFR ha colaborado en este proyecto con la Fundación Calouste Gulbenkian, Think Tank Europa y el International Center for Defence and Security. 

Policy Brief traducido por Verónica Puertollano

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR solo representan las opiniones de sus autores individuales.