Un plano más general: Por un acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur
Ahondar en los lazos con los países del Mercosur tiene toda la lógica de cara al propósito de la UE de mitigar sus riesgos al diversificar sus vínculos económicos para alejarlos de China. Retrasar más la firma de un acuerdo de libre comercio supondría empujar a América Latina hacia la órbita de China, y para siempre
Todo parecía preparado para el 7 de diciembre de 2023: tras casi un cuarto de siglo de negociaciones, la Unión Europea y los cuatro miembros de la unión aduanera Mercosur —Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay— iban a firmar un acuerdo de libre comercio en Río de Janeiro. Sin embargo, como ocurrió en otras ocasiones, no salió todo según lo previsto para este acuerdo, aparentemente condenado al fracaso. Unos días antes de la cumbre de Río, el presidente francés, Emmanuel Macron, declaró que el acuerdo no proporcionaba suficientes garantías medioambientales, lo que echó por tierra las esperanzas de que se firmara.
El acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur propuesto no es ideal. Una rápida búsqueda en Google arroja resultados alarmantes sobre sus posibles efectos negativos en lo que respecta al medio ambiente, los derechos laborales, el bienestar animal, las normas de seguridad y los procesos de adquisición y contratación. Las reservas de Macron también son un reflejo de la delicada situación de la política interior en Francia. El presidente francés no cuenta con una mayoría parlamentaria, lo que hace improbable la ratificación del acuerdo. Además, a Macron le preocupa que los partidos de extrema derecha puedan utilizar lo que se percibe como desventajas del acuerdo para los sectores cárnico y avícola de Francia, y conseguir el voto de los agricultores en las elecciones al Parlamento Europeo en junio. Estas preocupaciones, junto a las de otros países miembros de la UE, como Austria, están justificadas. Sin embargo, en un plano más general, sería miope no firmar el acuerdo, y perjudicaría los intereses de Europa.
El argumento económico que se suele esgrimir a favor del acuerdo entre la UE y el Mercosur gira en torno al enorme tamaño que tendría la zona de libre comercio, ya que abarcaría a unos 750 millones de personas y alrededor de una quinta parte de la economía mundial. A pesar de estas impresionantes cifras, el impacto económico del acuerdo sería pequeño para la UE: supondría un impulso del PIB de entre el 0,1 y el 0,3 por ciento, solo. Esto se debe a que el comercio entre las economías de Europa y el Mercosur es escaso, ya que la unión aduanera latinoamericana absorbe solo el 2 por ciento de las exportaciones globales de la UE.
No es ahí donde reside el valor económico del acuerdo. Su valor es doble: en primer lugar, los países del Mercosur poseen grandes reservas de materias primas fundamentales que serán vitales para la transición a la energía ecológica de la UE. Esto es una excelente ventaja para Bruselas, dado que el objetivo del bloque es limitar la dependencia de China para el suministro de dichas materias primas. Brasil, por ejemplo, tiene alrededor del 20 por ciento de las reservas mundiales de grafito, níquel, manganeso y tierras raras (todas ellas materias primas cruciales para la fabricación de maquinaria con tecnología limpia). El país también posee el 94 por ciento de las reservas mundiales de niobio, un metal utilizado en el sector aeroespacial e incluido en la lista de materias primas fundamentales de la UE. Brasil no es el único país del Mercosur con grandes depósitos de materias primas fundamentales: Argentina posee la tercera mayor reserva mundial de litio, un insumo clave para fabricar las baterías de los vehículos eléctricos.
En segundo lugar, un acuerdo de libre comercio con el Mercosur ayudaría a Europa en su propósito de mitigar sus riesgos. Las instituciones europeas se están afanando en dar con formas de convencer a las empresas de la UE de que se lleven de China sus cadenas de suministro, idealmente a países afines (léase democracias). El acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur ayudaría precisamente a ello. Al reducir los aranceles a las exportaciones europeas para las economías del Mercosur, sobre todo en el caso de los productos químicos (cuyo gravamen actual es de entre el 14 y el 20 por ciento), el acuerdo podría ayudar a convencer a las empresas europeas de que desarrollen cadenas de producción en América Latina. Los países del Mercosur no son terra incognita para las compañías europeas: la UE ya es la mayor fuente de inversión extranjera directa en la unión aduanera. También parece el momento oportuno para los países del Mercosur: en los últimos años, han emprendido ambiciosas reformas en sus políticas para desarrollar sus sectores industriales.
Más allá de la economía, el acuerdo entre la UE y el Mercosur también tiene un valor geopolítico de más alcance. América Latina es una región de intensa competencia por la influencia en los países occidentales y China. No es ninguna novedad: en el pico de la pandemia de COVID-19, la diplomacia china en materia de vacunas se centró en América Latina. Si no se firma el acuerdo de libre comercio UE-Mercosur, las economías latinoamericanas se arriesgan a acercarse más a la órbita de Pekín. Uruguay, en particular, lleva tiempo manifestando su preferencia por un acuerdo de libre comercio con China, antes que con la UE. El Gobierno uruguayo tiene argumentos sólidos: China es el primer destino de las exportaciones del Mercosur y Pekín tiene previsto invertir 250.000 millones de dólares en la región (una cantidad cinco veces superior a la comprometida en el programa Global Gateway de la UE) de aquí a 2025. Por el momento hay otros países del Mercosur que dan prioridad a un acuerdo de libre comercio con la UE frente a uno con China, pero se les está agotando la paciencia.
«China es el principal destino de las exportaciones del Mercosur y Pekín tiene previsto invertir 250.000 millones de dólares en la región de aquí a 2025»
Otras economías emergentes están siguiendo de cerca el estado de las negociaciones entre la UE y el Mercosur. Cada vez más, se percibe una cierta condescendencia en las listas de demandas maximalistas de la UE para las economías en desarrollo dispuestas a firmar acuerdos de libre comercio. En las conversaciones privadas con los funcionarios indios, les cuesta disimular su frustración cuando hablan del estado de las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio con la UE. Esto no contribuye a mejorar los índices de aprobación mundial del bloque, ahora que las economías emergentes favorecen cada vez más los enfoques transaccionales y a la carta en sus relaciones económicas y diplomáticas. Como dijo en julio el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, después de que la UE enviara a los países del Mercosur una severa carta en la que les pedía que cumplieran el Acuerdo de París, o de lo contrario se olvidaran del acuerdo de libre comercio UE-Mercosur: “Dos socios estratégicos no discuten amenazas, discutimos propuestas”.
Insinuar que los países del Mercosur se quedarán sin acuerdo de libre comercio con la UE si no cumplen las exigencias de Bruselas resulta contraproducente. Negociar es el arte de alcanzar un compromiso. Una parte siempre puede pedir más, pero, en algún momento, la otra puede decidir abandonar si no se siente tratada como un igual, sino como un donnadie. Los países del Mercosur están acercándose a este punto de inflexión, y saben que, si las cosas se tuercen con la UE, China los recibirá con los brazos abiertos. Además, quizá la mejor manera que tiene la UE de presionar por unas normas medioambientales más estrictas en los países del Mercosur es profundizar su influencia en la región. El acuerdo propuesto incluye un capítulo entero sobre normas medioambientales, una base útil sobre la que construir en el futuro. De nuevo, la alternativa es acercar América Latina a China, que probablemente nunca pedirá garantías de que Brasil ponga fin a la deforestación.
El tiempo apremia para el acuerdo de libre comercio UE-Mercosur. Los partidos populistas de extrema derecha podrían atraerse un importante porcentaje del voto en las elecciones al Parlamento Europeo de junio. Estos partidos antiglobalización y proteccionistas podrían ser reacios a ratificar el acuerdo en Estrasburgo. Seis meses después, el expresidente estadounidense Donald Trump podría volver a la Casa Blanca y reavivar las guerras comerciales que él mismo inició. Si esto sucede, el acuerdo de libre comercio con el Mercosur podría servirle a la UE como una póliza para que demuestre su compromiso con el orden multilateral basado en reglas. En este momento, la prioridad económica de Europa es desarrollar alianzas con las economías emergentes para desmarcarse de China. Si el bloque se toma en serio este plan, la firma del acuerdo de libre comercio con el Mercosur sería el primer paso más lógico.
Commentary traducido por Verónica Puertollano
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