El laberinto del Magreb: la armonización de las políticas europeas para el Norte de África

El canciller alemán, Olaf Scholz, da la bienvenida al presidente francés, Emmanuel Macron, en la cumbre de inversión del Pacto con África del G20, en la Cancillería de Berlín (Alemania), el 20 de noviembre de 2023
El canciller alemán, Olaf Scholz, da la bienvenida al presidente francés, Emmanuel Macron, en la cumbre de inversión del Pacto con África del G20, en la Cancillería de Berlín, 20 de noviembre de 2023
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  • Las políticas para el Magreb de los cuatro Estados miembros de la UE más influyentes divergen entre sí, ya que están conformadas por la política nacional de cada país y su interacción con la evolución de los acontecimientos en la región.
  • Italia está impulsando una estrategia de compromiso previo con Túnez y creando lazos con Argelia en materia energética, mientras que España se ha inclinado decididamente hacia Marruecos.
  • Las relaciones de Francia con los países del Magreb son complicadas, debido a los antecedentes históricos y las expectativas regionales, y Alemania está dando un paso atrás al desvanecerse las esperanzas de una reforma democrática.
  • Con estas divisiones se corre el riesgo de permitir que los dirigentes del Magreb marquen la agenda de las relaciones con Europa y frustren con ello los intereses europeos a más largo plazo respecto al fomento de la estabilidad, la reforma y la gobernanza eficaz.
  • Una mejor estrategia europea sería aprovechar las sólidas relaciones bilaterales como puntos de entrada para aplicar una política más coordinada, basada en los ámbitos donde convergen los intereses de la UE.

Introducción

Los países del Magreb central —Argelia, Marruecos y Túnez— son unos socios cada vez más difíciles para Europa. En los últimos años, sus dirigentes han mostrado una mayor determinación a la hora de tratar de fijar las condiciones de sus relaciones con la Unión Europea y sus países miembros, sirviéndose tanto de los puntos fuertes como de las debilidades de sus países para lograr concesiones. Han convertido los activos energéticos, la amenaza migratoria e incluso el riesgo de colapso económico en herramientas para conseguir objetivos diplomáticos, desviar las críticas internacionales y obtener el apoyo financiero sin condiciones gravosas. En lugar de permanecer unidos ante estas maniobras, los países europeos han respondido de manera fragmentada.

Tras las revueltas prodemocráticas de 2011 en el mundo árabe, la UE y sus Estados miembros se unieron en torno a una política de respaldo de la reforma y a favor de las transiciones. Sin embargo, a partir de 2015, el aumento de la inmigración y la creciente preocupación por el terrorismo —asuntos que pesan mucho en la política interior europea— dieron lugar a un enfoque más transaccional. Más recientemente, la guerra de Ucrania y la necesidad de combatir el cambio climático han llevado a los europeos a centrar su atención en los suministros de gas y las energías renovables. Por ello, los países miembros de la UE han tendido a tratar de mejorar las relaciones con aquellos países del Magreb que sirven a sus intereses nacionales. Al mismo tiempo, se ha producido un acusado aumento de las tensiones entre los dos países más poderosos del Magreb —Marruecos y Argelia—, lo que dificulta que los países europeos puedan mantener unos estrechos lazos con ambos.

En este contexto, los países miembros de la UE más influyentes en la región —Italia, Francia, España y Alemania— están divergiendo a raíz de las diferentes preocupaciones y prioridades de cada país. Las preocupaciones migratorias han llevado a Italia a impulsar una estrategia de compromiso previo con Túnez, por lo que confiere más importancia al diálogo con el presidente Kais Saied que a las críticas por su giro antidemocrático. También ha trabajado en sus lazos con Argelia en materia energética. Francia lideraba antes la política europea para el Magreb, pero las tensiones con Marruecos y Argelia han limitado su influencia en la región. España ha redoblado su apuesta por unas estrechas relaciones con Marruecos, lo que ha provocado una ruptura diplomática con Argelia. Alemania empezó a adquirir influencia en Túnez, sobre todo, al apoyar la reforma después de 2011, pero ahora ha dado un paso atrás y su atención se centra, sobre todo, en las inversiones en energías renovables en la región.

En este policy brief se traza el nuevo panorama de la política europea para el Magreb y se analizan los orígenes y objetivos de las políticas de los cuatro Estados miembros más influyentes. Las relaciones nacionales siempre han determinado las políticas europeas para el Magreb: Italia, Francia y España tienen lazos estrechos con los países de la región, basados en la historia, las poblaciones de la diáspora, las relaciones comerciales y la cooperación en materia de seguridad, mientras que el compromiso de Alemania está basado en su interés, más reciente, en la reforma y la transición ecológica. Sin embargo, dado que se ha complicado la coyuntura a la que se enfrentan los europeos en el Magreb y que Argelia y Marruecos han adoptado una lógica de suma cero, donde cualquier paso para ahondar en las relaciones con uno es considerado un desaire por el otro, los intereses nacionales han cobrado un peso especial y la política europea está más descoordinada.

La propia Europa se debilita en sus relaciones con el Magreb al mantener este enfoque fragmentado. Es inevitable que los países miembros de la UE tengan sus propios intereses, pero sería más ventajoso para ellos encuadrarlos en un planteamiento europeo más general. Con el enfoque actual, se corre el riesgo de permitir que los dirigentes del Norte de África se adjudiquen una ventaja en unas relaciones bilaterales que obedecen a intereses. Sin embargo, las distintas relaciones de Francia, Italia, España y Alemania con los países del Magreb podrían convertirse en un punto fuerte para Europa si se armonizaran de modo más eficaz. Esto los ayudaría a conseguir una serie de objetivos que en gran medida comparten: alentar una política económica y una gobernanza mejores en Túnez, fomentar el progreso hacia una mayor apertura en Argelia y profundizar en la cooperación con Marruecos, sin dejar de resistir a la presión diplomática respecto al territorio en disputa del Sáhara Occidental. Por tanto, en este policy brief se expone por qué un mejor equilibrio entre las relaciones bilaterales y la coordinación europea sería la base más eficaz para que la UE alcanzara sus objetivos a largo plazo en la región.

La evolución de los acontecimientos en el Magreb

En el Magreb, los últimos cinco años han estado marcados por el retroceso democrático, las estrecheces económicas y las crecientes tensiones intrarregionales, así como por un sentido de empoderamiento en las relaciones de los tres países con Europa. Los europeos deben situar en este contexto la evolución de las políticas de los Estados miembros para la región.

Túnez

En julio de 2021, Saied suspendió el Parlamento de Túnez y acaparó un poder casi ilimitado, lo que puso fin a un periodo de democratización en el país. Desde 2011, Túnez había pasado por una serie de elecciones muy reñidas y el florecimiento de la sociedad civil y la libertad de prensa. Sin embargo, los sucesivos gobiernos avanzaron muy poco a la hora de atajar las considerables desigualdades económicas y sociales del país. Esto fomentó la frustración de la población con la clase política y ayudó a Saied, profesor universitario de Derecho Constitucional que se presentó con una campaña populista contra la corrupción, a ganar las elecciones presidenciales de 2019. Su maniobra para hacerse con el poder sin cortapisas dio lugar, veinte meses después, a multitudinarias manifestaciones, pero su programa de centralización del poder solo ha suscitado, al parecer, la indiferencia de la opinión pública.

Saied gobernó al principio a golpe de decreto, pero en julio de 2022 impulsó la aprobación de una nueva constitución redactada a toda prisa que rediseñaba el acuerdo político postrevolucionario de Túnez. Zaid al Ali, experto en derecho constitucional, ha calificado el nuevo sistema de “hiperpresidencialista”, en el que el poder ejecutivo disfruta de un poder casi ilimitado. El Parlamento del país ha quedado reducido a un sello para estampar documentos, y su poder judicial ya no es independiente. Saied también ha encerrado a varios de sus opositores políticos más destacados, así como a periodistas, abogados y responsables sindicales, a los que acusa de conspirar contra la seguridad del Estado. Ha unido estas tres medidas represivas con un lenguaje xenófobo y un nacionalismo soberanista.

Mientras Saied se centraba en consolidar su poder, la economía de Túnez siguió deteriorándose. Tras varios años de lento crecimiento y de aplazamiento de las reformas económicas, los efectos de la pandemia de COVID-19 y el encarecimiento de las materias primas provocado por la guerra rusa contra Ucrania causaron una crisis en la balanza de pagos. El sector privado tiene dificultades para la creación de empleo a gran escala debido a las barreras de entrada y al alto coste de emprender actividades empresariales, de modo que el empleo estatal ha servido de válvula de seguridad para mitigar la difícil situación de los ciudadanos. Sin embargo, las deudas del país han aumentado: se sitúan en el 77 por ciento del PIB y los pagos del servicio de la deuda, que ascienden a 2600 millones de dólares —una cantidad que supera por primera vez la masa salarial del sector público—, vencen en 2024. El Fondo Monetario Internacional (FMI) y las autoridades tunecinas llegaron a un acuerdo preliminar valorado en 1900 millones de dólares en 2022, pero Saied se negó a seguir adelante. Dijo que Túnez no se iba a someter a los “dictados del extranjero” y destituyó a su ministro de Finanzas después de que este sostuviera que un acuerdo con el FMI facilitaría la consecución de otras financiaciones. 

En los últimos meses de 2023, la situación de Túnez mejoró ligeramente, gracias al aumento de los ingresos del turismo y las remesas de los trabajadores desde el extranjero. No obstante, sin un acuerdo con el FMI, Túnez se enfrenta a un año muy difícil. El presupuesto de 2024 depende de que se consiga una sustancial cantidad de financiación desde el extranjero, que incluye 470 millones de Arabia Saudí, 286 millones de Argelia y unos 3000 millones de origen no divulgado. El ministro de Finanzas de Túnez afirma que el dinero procederá de “las relaciones del país con otros países hermanos y amigos”.

En el último año también se registró un acusado aumento de los inmigrantes irregulares que cruzaron de Túnez a Europa, casi todos por Italia. Más de 150.000 personas llegaron a Italia a través de la ruta del Mediterráneo central en 2023, frente a las 105.000 que llegaron en 2022. Se cree que más de 97.000 de ellas partieron de Túnez, y casi todas las demás, de Libia. Muchos de estos inmigrantes habían transitado por Túnez desde el África subsahariana, en concreto desde Costa de Marfil y Guinea. Sin embargo, también un considerable número de tunecinos ha viajado a Italia desde 2020.

Ante los problemas económicos de Túnez y al aumento migratorio, la UE concluyó un memorando de entendimiento con Túnez en 2023. El acuerdo agrupaba parte de la financiación que la UE ya había asignado a Túnez para la gestión de fronteras con más apoyo presupuestario. A ello se sumó la promesa de una ayuda macrofinanciera adicional de 900 millones de euros cuya entrega estará supeditada a la firma de un acuerdo con el FMI. En el acuerdo también se esbozaba una agenda de cooperación más general que abarcaba los intercambios personales, el desarrollo económico, la inversión y el comercio, las energías renovables y la inmigración.

Sin embargo, el acuerdo fue objeto de polémica en Europa. Su anuncio coincidió con la noticia de que las fuerzas de seguridad tunecinas habían trasladado a grandes grupos de inmigrantes subsaharianos a las regiones desérticas de las fronteras del país y los habían expulsado sin proporcionarles alimentos ni agua, una práctica que Túnez no ha abandonado. Y, en octubre de 2023, Saied anunció que iba a rechazar un pago de 60 millones de euros de la UE, aduciendo que era demasiado pequeño y que no mostraba el “respeto” que debía constituir la base de alianza.

Argelia

Argelia se ha beneficiado de la guerra rusa en Ucrania. La subida de los precios del petróleo y el gas y la búsqueda por parte de los países europeos de proveedores alternativos para sustituir el gas ruso fueron una bendición para los dirigentes de Argelia, al permitirles reforzar un contrato social que se sirve de los ingresos de los hidrocarburos para acallar el descontento de la ciudadanía. El país registró un superávit por cuenta corriente de 19.000 millones de dólares (el 9,8 por ciento del PIB) en 2022. Y, aunque los precios del gas bajaron en 2023, Argelia siguió disfrutando de un superávit por cuenta corriente de 2900 millones de dólares en el primer semestre de ese mismo año. El presupuesto del país para 2024 establece cómo se va a utilizar este superávit para abaratar el creciente coste de la vida: entre otros, para un notable aumento de los salarios públicos y la construcción de viviendas. El gas argelino, suministrado tanto a través de gasoductos como en forma de gas natural licuado, fue un factor importante para que la UE pudiera alcanzar su objetivo de llenar las instalaciones de almacenamiento de gas al 90 por ciento de su capacidad antes de la fecha límite de noviembre de 2023. Las exportaciones de gas argelino a la Unión Europea aumentaron de los 41.800 millones de metros cúbicos en 2021 a los 55.200 en 2022.

La ventaja económica del auge del petróleo y el gas ha permitido al presidente de Argelia, Abdelmadjid Tebboune, afianzar la posición de su régimen en el país. Esto se produjo después de las multitudinarias manifestaciones contra la élite del Hirak en 2019, que expulsaron del poder a quien lo encabezó durante muchos años, Abdelaziz Bouteflika. Sin embargo, la victoria de Tebboune en las elecciones de diciembre de 2019 representó una reafirmación del poder de la clase dirigente del país, una red opaca de las élites militares y económicas, en lugar del cambio de sistema político que pedían los manifestantes. No obstante, las manifestaciones se suspendieron en 2020 a causa de la pandemia de COVID-19 y Tebboune ha impedido cualquier resurgimiento mediante una mezcla de gasto público y una mayor represión. Las autoridades han tomado medidas enérgicas contra los activistas de la oposición y las voces críticas, y los ha sometido a repetidos hostigamientos judiciales y detenciones. Los activistas calculan que más de 200 personas han sido encarceladas por actividades políticas, entre ellos figuras tan destacadas como los periodistas Ihsane El Kadi y Mustafá Bendjemaa.

Sin embargo, el futuro económico de Argelia sigue siendo precario. La industria gasística del país sigue padeciendo unas deficientes infraestructuras y la limitada capacidad de los yacimientos de gas que se utilizan en la actualidad. En una actualización de otoño de 2023 sobre Argelia, el Banco Mundial afirmaba que “son necesarias reformas continuadas para fomentar la inversión del sector privado, el crecimiento y la diversificación [para] mejorar el rendimiento y la resistencia de la economía”. Sin embargo, estas reformas avanzan despacio —en el mejor de los casos—, mientras Tebboune intenta recabar apoyo público y reforzar su posición ante el ejército y la clase política, afines a la industria del gas y el petróleo, de cara a las elecciones del próximo año. El Gobierno ha pospuesto reiteradamente las reformas previstas para reducir las subvenciones a los combustibles y mejorar el funcionamiento del sistema fiscal. A pesar del potencial de Argelia para generar energías renovables, incluido el hidrógeno verde, el régimen ha sido reticente a dar pasos decisivos hacia esta transición.

Tebboune también ha adoptado una política exterior más asertiva, diseñada para potenciar el perfil regional e internacional de Argelia y mejorar su posicionamiento público. Esto ha incluido una contundente respuesta a una “serie de provocaciones”, en palabras de los funcionarios argelinos, que ha dado lugar a un aumento de las tensiones entre los dos países principales del Magreb en los últimos años. Su rivalidad gira en torno al territorio disputado del Sáhara Occidental, que Marruecos reivindica (y ha ocupado en gran parte), pero donde Argelia apoya el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui y el movimiento Frente Polisario que lo representa.

Argelia rompió las relaciones diplomáticas con Marruecos en septiembre de 2021. Lo hizo no solo a raíz de las acciones militares marroquíes en el Sáhara Occidental, sino también de la alianza del país con Israel y las declaraciones de algunos funcionaros argelinos a favor de los movimientos separatistas de Argelia. Si bien la disputa no ha derivado en ningún enfrentamiento militar directo entre ambos países, sí los ha conducido a una lógica de suma cero en sus relaciones con terceros países.

Marruecos

Marruecos trata ahora el Sáhara Occidental como “el prisma a través del cual Marruecos considera su entorno internacional”, como dijo el rey Mohamed VI en un discurso en 2022. Añadió que la cuestión era “clara y simplemente la vara de medir de las amistades” entre Marruecos y sus socios internacionales. En los últimos años, el país ha emprendido una ofensiva diplomática para lograr el reconocimiento internacional de sus reivindicaciones sobre el territorio. Estas actividades contaron con el espaldarazo del presidente estadounidense Donald Trump cuando accedió a reconocer el Sáhara Occidental como parte de Marruecos en diciembre de 2020, a cambio de que el país normalizara sus relaciones con Israel. El gobierno de Biden no ha dado marcha atrás en esa decisión, aunque tampoco ha dado más pasos para desarrollarla, por ejemplo, con la apertura de un consulado en el territorio. Los funcionarios estadounidenses han evitado repetir la declaración de Trump.

Si bien los países miembros de la UE han expresado distintas opiniones respecto a cuál es el resultado más deseable en el Sáhara Occidental, sí suscriben la postura común de apoyo a un proceso respaldado por la ONU para lograr “una solución política justa, duradera y aceptada por ambas partes”. Sin embargo, la UE se ha visto obligada en repetidas ocasiones, por sus propios tribunales, a aclarar que no considera el Sáhara Occidental territorio marroquí, y que Marruecos no puede alcanzar acuerdos legales que incluyan el territorio sin el genuino consentimiento del pueblo saharaui. En su última sentencia, de septiembre de 2021, el Tribunal General de la Unión Europea determinó que los acuerdos entre la UE y Marruecos sobre comercio y pesca no se extendían al Sáhara Occidental. La Comisión Europea y el Consejo han recurrido la sentencia y es probable que el tribunal se pronuncie sobre el recurso en el primer semestre de 2024.

Tras anteriores sentencias judiciales, la UE colaboró con Marruecos para revisar los acuerdos en cuestión. Sin embargo, si el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ratifica la sentencia del Tribunal General, se agotarían aparentemente las opciones para incluir el Sáhara Occidental en los acuerdos. Esto provocaría una grave crisis en las relaciones entre Marruecos y la UE. De hecho, Marruecos suspendió brevemente sus relaciones con la UE tras un dictamen anterior del tribunal europeo en 2016. El rey ha dicho que Marruecos nunca aceptará ninguna iniciativa económica o comercial que excluya el Sáhara Occidental, pero dado que el 56 por ciento de las exportaciones marroquíes van a la UE, cumplir dicha amenaza tendría un coste prohibitivo para el país.

La reticencia de la UE a provocar una crisis con Marruecos atestigua la habilidad diplomática del país para ser un socio efectivo para Europa. Además de sus estrechos lazos con España y Francia (de los que se hablará más adelante), Marruecos ha ido más lejos que sus vecinos en la diversificación de su economía, la atracción de la inversión europea y la adopción de las energías renovables. Marruecos firmó un acuerdo de colaboración con la UE sobre energía verde en octubre de 2022, el primero de la UE y cualquier socio, con la aspiración de que sea un modelo para futuros acuerdos. El objetivo de la alianza es reforzar la coordinación de las políticas e impulsar los proyectos ecológicos. Marruecos ya alberga una de las mayores centrales solares del mundo.

A pesar de su progreso económico, Marruecos sigue teniendo problemas para intensificar y extender a toda su sociedad los beneficios del crecimiento. El FMI resumió así estas dificultades en octubre de 2023: “Un alto porcentaje de jóvenes inactivos, grandes brechas en las oportunidades económicas para las mujeres, un sistema de protección social fragmentado y los obstáculos que persisten para el desarrollo del sector privado”. Los dirigentes marroquíes han elaborado un plan para atajar estas carencias mediante un nuevo modelo de desarrollo anunciado en 2021. El país también mantiene un férreo control sobre la libertad de expresión, y se sirve de enjuiciamientos basados en acusaciones dudosas y otras formas de intimidación para intentar acallar las voces críticas. Por último, se han tensado las relaciones marroquíes con algunas instituciones europeas por las acusaciones de que el país empleó el programa espía Pegasus para vigilar las comunicaciones de objetivos europeos y llevó a cabo una campaña de sobornos en el Parlamento Europeo.

Esta evolución de los acontecimientos en los países magrebíes se interrelaciona con las preocupaciones y los motores de la política de los cuatro países miembros más influyentes de la UE en la región, lo que contribuye a la divergencia europea.

Italia: un nuevo líder de la política mediterránea

Es un tanto inusual que Italia desempeñe un papel activo en intentar conformar la política exterior europea. Sin embargo, a lo largo de 2023, su gobierno hizo un decidido esfuerzo por determinar la política de la UE para Túnez. Los dirigentes italianos han presionado a favor de una política de compromiso pragmático centrado en la inmigración y la economía. El memorando de entendimiento que firmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, con Saied en julio de 2023 fue fruto de una iniciativa italiana. De hecho, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, ha priorizado el desarrollo de los lazos con Saied: en junio de 2023, viajó a Túnez dos veces en una semana, la segunda junto con Von der Leyen y el primer ministro neerlandés, Mark Rutte. Los mismos tres dirigentes regresaron a Túnez para la firma del memorando.

Según varios analistas italianos, la iniciativa no fue resultado de una planificación estratégica, sino una medida improvisada ante una crisis [i]. La llegada a Italia de 27.000 inmigrantes en marzo y abril de 2023 —una cantidad que quintuplicaba la que había llegado en los mismos meses el año anterior— provocó la necesidad urgente de que se les viera actuar. Los funcionarios italianos se refieren a la inmigración de Túnez como un problema que podría afectar directamente a la seguridad nacional italiana. Además, Meloni se enfrentaba al fracaso público de una de sus medidas estrella: frenar la inmigración. Su necesidad de dar una muestra simbólica de que estaba tomando medidas decisivas para atajar la inmigración de Túnez explica el peculiar carácter del memorando, que no contenía ningún compromiso vinculante. Para ambas partes, la principal ventaja del acuerdo era que simbolizaba el refuerzo de la alianza.

Al parecer, la ambigüedad del memorando ha provocado cierta decepción en la parte tunecina. Saied lo insinuó, por ejemplo, al afirmar que las cantidades que la comisión autorizaba eran demasiado pequeñas. Sin embargo, el Gobierno italiano ha seguido presionando para que la UE siga adelante con lo establecido por el documento. Las autoridades italianas admiten que Saied es un socio complicado, pero sostienen que la mejor forma de trabajar con él es ganarse su confianza y presentar un paquete que demuestre que los europeos atienden sus preocupaciones, incluida la estabilidad interna en Túnez. No ven otra alternativa que cooperar con Saied, ya que es la única persona que cuenta en la política tunecina y que sigue siendo la figura política menos impopular del país. Los funcionarios italianos sostienen que el acuerdo con Saied puede brindarles una pequeña posibilidad de moderar su deriva autoritaria, pero es evidente que mantendrán su acercamiento a Saied, aunque esto no suceda. Algunos funcionarios creen que Meloni y Saied se entienden bien: como Saied le dijo a Meloni cuando esta visitó Túnez: “Eres una mujer que dice en voz alta lo que otros piensan en silencio”.

La importancia de los lazos entre Italia y Túnez supone para el Gobierno italiano un fuerte incentivo para mantener las buenas relaciones. En 2022, Italia superó por primera vez a Francia como principal socio comercial de Túnez.

Y lo que es más importante, los dirigentes italianos temen las consecuencias de un mayor deterioro de la situación económica en Túnez, lo que podría desembocar en disturbios generales e incluso que más personas emigren a Italia. Al agravarse los problemas económicos de Túnez, Italia presionó para que el FMI adoptara un enfoque “pragmático” y, al parecer, sugirió que este adelantara fondos antes de que se confirmara su acuerdo con Saied. Por el momento, los funcionarios italianos aceptan que la ayuda financiera a gran escala de la UE para Túnez siga condicionada al acuerdo con el FMI, pero quieren que la UE explore opciones más creativas para seguir ayudando al país si el acuerdo con el FMI fracasa definitivamente. Como dijo una fuente oficial, Italia “no tiene plan B en el caso de un colapso económico en Túnez, y las consecuencias son demasiado terribles para considerarlas”.

Más allá de Túnez, el Gobierno italiano se considera a sí mismo pionero de un nuevo modelo de relaciones con el Norte de África en general. Italia disfruta desde hace tiempo de unas buenas relaciones con Argelia, basadas en parte en el papel desempeñado por el fundador de la empresa energética Eni, Enrico Mattei, en el apoyo de la independencia argelina. El gasoducto que se extiende de Argelia a Italia a través de Túnez lleva el nombre de Mattei. En 2022, el entonces primer ministro de Italia, Mario Draghi, firmó una serie de acuerdos con Argelia que convirtió al país en el mayor proveedor de gas de Italia, en sustitución de Rusia. Las importaciones de gas argelino a Italia aumentaron de alrededor de 20.000 millones de metros cúbicos en 2021 a 22.400 millones en 2022, lo que supone un incremento del 12 por ciento. En enero de 2023, Giorgia Meloni visitó Argelia junto con un grupo de ejecutivos de Eni, y la empresa firmó acuerdos con Sonotrach, la compañía de gas estatal argelina, para cooperar en la mejora de la eficiencia energética y la capacidad de exportación de Argelia, así como el desarrollo de proyectos de energía verde.

Para aprovecharlo, Meloni dio a conocer en enero de 2024 un amplio plan de cooperación entre Italia y África en materia de energía, migratoria y de desarrollo, que también lleva el nombre de Mattei. El muy publicitado “plan Mattei” se centra en una “cooperación en pie de igualdad” que encaja bien con el enfoque del “compromiso previo” de Italia. También tiene una sólida lógica en lo que respecta a la inmigración: por ejemplo, Meloni expuso en un discurso ante Naciones Unidas que el plan Mattei preveía una “alternativa importante al fenómeno de la inmigración masiva, compuesta de empleo, capacitación, oportunidades en los países de origen y vías migratorias legales y consensuadas”.

Como han escrito mis colegas del ECFR Lorena Stella Martini y Tarek Megerisi, Meloni parece estar intentando encontrar un equilibrio entre su necesidad a corto plazo de frenar la inmigración y el proyecto a largo plazo de gestionar la inmigración a través del desarrollo. Las prioridades del plan serán la educación y la formación profesional, la sanidad y la agricultura y el agua y la energía. Gran parte de las inversiones previstas en el plan Mattei responden a la ambición de Meloni de establecer Italia como núcleo energético para el suministro europeo a África, con especial atención al gas y la electricidad y el hidrógeno verdes. Aun así, Italia necesitará el respaldo europeo para que el plan salga adelante. Meloni reveló que la dotación financiera inicial rondará los 5500 millones de euros, una cantidad que solo logrará verdaderos efectos si se armoniza con una política europea más general.

Argelia y Túnez, por tanto, ocupan un lugar central en la política italiana. Sin embargo, Italia también tiene lazos con Marruecos y considera el país un socio estratégico. La industria italiana ha realizado importantes inversiones en Marruecos, sobre todo en la cadena de valor de la industria automotriz del país. Las relaciones de Italia con Marruecos y Argelia perduran tal vez porque este último no considera Italia un socio lo bastante cercano para presionarlo con la cuestión del Sáhara Occidental. No obstante, es probable que Italia se oponga a cualquier medida que pudiera poner en peligro sus relaciones con Argelia, como un intento europeo de eludir la obligación por ley de diferenciar entre las mercancías procedentes de Marruecos y las del Sáhara Occidental, si el TJUE falla en contra de Marruecos a finales de este año.

Francia: el peso de las expectativas

En cuanto antigua potencia colonial en Túnez, Argelia y buena parte de Marruecos, Francia tiene en su haber unos profundos lazos económicos, sociales y culturales con el Magreb. De hecho, ningún otro país europeo puede igualar la intensidad de los vínculos franceses con los tres países. La mayor parte de las diásporas argelina y tunecina de Europa residen en Francia, así como una considerable parte de la marroquí. En el curso 2021-2022, estudiaron en Francia más de 46.000 marroquíes, el grupo más numeroso de estudiantes extranjeros en el país; el segundo lo constituyeron los argelinos, con 31.302 estudiantes. Además, en 2023 vivían 51.000 ciudadanos franceses en Marruecos, cifra que se duplica si se incluye a quienes tienen la doble nacionalidad.

Estos vínculos no se han traducido en unas relaciones políticas fáciles en los últimos años. Debido a que sus lazos se extienden por todo el Magreb central, Francia no tiene otra alternativa que atenerse a un enfoque que equilibre las relaciones con los tres países. Por ese motivo, ha solido favorecer los formatos que integran a los países del Magreb en organizaciones más amplias, como la Unión por el Mediterráneo. Pero la fuerza de las interconexiones y relaciones históricas de Francia también hace que esté sujeto a un alto grado de expectativas y demandas por parte de los países del Magreb. Su gestión se ha vuelto más difícil a medida que han aumentado las tensiones intrarregionales. Además, la persistencia de la sensibilidad nacionalista en Argelia y la ideología soberanista de Kais Saied en Túnez plantean un problema para Francia a la luz de su pasado colonial.

Las relaciones francesas con Marruecos, en concreto, han atravesado un periodo de turbulencias en los últimos años. Una de las razones es la postura de Francia respecto al Sáhara Occidental. Después de que Trump cambiara la postura estadounidense para el territorio, Francia se convirtió en el siguiente objetivo la campaña marroquí con vistas a afianzar su reivindicación sobre la soberanía. Francia ha sido durante mucho tiempo uno de los más firmes defensores europeos de la solución propuesta por Marruecos para su contencioso con los saharauis, según la cual el Sáhara Occidental sería una región autónoma bajo soberanía marroquí. Los dirigentes franceses se han referido invariablemente a este plan como una “base seria y creíble” para resolver la disputa. Pero las palabras escogidas para ello, que antes parecían inclinarse a favor de Marruecos, palidecen ahora en comparación con las posturas de Estados Unidos y, como veremos más adelante, España. En consecuencia, Marruecos ha organizado una campaña de presión sostenida; como dijo un funcionario francés: “Marruecos quiere más debido a lo que hizo Trump”.[ii].

Pero el Sáhara Occidental no es la única fuente de tensiones. En septiembre de 2021, Francia anunció que restringiría todo tipo de visados para los tres países del Magreb central, y estableció una tasa de denegaciones del 50 por ciento para las solicitudes de Marruecos y Argelia y del 30 por ciento para las de Túnez. Esta medida respondía a una supuesta falta de cooperación de estos países a la hora de aceptar la devolución de inmigrantes irregulares desde Francia. La decisión provocó un especial resquemor a Marruecos, cuyas élites están acostumbradas a viajar con frecuencia entre ambos países. Tras las protestas que suscitó, Francia levantó la restricción para los tres países en diciembre de 2022, una medida anunciada por la ministra de Asuntos Exteriores francesa, Catherine Colonna, en Rabat.

Otro motivo de fricción fue la iniciativa del presidente francés, Emmanuel Macron, para mejorar las relaciones francesas con Argelia. Macron llegó al poder en 2017 tras haberse comprometido a abordar más directamente el pasado colonial francés que los anteriores gobiernos. Y al año siguiente fue el primer presidente francés en reconocer oficialmente que Francia empleó la tortura durante la guerra de independencia de Argelia. Sin embargo, el presidente se enemistó con los argelinos en 2021 al declarar que el “sistema político-militar” del país vivía “de las rentas de la memoria” de la guerra colonial para legitimar su régimen. Para enmendar las relaciones, Macron realizó una visita de alto nivel en agosto de 2022.

Sin embargo, el intento de Macron de ahondar en la alianza francesa con Argelia tuvo alto coste para las relaciones con Marruecos, como admiten los funcionarios franceses. En la postura francesa respecto a Marruecos también influyeron las revelaciones sobre el amplio programa de espionaje marroquí que tuvo presuntamente como objetivo el teléfono de Macron con el fin de intervenirlo. Pero hay indicios de mejoría en las relaciones de Francia con Marruecos. En octubre de 2023, Marruecos nombró un nuevo embajador ante Francia, un puesto que llevaba vacante desde principios de año. El rey Mohamed VI también aceptó las credenciales del embajador de Francia para Marruecos, casi un año después de su nombramiento.

Entretanto, la iniciativa de Macron para mejorar las relaciones con Argelia está avanzando despacio, en el mejor de los casos. Su intento de restablecer las relaciones obedeció no solo al interés en las vastas reservas de gas argelinas, según las autoridades, sino también al objetivo político de dejar atrás por fin el pasado de la guerra de independencia. Sin embargo, los funcionarios creen que, aunque Macron ha establecido unas buenas relaciones con Tebboune, puede que haya sobreestimado el margen de maniobra del presidente argelino en el cerrado sistema del régimen del país.

Una de las iniciativas centrales, como parte de la labor de Macron para afrontar el pasado colonial, fue la creación de una comisión conjunta de historiadores argelinos y franceses que ya ha celebrado tres reuniones, aunque los avances en el acceso a los archivos han sido esporádicos e inconstantes. Cualquier esperanza de una mejor cooperación entre Francia y Argelia en materia de seguridad en el Sahel se ha visto obstaculizada por los reveses diplomáticos que han sufrido ambos países en la región. Esto es más evidente en el caso de Francia: los gobiernos militares de Malí, Burkina Faso y Níger pidieron la retirada de las fuerzas francesas, pero Argelia también ha perdido influencia a medida que los procesos de negociación que auspiciaba, y en especial el Acuerdo por la Paz en Malí de 2015, se han echado a perder por los golpes de Estado. El político francés Frédéric Petit hizo público un informe crítico sobre las relaciones franco-argelinas en otoño de 2023, en el que sostenía que las relaciones bilaterales entre ambos Estados seguían esencialmente paralizadas y que Francia debía concentrarse en una diplomacia no gubernamental que fomentara los vínculos entre las sociedades francesa y argelina. No obstante, los funcionarios afirman que Macron está comprometido con el proyecto de mejorar los lazos oficiales, y que el régimen argelino puede seguir evolucionando hacia una mayor flexibilidad en los próximos años.

La política francesa para Túnez sigue cobrando forma. Al igual que Italia, tiene un gran interés en la estabilidad y la salud económica del país: más de 1000 empresas francesas tienen actividad en Túnez, las cuales dan trabajo a entre 140.000 y 150.000 personas. Francia también quiere poner límites a la inmigración, ya que muchos inmigrantes tunecinos se dirigen a Francia a través de Italia. Los ministros franceses se han enfrentado con sus homólogos italianos a propósito de si Italia está permitiendo que algunos de estos inmigrantes crucen el país sin ningún registro. Los funcionarios dicen que, para aliviar las tensiones, Macron está dispuesto a apoyar las labores de Meloni para reforzar la seguridad fronteriza de Túnez y apuntalar las finanzas del país. Pero aún prosiguen los debates internos en el sistema francés sobre hasta qué punto es posible y deseable cooperar con Saied en materia migratoria, y qué nivel de apoyo económico debe prestar Europa a Túnez si no se cierra el acuerdo con el FMI.

España: la inclinación a favor de Marruecos

En marzo de 2022, el palacio marroquí reveló que el rey había recibido una carta privada del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en la que se refería al plan de autonomía de Marruecos para el Sáhara Occidental como la base “más seria, realista y creíble” para resolver el conflicto. Esto supuso un claro paso de España hacia la postura de Marruecos. También fue más allá que los dirigentes franceses o los de cualquier otro país europeo al anteponer el plan marroquí a otras posibles soluciones. El cambio de postura de España fue un intento de enmendar las relaciones con Marruecos tras una prolongada crisis diplomática entre los dos países que empezó después de que Madrid permitiera que el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, recibiera atención médica en España. Al dar este paso, Sánchez mostró su voluntad de priorizar las relaciones con Marruecos sobre un enfoque integral de las políticas para el Magreb.

La relación de España con Marruecos siempre ha sido de crucial importancia. Dos ciudades españolas semiautónomas, Ceuta y Melilla, se ubican dentro de Marruecos; sus fronteras son las únicas terrestres entre Europa y África. Solo 14 kilómetros separan los principales territorios de España y Marruecos a través del estrecho de Gibraltar. Desde los atentados con explosivos perpetrados en Madrid en 2004 por un grupo de inmigrantes mayoritariamente marroquíes, las autoridades españolas han considerado vital la cooperación con los servicios de inteligencia marroquíes para la seguridad de España.

No obstante, tras su adhesión a las Comunidades Europeas en 1986, España había intentado enmarcar su política para Marruecos en el contexto general de la política europea para el Magreb. Como ha señalado el historiador Miguel Hernando de Larramendi, España esperaba que, al europeizar sus relaciones con el Magreb en las décadas de 1980 y 1990, pudiera conseguir los recursos europeos para contribuir a fomentar la estabilidad y la prosperidad en la región, así como su integración. Las esperanzas de la integración regional se disiparon debido a las tensiones entre los países del Magreb, pero España se benefició al situar los conflictivos asuntos del comercio y la pesca en un marco europeo. De forma paralela, España mantuvo relaciones bilaterales tanto con Marruecos y Argelia y firmó tratados de amistad con ambos países. España se consolidó como el primer socio comercial de Marruecos, con un incremento medio del comercio del 10 por ciento anual desde principios de siglo. Argelia, por su parte, ha sido el principal proveedor de gas natural de España; en 2021 cubrió el 40 por ciento de la demanda española, sobre todo a través del gasoducto Medgaz, que une directamente ambos países.

La presión marroquí sobre España ya iba en aumento antes de marzo de 2022. Aunque la decisión de hospitalizar a Gali fue la causa inmediata de la ruptura de las relaciones el año anterior, se produjo en el contexto de las crecientes exigencias marroquíes de que España revisara su política para el Sáhara Occidental. La consecuencia fue una oleada de 8000 inmigrantes que intentaron entrar en Ceuta y Melilla en solo dos días de mayo de 2021, sin que la policía marroquí hiciera nada para detenerlos. Las autoridades españolas se quejaron de que se trataba de un acto de chantaje por parte de Marruecos. Aun así, el incidente parece haber contribuido a convencer finalmente a España de la necesidad de restablecer las relaciones, lo que condujo al cambio de postura. Fuentes oficiales españolas también afirman que España era consciente de que, en un nuevo contexto geopolítico, Marruecos tenía otras posibles alianzas a su alcance, lo que debilitaba la influencia española [iii].

Los funcionarios españoles defienden el cambio sobre el Sáhara Occidental como un gesto que no altera su compromiso fundamental con el proceso de negociación de la ONU. También señalan que ha permitido llevar las relaciones españolas con Marruecos a un nuevo nivel. En abril de 2022, Sánchez y el rey Mohamed VI firmaron una declaración de principios que establecía una hoja de ruta para futuras acciones, incluida la puesta en marcha o reanudación de una serie de grupos de trabajo que abarquen todas las principales áreas de interés común, como la inmigración, la demarcación de las fronteras marítimas, el comercio, la educación, la ciencia y la cultura. Además, acordaron trabajar por la plena normalización del comercio entre Marruecos y Ceuta y Melilla: Ceuta nunca ha tenido aduanas, mientras que la melillense fue cerrada por Marruecos en 2018.

Los funcionarios dicen que el ambiente de trabajo y la confianza mutua han mejorado mucho. Sin embargo, ha habido pocos resultados tangibles hasta la fecha. En lo que respecta a las aduanas, el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos declaró hace poco que no había ningún problema de falta de compromiso o de tipo político, pero que seguía existiendo “un problema de implantación técnica”. La carta de Sánchez al rey constituyó una ganancia concreta para Marruecos a cambio de la promesa de futuros beneficios para España. El hecho de que Marruecos haya divulgado los términos de la carta sin el concurso o conocimiento previo de España es una muestra de que Marruecos ha salido reforzado de este episodio.

El cambio de postura española también marcó un claro fin de la política de mantener un cierto equilibrio entre las relaciones con Marruecos y con Argelia. Los dirigentes argelinos no habían sido informados de la carta, y se enfadaron aún más cuando el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, puesto en evidencia por la divulgación marroquí, dijo que sí estaban al corriente. Argelia respondió suspendiendo su tratado de amistad con España y anunció que interrumpiría el comercio en casi todos los sectores. Las compras argelinas de productos españoles cayeron de los 329 millones de euros en junio y julio de 2021 a los 94 millones en los mismos meses de 2022, y han seguido en descenso desde entonces. Una señal de la creciente renacionalización de la política europea para el Magreb es que ningún otro país europeo fue informado de antemano del cambio de postura española, y ninguno salió en defensa de España por el comercio de Argelia, a pesar de que el comercio es una competencia europea. Por el contrario, otros países miembros, en particular Francia e Italia, consiguieron una ventaja comercial al aumentar sus exportaciones a Argelia.

Sin embargo, Argelia no cortó el suministro de gas a España. En un comunicado de prensa de octubre de 2023, los responsables de Sonatrach recalcaron el “papel esencial [de la compañía] en el suministro de gas a España, y a Europa en general, como proveedor seguro y fiable”. Sin embargo, dado que el conflicto coincidió con el plazo fijado para la renegociación del contrato, parece ser que el precio que España pagó por el gas subió bastante. A finales de 2023, hubo señales de que el conflicto podía estar aliviándose, ya que Argelia anunció el nombramiento de un embajador ante España tras un intervalo de diecinueve meses. Puede que una de las razones fuesen las elecciones españolas de julio de 2023. Es posible que las autoridades argelinas estuviesen aguardando a saber si habría un nuevo gobierno en funciones en sustitución del presidente que, a su parecer, les había traicionado, pero decidieron poner término a la crisis después de que los resultados apuntaran a la probabilidad de que Sánchez se mantuviera en el poder.

Alemania: de la reforma a las renovables

Alemania no se interesó demasiado por el Magreb antes de 2011. Como dijo un funcionario, los gobiernos alemanes estaban encantados de dejar el asunto en manos de los países miembros del sur, y en particular Francia [iv]. Pero eso cambió con las revueltas árabes. Los movimientos prodemocráticos fueron un incentivo para la clase política alemana y la ciudadanía en general, y la región pasó a ocupar un lugar destacado en las políticas alemanas. En el gobierno y la sociedad civil alemanes había un firme compromiso a favor de las transiciones democráticas, con especial atención a Túnez, que consideraban la más prometedora. Alemania ya había establecido en 2012 una “alianza para la transformación” con Túnez. La agencia para el desarrollo GIZ amplió notablemente sus actividades en el país, y para 2022 ya había dado empleo a más de 500 personas en Túnez. Las seis fundaciones alemanas vinculadas a los partidos tenían oficinas en Túnez tras la revolución. En un estudio sobre las opiniones de los partidos políticos tunecinos publicado en 2014, se citaba a activistas que decían que Alemania estaba “muy presente”, “activa” y “muy dinámica”; uno de ellos afirmaba que Alemania había sido “más visionaria y rápida que otros” a la hora de responder a la transición.

Dada la inversión de Alemania en la democratización de Túnez, la regresión antidemocrática de Saied ha supuesto un duro golpe. Como dijo una fuente oficial alemana, ver tanques apostados ante el Parlamento suspendido en Túnez perjudicó más al apoyo al país en el Parlamento alemán que en el de Francia o Italia, por las altas expectativas de los alemanes. Tras la invasión rusa de Ucrania, Alemania también se enfrentó a una urgente amenaza estratégica más cercana, y el sistema político alemán se ha centrado intensamente en ella. Mientras que Italia llevó a cabo una diplomacia itinerante de alto nivel en Túnez en 2023, son pocos los funcionarios alemanes que lo han visitado desde febrero de 2022.

Ante este devenir de los acontecimientos, Alemania ha mantenido una política de distancia crítica respecto a Túnez, y se ha opuesto a algunas de las propuestas promovidas por otros países, pero sin ofrecer alternativas propias. En una carta de la ministra de Asuntos Exteriores alemana, Annalena Baerbock, a la Comisión Europea, de la que más tarde informó la prensa, esta criticaba duramente que la Comisión hubiese firmado sin consultar el memorando de entendimiento con Túnez el pasado mes de julio, en un momento en que el mal trato de Túnez a los migrantes estaba en el punto de mira. Los diputados del Partido Verde de Baerbock criticaron con especial contundencia el acuerdo: “La democracia, los derechos humanos y el Estado de derecho deben guiarnos en nuestra cooperación, algo que no se ha tenido debidamente en cuenta en el acuerdo con Túnez”, escribió Baerbock. Alemania también es quien más se ha opuesto a cualquier sugerencia de prestar ayuda financiera adicional a Túnez mientras no haya un nuevo acuerdo del FMI con el país.

Desilusionada con las reformas de la región, Alemania mira al Magreb desde un punto de vista más transaccional, pero sin la sensación de apremio de Francia, Italia y España. En palabras de un miembro del Parlamento alemán, la postura del país ante esos otros países de la UE es como la de un padre que se desentiende cuando sus hijos se pelean [v]. Alemania apoya una política europea más coherente, pero le faltan la capacidad y el compromiso necesarios para poner sobre la mesa sus propios intereses. Además, aunque los Verdes siguen vacilando respecto a cooperar muy estrechamente con Saied en Túnez, la inmigración procedente del Norte de África es un asunto muy polémico en Alemania. Por ejemplo, ha sido un factor importante en el aumento, en estos últimos meses, de los apoyos a Alternativa para Alemania, partido de extrema derecha. Sin embargo, el principal foco de atención para el gobierno alemán en el Norte de África es la búsqueda de energías renovables. En agosto de 2022, Alemania y Marruecos acordaron iniciar un diálogo estratégico con la política climática como primer punto del orden del día. Poco después, Alemania acordó destinar 243 millones de euros a la cooperación con Marruecos en materia de desarrollo sostenible y medidas climáticas, incluida la construcción de la primera central de hidrógeno verde en África.

Para facilitar esta cooperación, Alemania ha tenido que superar su propia crisis diplomática con Marruecos. Surgió a raíz de la iniciativa alemana de convocar una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para tratar las consecuencias de que Trump reconociese la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, lo que el Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí calificó de “activismo antagónico”. La crisis terminó después de que Alemania emitiera un comunicado en el que decía que el plan de autonomía de Marruecos era “serio y creíble” y una buena base para alcanzar una solución de mutuo acuerdo. Marruecos pareció haber calibrado su margen de negociación al conformarse con una declaración menos contundente de Alemania que la que más tarde exigió a España. No obstante, Alemania confiere una gran importancia a las relaciones con Marruecos, dadas su estabilidad y su relativa apertura a la cooperación comercial.

Alemania pudo emitir su declaración sobre el Sáhara Occidental sin poner en peligro sus relaciones con Argelia, que también se centran en las energías renovables. Los dirigentes alemanes consideran Argelia un proveedor fundamental de hidrógeno verde, en particular, con la esperanza de importarlo mediante la mejora de la red de gasoductos existente, en cooperación con Italia y Austria. Las autoridades creen que Argelia está preparada para seguir adelante con el proyecto, a pesar de las dudas que ha manifestado hasta ahora respecto a la adopción de las energías renovables. Algunos responsables políticos y empresarios alemanes también esperan aumentar sus ventas de armas a Argelia, que podría estar replanteándose su dependencia de las armas rusas tras los malos resultados de sus fuerzas en Ucrania. Pero esto entraña complicaciones jurídicas, ya que Alemania tiene prohibido por ley vender armas a un país inmerso en un conflicto. En el Gobierno se está llevando a cabo una evaluación interna para determinar si la presencia de Argelia en el Sáhara Occidental llega a cumplir esa condición.

Hacia una mayor coherencia europea

La divergencia europea analizada en este documento refleja la evolución de los acontecimientos en el Magreb y los diversos motores políticos que determinan las políticas de los Estados miembros. Los intereses políticos nacionales y la presión de Marruecos, Argelia y Túnez hacen que los Estados miembros de la UE hayan renacionalizado en cierta medida sus políticas para el Magreb. Pero este planteamiento tiene su coste. Otorga poder a los dirigentes del Magreb para pactar la cooperación con sus propias condiciones, al llegar a acuerdos con los Estados miembros sobre los que tienen más influencia. Esto inclina la política europea hacia el corto plazo. El resultado es que a los europeos les resulta más difícil equilibrar el apoyo a Túnez con la presión para que mejore el trato a los inmigrantes y emprenda reformas económicas de calado, evitar que Marruecos utilice su influencia para obtener concesiones sobre el Sáhara Occidental y animar a Argelia a una mayor apertura económica.

Sin embargo, ahora surge una ocasión para renovar el enfoque europeo y hacerlo más coordinado. Algunas de las tensiones de los últimos años están disminuyendo: las relaciones de Francia y Marruecos y las de España y Argelia parecen estar distendiéndose. Y los intereses a largo plazo de los Estados miembros son más convergentes de lo que podrían hacer pensar las actuales políticas. Los cuatro países europeos más influyentes tienen un interés propio en fomentar la estabilidad, las oportunidades y las transiciones energéticas en la región. Existe una inclinación general hacia el enfoque del compromiso previo, por lo que se evita poner un foco directo sobre los derechos humanos y el retroceso democrático, pero también hay interés por alentar una gobernanza más eficaz e integradora que rinda cuentas. Sobre todo, los europeos tienen el interés común de definir una forma de compromiso que otorgue una mayor influencia a los Estados miembros. Una mayor coordinación ayudaría a los europeos a buscar una forma de trabajar con los socios difíciles del Magreb sin tener que ceder toda la iniciativa.

En el caso de Túnez, los europeos han de buscar la forma de apoyar al país y convencer a Kais Saied de que ataje algunos de sus problemas subyacentes. La UE deber hacer lo posible para evitar el colapso económico en Túnez, pero no obtendrá ningún beneficio si se limita a mantener el fallido sistema actual. El acuerdo con el FMI sigue siendo el mejor camino que seguir, pero si Saied no está dispuesto a firmarlo, la UE debe ofrecer solo un apoyo temporal a cambio de medidas para sanear las finanzas públicas y aumentar las oportunidades. Saied podría estar más dispuesto a firmar un acuerdo con el FMI después de las elecciones presidenciales tunecinas que se celebrarán este año. La UE debería medir su cooperación en materia migratoria, para que no avale prácticas que vulneren los derechos básicos.

En cuanto a Argelia, existe un interés europeo común en mantener los suministros de gas en el corto plazo, sin dejar de fomentar los avances hacia la diversificación económica y la transición a la energía verde. Los países europeos ya colaboran en este aspecto, como ocurre con la cooperación de Alemania, Italia y Austria en un proyecto de gasoducto de hidrógeno verde previsto. Argelia sigue siendo un país sobre el que es difícil influir, pero los europeos deberían presentar un mensaje común con más peso que una serie de planteamientos descoordinados.

Con Marruecos, los europeos tienen que evitar que el país lleve a cabo una campaña constante para arrancar más concesiones sobre el Sáhara Occidental. La próxima sentencia de apelación del TJUE sobre la inclusión del Sáhara Occidental en los acuerdos comerciales y pesqueros con la UE podría provocar una crisis si falla contra Marruecos y la Comisión Europea. Sin embargo, también podría representar una oportunidad para poner fin a la dinámica de la presión marroquí y el acomodo europeo. Una sentencia desfavorable supondría más presión marroquí sobre España y Francia para buscar una forma de sortear sus condiciones, pero el imperio de la ley debe ser una línea roja para Europa. Los europeos también deberían buscar formas de ampliar la cooperación marroquí ayudando a mejorar la integración económica en el país.

En todos estos casos, el centro de gravedad común a todas las políticas nacionales representa un punto de entrada ventajoso para el compromiso de la UE con los países del Magreb. Europa debería valerse de las relaciones que los Estados miembros han desarrollado como vía de entrada en sus relaciones con los dirigentes regionales y defender así una agenda coordinada internamente en la UE. Dicha coordinación serviría de apoyo a los países miembros que se enfrentan a las presiones de los socios del Magreb. También ayudaría a equilibrar las prioridades a corto plazo con objetivos más estructurales, y reforzar de ese modo un mensaje común. Una política más coherente que tenga en cuenta los imperativos de los países miembros, pero también los intereses de la UE a más largo plazo, es el enfoque más productivo para una región cuya importancia para Europa no hará sino crecer.

Sobre el autor

Anthony Dworkin es senior policy fellow del European Council on Foreign Relations. Dirige la labor de la organización en los ámbitos de los derechos humanos, la democracia y el multilateralismo. Entre otros temas, Dworkin ha investigado y escrito sobre los marcos europeo y estadounidense de la lucha antiterrorista, la política europea para el Norte de África y la cooperación internacional en tiempos de competencia geopolítica.

Agradecimientos

Este documento se basa en una serie de conversaciones con fuentes oficiales de Francia, Alemania, Italia y España, así como de las instituciones europeas. Todas las referencias a las opiniones de los funcionarios que aparecen en este informe se basan en dichas conversaciones, a menos que se indique lo contrario. Les estoy muy agradecido a los siguientes expertos en los diferentes países estudiados que me hicieron partícipe de sus conocimientos: Canan Atilgan, Ignacio Cembrero, Haizam Amirah Fernandez, Miguel Hernando de Larramendi, Andrea Dessi, Akram Ezzamouri, Mattia Giampaolo, Nadim Houry, Hamza Meddeb, Azzurra Meringolo e Isabelle Werenfels. En el ECFR, agradezco su ayuda a Lorena Stella Martini e Irene Sánchez. Gracias a mis colegas Julien Barnes-Dacey, Tarek Megerisi, Jana Puglierin, José Ignacio Torreblanca y Arturo Varvelli por sus consejos y comentarios a un borrador anterior, a Nastassia Zenovich por diseñar los gráficos y a Kim Butson por su hábil labor de corrección.

Este documento ha sido posible gracias a la financiación de la Compagnia di San Paolo.


[i] Todas las referencias a los analistas y funcionarios italianos de esta sección se basan en entrevistas extraoficiales con el autor en Roma en junio de 2023.

[ii] Todas las referencias a los funcionarios franceses de esta sección se basan en entrevistas extraoficiales con el autor en París en octubre de 2023.

[iii] Todas las referencias a los funcionarios españoles de esta sección se basan en entrevistas extraoficiales con el autor en Madrid en octubre de 2023.

[iv] Todas las referencias a los funcionarios alemanes de esta sección se basan en entrevistas extraoficiales con el autor en Berlín en septiembre de 2023.

[v] Entrevista extraoficial del autor con un miembro del Parlamento alemán en Berlín en septiembre de 2023

Policy Brief traducido por Verónica Puertollano

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR solo representan las opiniones de sus autores individuales.