Estrategia, capacidades, tecnología: Un manifiesto para una nueva defensa europea

Para desarrollar un nuevo enfoque de defensa, los países europeos deben enterrar sus viejas disputas y aprender de las experiencias de los ucranianos en el campo de batalla

Jornada de «puertas abiertas» en Estrasburgo – Ceremonia de apertura

La guerra rusa contra Ucrania plantea un desafío, definitorio de una época, a las creencias que han conformado el enfoque de los europeos sobre la seguridad internacional desde 1991. En las cancillerías de toda Europa, los dirigentes políticos se enfrentan ahora a cuestiones críticas pero inevitables sobre la guerra de alta intensidad, la defensa y la disuasión.

Ha terminado la época en que los europeos podían seguir siendo vegetarianos en un mundo de carnívoros, por tomar prestada una analogía. Para aprender a comer carne, o al menos mantener al lobo a raya, tendrán que adaptarse de tres formas principales: ideando un nuevo enfoque estratégico para la defensa y la seguridad; adquiriendo las capacidades necesarias para la aplicación de ese enfoque estratégico; y manteniéndose a la vanguardia de las apuestas tecnológicas. Para estas tres labores, será fundamental la medida en que los europeos asimilen las lecciones de la sangrienta experiencia personal de los ucranianos en el campo de batalla; y lo capaces que sean de poner fin a décadas de litigios institucionales intraeuropeos.

En conjunto, estas tres partes constituyen un manifiesto para el cambio, cuya implementación puede proteger a los europeos, en especial frente a la agresión rusa. Alcanzar cada uno de los tres será a la vez sencillo y difícil: los objetivos son claros y están bien definidos, y potentes en cuanto a sus ventajas para la defensa europea, pero su materialización requiere que los europeos superen numerosos obstáculos que ralentizan su proceso desde hace tiempo. Esto exigirá una considerable inversión por parte de los países y dirigentes europeos. Los gobiernos tendrán que revisar a fondo su enfoque de la política de defensa y la planificación a nivel nacional y en conjunto con otros dentro de los marcos de la OTAN y la UE.

Deberán abordar cada parte de las siguientes maneras.

Estrategia

El conflicto en Ucrania ha enseñado a los gobiernos europeos lecciones estratégicas y operativas sobre la guerra del siglo XXI. Deben utilizar este conocimiento para adaptar sus ejércitos a este nuevo entorno, incluida una mayor participación en el reparto de responsabilidades transatlánticas.

Durante tres décadas, el manto protector de Estados Unidos, unido a un entorno geopolítico relativamente benigno en el continente —a pesar de los conflictos en los Balcanes— han blindado a los europeos ante las decisiones difíciles en materia de defensa. Rusia seguirá siendo un escollo para la seguridad en el largo plazo, con unas capacidades navales, aéreas, misiles, nucleares, cibernéticas y espaciales que no han disminuido, y cuya situación interna podría volverse peligrosamente inestable. Entretanto, Estados Unidos está cada vez más centrado en sus propios problemas internos y en su rivalidad estratégica con China.

Los países europeos se ven abocados ahora a reconstruir unos ejércitos fuertes, después de décadas de haber disfrutado de los “dividendos de la paz” en muchos de ellos, un periodo durante el cual los europeos vaciaron sus fuerzas armadas al suponer que la necesidad de la defensa colectiva era ya un riesgo remoto. Así fue incluso después de la anexión rusa de Crimea en 2014, cuando los gobiernos europeos empezaron a aumentar el gasto militar a regañadientes en respuesta a la presión de Estados Unidos, comprometiéndose a invertir un mínimo del 2 por ciento del PIB en defensa de la OTAN. Ahora, la invasión total de Ucrania hace que los europeos necesiten un marco de trabajo completamente nuevo.

Para acordar un nuevo marco, los europeos deben trascender las disputas internacionales absurdas, como las que existen entre la Unión Europea y la OTAN, así como los incapacitantes acuerdos entre los europeos comunitarios y no comunitarios, las subregiones y Estados miembros clave como Alemania y Polonia. También deberían mirar más allá de los documentos negociados tradicionales —el Concepto Estratégico de la OTAN y la Brújula Estratégica de la UE— para concentrarse en resultados concretos, superar los intereses industriales en conflicto y abordar algunas de las grandes dificultades que se plantean a la hora de reconfigurar el reparto de responsabilidades transatlánticas. En el nuevo mundo de la competición geopolítica y la cercanía de las amenazas a la seguridad, los europeos ya no pueden evitar estas decisiones estratégicas esenciales. Las decisiones serán difíciles y políticamente delicadas. Los países europeos tendrán que pensar colectivamente en los requisitos de la defensa en el siglo XXI, en vez de aplicar las recetas del siglo XX o esperar volver por arte de magia a la “normalidad” de siempre.

Capacidades

Los países europeos deben replantearse su modo de enfocar la planificación y las adquisiciones en materia de defensa. Tendrán que proveer los equipos necesarios en su debido plazo, y desarrollar las iniciativas existentes de la UE para aumentar la cooperación en defensa de los Estados miembros.

La ecuación es sencilla: sin capacidades, no hay defensa. Es fundamental acometer las prioridades de la inversión en defensa y adquirir las capacidades adecuadas. Para algunos países europeos, sus presupuestos para defensa son solo un medio para implementar sus políticas industriales y fomentar la creación de empleo, más que para desarrollar sus capacidades de defensa; para otros, es un mecanismo para asegurar un fuerte vínculo con Estados Unidos. La OTAN tiene procesos consolidados para la planificación en defensa, y la UE apoya cada vez más el traspaso de capacidades a través de su propia caja de herramientas, así como promueve la cooperación entre sus países miembros. Los países europeos necesitan ahora decisión y escalabilidad para hacer frente a las carencias militares y al déficit de capacidad. La UE y sus miembros deben cooperar con la OTAN para coordinar los procesos de inversión en defensa de modo que se puedan cubrir las carencias y deficiencias, dejar margen para el diálogo y las decisiones entre las principales actores implicados —incluidos los ministerios de Defensa, la OTAN, las instituciones de la UE y la industria de la defensa— y apoyar los esfuerzos europeos para traspaso eficiente de capacidades militares.

Tecnología

Los europeos necesitan poder mantener su ventaja tecnológica. Por tanto, deben adoptar plenamente la innovación y las nuevas tecnologías en materia de defensa.

Las imágenes de Ucrania nos traen dolorosos recuerdos de conflictos anteriores. Pero, a pesar de las trincheras, los campos de batalla de Bajmut no son como los de Passchendaele; los campos de batalla por Járkov o Jersón tienen poco en común con el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de las descargas de artillería y las batallas de tanques. Rusia, y más aún Ucrania, han hecho un amplio e innovador uso de la tecnología del siglo XXI, desde la ciberguerra y los sistemas espaciales a los vehículos aéreos no tripulados, la artillería moderna de largo alcance y herramientas para la selección de objetivos. Los europeos deberían extraer varias lecciones de esta experiencia. Una es que los ejércitos europeos han invertido demasiado poco en sus inventarios, en términos de tamaño y tecnología. En 2020, el gasto de Estados Unidos en nueva investigación y desarrollo para la defensa fue siete veces mayor que el de todos los países miembros de la UE juntos. Si los europeos quieren mantenerse en la primera división de la defensa, es fundamental que las contratistas de defensa, tanto las tradicionales como las innovadoras, sigan invirtiendo en tecnología. Los diferentes actores —la OTAN, la Comisión Europea, la Agencia Europea de Defensa, el Servicio Europeo de Acción Exterior, las contratistas de defensa y los gobiernos nacionales— coinciden en que la innovación en defensa es fundamental. Sin embargo, tienen opiniones distintas respecto a qué tecnologías destinar la inversión y cómo utilizarlas. Peor aún, persisten las luchas institucionales —entre la UE y la OTAN y entre los gobiernos nacionales y las organizaciones internacionales— para determinar quién debe controlar la dirección y la asignación de los fondos para esta innovación. Nada de esto es nuevo, pero la creciente rivalidad geopolítica hace cada vez más vital que los gobiernos europeos identifiquen y traten de obtener colectivamente las tecnologías correctas y las proporcionen en su debido tiempo. Además, puesto que la innovación no es solo tecnológica, sino que también atañe a las personas, las doctrinas y los procesos, los países europeos deberían aprender de las innovadoras formas de combate que se han podido ver en el campo de batalla ucraniano. Para ello, deberían recabar el asesoramiento experto de los centros de doctrina e innovación de los ejércitos nacionales; los cuadros de mando de la OTAN pertinentes, como el Mando Aliado de Transformación; los organismos de la UE que apoyan la innovación; los sectores industriales y académicos; y la comunidad de think tanks.

En esta nueva era, la seguridad compartida debe convertirse en la prioridad a la hora de planificar la defensa de Europa. Los países europeos deben ser más ágiles y eficientes al acometer sus necesidades de defensa. Necesitan resolver las viejas disputas y rivalidades institucionales para concentrarse en abordar sus carencias en capacidades para innovar y responder de forma integral y a tiempo a los problemas que plantea el nuevo entorno de la seguridad. Si no lo hacen, serán las circunstancias las que dicten sus decisiones.

Traducción del inglés realizada por Verónica Puertollano.

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