Star ‘Tech’ Enterprise: Tecnologías emergentes en la guerra rusa contra Ucrania

Miembro de la unidad especial del ejército ucraniano que opera drones de reconocimiento monitorea en pantalla las vistas de las posiciones de las fuerzas rusas utilizando la tecnología Starlink en lugares no revelados en Donbas de Ucrania
Miembro de la unidad especial del ejército ucraniano opera drones de reconocimiento y monitorea en pantalla las vistas de las posiciones de las fuerzas rusas utilizando la tecnología Starlink
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  • El uso de nueva tecnología en la guerra rusa contra Ucrania ha cautivado la imaginación de gobiernos y medios de comunicación por igual.
  • Muchos de los avances tecnológicos del mundo en las últimas décadas han tenido un importante papel en el conflicto, como los drones, la guerra definida por software e IA y la tecnología espacial, así como la guerra cibernética.
  • Si los europeos se toman en serio sus capacidades de defensa, deben estudiar detenidamente el uso de esta tecnología por parte de ambos bandos.
  • Descubrirán que las empresas privadas han desempeñado un inmenso papel en esta guerra. Esto implica la necesidad de un enfoque distinto en el modo en que los Estados y las empresas privadas interactúan, y en cómo estas manejan las tecnologías que se podrían utilizar en la guerra.
  • La tecnología también ha permitido y motivado un nivel de implicación a título personal en el conflicto que muy probablemente se repetiría en una guerra futura. Los Estados deben estudiar formas de encauzar esta participación.
  • Por último, la guerra pone de manifiesto que la cantidad de armas sigue teniendo relevancia, así como la vigencia del viejo adagio de los estudios militares de que la integración de los nuevos sistemas es, como mínimo, igual de importante que la propia tecnología.

Introducción

“La valentía de los ucranianos + la tecnología = la clave de la futura victoria de Ucrania.” El vice primer ministro de Ucrania, Mijaílo Fedorov, planteó esta ecuación para la victoria de Ucrania en abril de 2023. Para él, la guerra entre Rusia, que invadió Ucrania el 24 de febrero de 2022, y Ucrania, que lleva defendiendo a su población y a su territorio desde entonces, es una “guerra tecnológica”. 

Los analistas ya la han bautizado como la primera guerra espacial comercial, la primera guerra de drones a gran escala y la primera guerra por IA. Los civiles ucranianos informan a sus fuerzas armadas de los avances rusos registrando en aplicaciones los avistamientos de los vehículos militares. Los drones pueblan los cielos las 24 horas al día, y transmiten imágenes de los movimientos de las tropas y los ataques. Según Fedorov, los servicios en la nube «ayudaron a Ucrania a sobrevivir como Estado».

Por supuesto, no todo en esta guerra tiene que ver con las nuevas tecnologías “emergentes o disruptivas”, como las llama la OTAN: IA, aplicaciones, sistemas automatizados y demás. Algunas de las peticiones más urgentes de Ucrania han sido de tanques, municiones de artillería y aviones de combate. Las defensas antiaéreas de la era soviética están teniendo un papel fundamental. Los obstáculos antitanque “dientes de dragón” —algo que la mayoría de los europeos asocian con la Segunda Guerra Mundial— están reapareciendo para proteger las hileras de trincheras que marcan las líneas del frente. Sin embargo, el modo en que ambas partes han dado uso a la tecnología emergente en este contexto es muy reveladora. La guerra en Ucrania emplea, de un modo u otro, la mayor parte de los avances tecnológicos que el mundo ha hecho en las últimas décadas. Si los europeos quieren tomarse en serio el desarrollo de sus capacidades de defensa, deben prestar mucha atención a las experiencias de Ucrania y Rusia hasta la fecha y aprender de ellas. 

Por ello, en este documento se analiza el papel de los drones, la ciberguerra, la guerra definida por software e IA y las tecnologías espaciales en la guerra de Ucrania. Muestra en qué aspectos el conflicto se ha convertido en un campo de pruebas para los nuevos sistemas militares. La innovación se produce a una alta velocidad. Nunca antes se habían desplegado tantos drones en un enfrentamiento militar. Los servicios en la nube y las ciberdefensas han proporcionado un apoyo existencial. El software, a menudo potenciado por la IA, se utiliza para mejorar los sistemas heredados. Sin el apoyo de los satélites, Ucrania no sería capaz de defender su territorio. 

Los europeos deberían extraer cuatro lecciones distintas de esto. En primer lugar, es difícil sobreestimar el impacto que las empresas privadas han tenido en esta guerra. Las grandes empresas tecnológicas estadounidenses, y otras más pequeñas y especializadas, han proporcionado alta tecnología y apoyo cibernético y han permitido a Ucrania trasladar sus datos a la nube y digitalizar el campo de batalla. Los drones comerciales están cumpliendo una función vital. En segundo lugar, las nuevas tecnologías han facilitado y motivado la implicación de ciudadanos en esta guerra a título personal: desde combatientes voluntarios e investigadores de código abierto aficionados a crowdfunders de drones y guerreros de memes. Por último, por la parte militar, a los académicos que estudian las nuevas tecnologías en la guerra no les sorprenderá oír que el modo en el que se utiliza e integra la nueva tecnología en la organización militar importa más que la propia tecnología. Y, pese a la capacidad de la tecnología para ayudar a crear sistemas más poderosos que dominan a otras armas más antiguas, la cantidad sigue teniendo relevancia. 

Los drones

Pocos sistemas de armas han recibido tanta atención mediática en la cobertura de este conflicto como los drones. Al cabo de tan solo tres meses del inicio de la guerra, Alex Kingsbury ya había decidido en una pieza en The New York Times: “Todas las guerras tienen sus armas emblemáticas […] En Ucrania, es el dron”. Otros analistas han caracterizado el conflicto como la primera “guerra de drones a gran escala”, y han afirmado que los drones podrían marcar el comienzo de una “nueva era de la guerra”.

El Bayraktar TB2, de fabricación turca, acaparó al principio la mayoría de los titulares, algunos de los cuales lo proclamaban símbolo de la resistencia ucraniana. El artista y soldado ucraniano Tarás Borovok compuso una canción que se hizo viral sobre el sistema no tripulado; los simpatizantes de Ucrania en todo el mundo hicieron una campaña de crowdfunding para comprar más drones y contribuir al esfuerzo bélico del país. Sin embargo, unos meses después, otro tipo de drones empezó a monopolizar las portadas, ya que las fuerzas rusas los desplegaron para aterrorizar a los ciudadanos ucranianos y atacar infraestructuras críticas: el de munición de merodeo Shaded 136, de fabricación iraní (también conocido como “dron kamikaze”). Desde entonces, otros sistemas han llamado la atención, y, más recientemente, los drones navales, por su papel en el ataque a los buques rusos en el mar Negro, así como los sistemas utilizados por los ucranianos para atacar territorio ruso.

Tanto para Ucrania como para Rusia, los diferentes sistemas no tripulados —sobre todo, pero no solo, los vehículos aéreos no tripulados (UAV, por sus siglas en inglés)— han resultado decisivos en diferentes momentos. Pero la forma en que la atención del público ha saltado de un sistema al otro, y cómo ha destacado uno mientras soslayaba los demás, apunta a que el impacto de los “drones” no es tan difícil de precisar. Cientos de sistemas de drones distintos sobrevuelan hoy Ucrania, una mezcolanza de sistemas comerciales, de aficionados, militares, improvisados, etcétera, dirigidos por soldados, voluntarios y civiles.

“Sabía […] que Ucrania iba a asombrar al mundo con lo que sería capaz de hacer con pequeños drones de fabricación casera y comerciales, un conjunto de habilidades que sus aficionados a los drones y expertos tecnológicos no han dejado de ampliar incansablemente desde la anterior invasión rusa de 2014.”

Faine Greenwood, experta en drones de la Harvard Humanitarian Initiative, 2023.

La observación de Greenwood describe dos de los aspectos más llamativos de esta guerra: el extendido uso de los drones no militares por parte de las fuerzas ucranianas y el impacto de los voluntarios ucranianos y las unidades de drones aficionadas, como Aerorozvidka, cuyos miembros, dice, “se han convertido en algunos de los principales expertos mundiales en la construcción, modificación y uso de drones pequeños y baratos en la guerra”.

Hasta cierto punto, los ucranianos están utilizando estos drones comerciales, prefabricados, por su disponibilidad y posibilidad de reemplazo inmediato. Sin embargo, su uso también refleja las impresionantes capacidades que los drones comerciales han adquirido en los últimos años, incluidos los sensores de alto nivel, los controles fáciles de utilizar y la vista de primera persona continua. Además, ofrecen estas prestaciones a un precio mucho más bajo que los sistemas fabricados para el ejército, lo que significa que estas fuerzas pueden asumir pérdidas, que son muchas, sobre todo porque no están reforzados con la misma protección física y electrónica que los drones militares. 

Además de los sistemas civiles, las fuerzas ucranianas emplean diversos drones militares. Algunos de ellos fueron fabricados ad hoc para esta guerra y otros llevan años utilizándose, mientras que unos pocos fueron puestos de nuevo en servicio después de estar inactivos durante años. Comprenden desde pequeñas municiones de merodeo, como el dron kamikaze Switchblade, suministrado por Estados Unidos —cuya variante más pequeña es una ojiva de tan solo unos pocos kilos— hasta sistemas que pesan varias toneladas y capaces de recorrer cientos de kilómetros. Una empresa australiana proporcionó drones de cartón. Una firma británica ofreció drones suicidas impresos en 3D. Una empresa alemana entregó más de cien drones de vigilancia asistidos por IA. Los drones de vigilancia militar más pequeños disponibles, los Black Hornet, de producción noruega, también se están utilizando en Ucrania. En resumen, Ucrania se ha convertido en un banco de pruebas para los sistemas nuevos y menos nuevos: los productores están en contacto directo con las tropas y perfeccionan sus productos a medida que se prolongan los combates. 

El Gobierno ucraniano quiere aprovechar esto mediante su iniciativa del “ejército de drones”. Su objetivo es recaudar fondos y adquirir cientos de drones comerciales —de empresas y particulares en Ucrania y en el extranjero— para vigilar el frente y financiar el mantenimiento y la instrucción. Diez mil operadores han recibido ya instrucción mediante el programa. Se sabe que el Gobierno también ha asignado 867 millones de dólares a la creación de compañías de ataque del “ejército de drones”. Fedorov ha publicitado la iniciativa, en concreto, como “una gran oportunidad para que los fabricantes de drones pongan a prueba sus equipos en condiciones duras”. En agosto de 2023, el jefe del servicio especial de comunicaciones de Ucrania, Yurii Shchyhol, anunció que “Ucrania prevé producir aproximadamente 200.000 UAV de combate a lo largo del año” (lo más probable es que se estuviese refiriendo a los drones kamikaze, más que a los drones de combate en un sentido más general).

A través de esta iniciativa y de otras, Ucrania se ha convertido en un lugar importante para el desarrollo y la fabricación de drones. Los funcionarios de la defensa ucranianos informan de que, pocas semanas después del comienzo de la guerra, hubo empresas ucranianas que se pusieron en contacto para ofrecer sus servicios de fabricación de UAV: En muchos casos, proyectos conjuntos desembocaron en el desarrollo o la reconversión de drones para uso militar. Ucrania ya tenía unos sólidos cimientos para contar con una sólida base militar-industrial, al haber sido productor de armas durante la era soviética. Sin embargo, parece probable que la presión de la guerra para innovar, el ingenio de la población ucraniana y la oportunidad de trabajar en estrecha colaboración con expertos de muchos países occidentales ayudarán a establecer la industria del dron ucraniana como importante actor internacional una vez acabada la guerra, capaz de exportar sistemas probados en combate.

Fuentes: 1, 2

En términos generales, Ucrania ha utilizado drones para tres fines principales: vigilancia y recopilación de información, propaganda y ejecución y coordinación de ataques.

La vigilancia y el reconocimiento es el fin más habitual con que se utilizan los drones. Todos llevan sensores de foto, vídeo o recolección de datos. Estos permiten a las fuerzas localizar bases enemigas, observar movimientos de tropas y otras labores vitales de esta índole. Al parecer, durante los meses de lucha en la ciudad de Bajmut, las fuerzas armadas de Ucrania fueron capaces de llevar a cabo una vigilancia aérea continua de las posiciones rusas, y cambiar de sistema UAV cuando se agotaban las baterías; como dijo el comandante de un batallón: “Es como ver un documental de la naturaleza: los vemos comer. Vemos como hablan unos con otros”. En un vídeo aparece un dron siguiendo a un soldado ruso, que lo conduce directamente al resto de su unidad.

Estrechamente ligada a la vigilancia está la capacidad de los drones de proporcionar material que puede utilizarse con fines propagandísticos. Las fotografías y los vídeos tomados desde los drones llevan al público internacional hasta el frente de batalla. Han documentado la destrucción de ciudades a manos de las fuerzas rusas y la inundación del territorio ucraniano tras la rotura de la presa de Kajovka, y han captado imágenes de vídeo de los ataques contra los barcos, soldados y material rusos. Muchos lectores habrán visto granadas lanzadas con precisión milimétrica a las escotillas abiertas de los tanques rusos, o el vídeo granulado recogido por un dron naval durante su ataque a la flota rusa en el puerto de Sebastopol​.

Los vídeos captados por drones son muy adecuados para la propaganda, ya que transmiten cercanía e inmediatez, pero, al mismo tiempo, distancian al espectador de las muertes y heridas reales. Ucrania dirige su propaganda con el material de los drones tanto al público internacional como a los invasores rusos. Las imágenes ponen de relieve las capacidades y los éxitos de Ucrania ante el público internacional, y ayudan a mantener el optimismo y, por tanto, los apoyos, mientras que a los rusos, y en especial a los reclutas movilizados, les envía el mensaje de que ningún lugar es seguro. Además, el Ministerio de Defensa y los servicios de inteligencia han lanzado una campaña informativa que, por medio de drones, insta a los soldados rusos a desertar y a rendirse a los UAV ucranianos que después los conducirán a las fuerzas armadas. 

Por último, como muestran los vídeos propagandísticos, los drones se utilizan para ayudar a dirigir los ataques y llevarlos a cabo. Las fuerzas ucranianas emplearon drones militares armados como el TB2 contra el convoy de tanques de 64 kilómetros de largo que se dirigía a Kiev. Se sabe también que los TB2 han sido utilizados para atraer a los cazas rusos a la zona de intervención de los misiles terrestres. Un dron TB2 podría haber distraído a las defensas del buque insignia ruso Moskvá mientras misiles navales lo atacaban y finalmente lo hundían. También se han desplegado estos sistemas para que hagan las veces de observadores para los misiles antibuque Neptuno y localicen objetivos de ataque para la batería de misiles. 

En las primeras semanas de la guerra, la incapacidad del convoy ruso de llegar a Kiev se debió en gran medida a las emboscadas de los operadores de drones itinerantes que ayudaban a las fuerzas especiales. Los operadores de drones procedían de Aerorozvidka, formada por “ciudadanos con conocimientos técnicos” que ayudan al ejército ucraniano en las áreas de ciberseguridad, conocimiento de la situación y los UAV. El primer grupo empezó su trabajo de reconocimiento aéreo tras la invasión de 2014 y ahora utiliza varios tipos de drones para sus labores, incluido un sistema de desarrollo propio: el octocóptero R18. Las fuerzas ucranianas han utilizado estos drones multirrotor para lanzar granadas modificadas, a menudo de la era soviética, sobre equipos rusos. 

Más importante aún que estos ataques con drones, no obstante, suele ser que estos pueden ayudar a dirigir los ataques de artillería, y de ese modo reducir al mínimo la cantidad de proyectiles utilizados. También afectan los criterios económicos: los pequeños sistemas de drones comerciales, como los fabricados por la empresa china DJI, cuestan por lo general unos 2000 euros, mientras que un solo proyectil de artillería puede ascender a más del doble, y podrían ser más difíciles de reponer debido a los recientes problemas de reabastecimiento. Así pues, si se pierde un dron al utilizarlo para aumentar la precisión de los ataques de artillería, sigue teniendo sentido logístico y económico utilizarlo. En los últimos meses, un creciente número de drones de carreras con vista en primera persona han sido utilizados como drones kamikaze y dirigidos por soldados que reciben instrucción especial mediante cascos de realidad virtual. 

Los drones también están siendo utilizados con cada vez mayor frecuencia (por operadores desconocidos) para atacar objetivos dentro de Rusia, incluido el centro de Moscú. A principios de diciembre de 2022, las bases aéreas de Riazán y Enguels, a unos 480 kilómetros de la frontera de Ucrania, fueron alcanzadas por drones ucranianos, posiblemente Tu-142. El 27 de diciembre, los drones volvieron a atacar la base de Enguels. Ucrania ya había utilizado anteriormente lanchas no tripuladas teledirigidas cargadas de explosivos contra la flota rusa frente a las costas de Sebastopol​, y, en agosto, para atacar un buque de desembarco anfibio ruso (aunque no ha salido a la luz ninguna confirmación oficial de que el ejército ucraniano llevara a cabo estas operaciones). En agosto de 2023, se produjeron múltiples ataques con drones contra Moscú.

Rusia también ha utilizado los drones en sus invasiones, aunque en menor medida y con menos éxito que Ucrania. Tal vez esto sorprenda, dadas las proclamadas capacidades y planes respecto a los UAV del mando ruso, así como la experiencia de sus fuerzas con la guerra de drones en, por ejemplo, la invasión de Ucrania en 2014. En 2017, sin ir más lejos, el jefe del Estado mayor ruso sostuvo que el combate era ahora “impensable sin drones: los utilizan los artilleros, los exploradores, los pilotos…, todos”.

“Es cierto que Rusia prácticamente ha perdido el tren en lo que se refiere a aprovechar la revolución mundial de los drones.”

Stijn Mitzer and Joost Oliemans, Oryx, plataforma de inteligencia de fuentes abiertas, 2002.

A fecha de 2023, Rusia tiene supuestamente más de cien tipos de sistemas no tripulados en diferentes fases de investigación, desarrollo, ensayo e implantación. Sin embargo, un amplio estudio sobre la guerra aérea rusa publicado en noviembre de 2022 no halló demasiado sobre el uso de drones de lo que informar. El experto en tecnología y defensa Sam Bendett calcula que Rusia empezó la guerra con unos 2000 drones, pero que tuvo que reponerlos enseguida con entregas de Irán. La plataforma de inteligencia de fuentes abiertas Oryx, que ha seguido la pista de las pérdidas ucranianas y rusas desde el inicio de la guerra, señaló que los intentos rusos de ponerse al día en este campo “son insuficientes y llegan tarde”.

Las fuerzas rusas están utilizando UAV autóctonos como el Orlan-10 y el Orion. El sistema Orlan-10 es el sistema de drones de vigilancia más utilizado en Rusia, aunque hoy en día se ve con menos frecuencia. Es probable que esto se deba a que el sistema de Rusia no alcanza para resistir un conflicto más largo de lo previsto. También es posible que este modelo fuese más vulnerable a las defensas aéreas ucranianas. El Orion es un UAV de combate más sofisticado, desarrollado hace poco por el fabricante ruso Kronshtadt, que también se ha empleado para llevar a cabo ataques en Siria. Hasta la fecha, Kronshtadt solo ha producido unas pocas decenas de drones, lo que limita su impacto en el campo de batalla.

Fuentes: 3, 4, 5

Rusia recurrió a las importaciones para compensar su reducido número de UAV autóctonos (y el éxito de los contraataques ucranianos). En julio de 2022, el asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, advirtió de que Irán planeaba enviar drones a Rusia. A mediados de septiembre, se habían registrado en Odesa los primeros ataques con UAV iraníes Shahed-136 y Mohajer-6. El Shahed-136 es un arma relativamente sencilla y barata que las fuerzas rusas han desplegado en grandes cantidades junto a los misiles de crucero. Los medios estadounidenses informan de que Rusia aspira a construir 6000 Shaded en su territorio para el verano de 2025. Las fuerzas rusas también han utilizado drones de fabricación china, sobre todo productos de DJI, de modo que los drones de esta empresa están presentes en ambas partes del conflicto. 

Rusia ha empleado drones de formas parecidas a Ucrania: inteligencia, vigilancia y reconocimiento, buscar objetivos de ataque y, aunque en menor medida que Ucrania, con fines propagandísticos. Principalmente, las fuerzas rusas usan el Orlan-10 como parte del complejo inteligencia, vigilancia y reconocimiento: los drones localizan a las tropas ucranianas y retransmiten sus posiciones para que sean atacadas por otros medios, como la artillería, por lo que se reducen los tiempos de respuesta a tan solo tres minutos desde que se detecta el objetivo. Las unidades rusas también han utilizado los Orlan-10 como señuelos para desenmascarar los misiles tierra-aire ucranianos, para luego anularlos mediante la guerra electrónica y después destruirlos con sus propios misiles o ataques aéreos. Además, fuentes rusas indican que se ha usado el Orlan-10 para enviar mensajes de texto a los soldados ucranianos e instarlos a rendirse.

Sin embargo, a diferencia de Ucrania, Rusia ha utilizado los drones con el objetivo específico de aterrorizar a la población ucraniana y destruir la infraestructura civil. En concreto, se han usado —y se siguen usando— lluvias de drones Shahed junto con los misiles para atacar ciudades de todo el país. Estos ataques sobrecargan y agotan las defensas aéreas ucranianas, con el objetivo último de recapturar los cielos ucranianos. Ucrania se enfrenta ahora al “Somme celeste”: un punto muerto en el que ninguna de las partes tiene el dominio aéreo o siquiera intenta en serio penetrar a fondo en el espacio aéreo del otro. Esto se debe a las capacidades de defensa antiaérea de Ucrania, que han convertido el cielo de Ucrania en una tierra nadie aérea. La situación podría cambiar si Rusia sigue desplegando en masa drones kamikaze y misiles baratos, con lo que acabaría agotando las reservas ucranianas de armas antiaéreas. 

La ciberguerra

En las horas previas a su invasión total, Rusia inutilizó las redes de satélites Viasat, y cortó así el acceso a internet de decenas de miles de ciudadanos ucranianos. El ciberataque también afectó a las comunicaciones del Gobierno y del ejército. Esto dio pie a las predicciones de que el conflicto podría convertirse en la primera “verdadera ciberguerra” mundial, entre otras cosas porque los ciberataques habían formado parte de la guerra híbrida contra Ucrania desde al menos la anexión ilegal de Crimea en 2014. No obstante, las ciberoperaciones en esta guerra, aunque frecuentes, parecen haber tenido un impacto material limitado en el campo de batalla.

“Esto no es solo una guerra entre Rusia y Ucrania. Es una guerra entre Rusia y Ucrania que implica a una alianza de países que están apoyando a Ucrania, y una alianza de empresas tecnológicas.”

Brad Smith, presidente y vicepresidente de Microsoft, 2022

La invasión rusa de Ucrania en 2014 aumentó la urgencia del país en su labor de refuerzo de sus ciberdefensas, en la que trabaja en estrecha colaboración con socios como Estados Unidos y Reino Unido, así como la UE y la OTAN. A lo largo de 2021, expertos en ciberseguridad de Estados Unidos y la organización sin ánimo de lucro CRDF Global colaboraron con el Gobierno de Ucrania en la redacción de su estrategia de ciberseguridad nacional. Estos socios han seguido apoyando la ciberdefensa ucraniana durante la guerra; por ejemplo, han ayudado a detectar ataques y han suministrado equipos y software. 

En la semana anterior a la invasión total, las agencias gubernamentales ucranianas, con la asistencia de algunas de las principales empresas tecnológicas del mundo, empezaron a trasladar sus datos y su información a la nube para garantizar su almacenamiento fuera del país. Amazon suministró a Ucrania dispositivos “Snowball” —unidades de almacenamiento informático del tamaño de una maleta— para ayudar a almacenar y transferir datos, incluidos los registros catastrales del país. En diciembre de 2022, había ayudado a trasladar unos 10 petabytes de datos a la nube, lo que equivale a varios cientos de miles de largometrajes. 

Desde entonces, los gigantes de la tecnología han seguido ayudando a la ciberdefensa ucraniana, con el suministro de software de protección frente a intrusiones y la puesta en común de información sobre ataques detectados. Google, por ejemplo, amplió el acceso a su software gratuito Project Shield, lo que contribuyó a crear un eficaz “paraguas cibernético” que protege las webs de Ucrania frente a ataques. Solo Microsoft ha calculado ya que su apoyo a Ucrania en 2022-2023 alcanzará un valor de 400 millones de dólares. Además, CRDF Global se convirtió en plataforma para la Cyber Defence Assistance Collaborative, una amplia red de empresas y organizaciones que ayudó a coordinar muchas de estas labores en cooperación con el Gobierno ucraniano y las entidades de infraestructuras críticas.

Por último, organizaciones de voluntarios hacktivistas, dentro y fuera de Ucrania, incluidos Anonymousand y el IT Army of Ukraine, han estado atacando, por ejemplo, al Gobierno y los medios rusos con ciberataques en apoyo de Ucrania, vitoreados por Fedorov.

“[La cantidad de ciberataques rusos] no está disminuyendo, pero sí su calidad […] Los rusos agotaron todo lo que habían preparado al principio de la invasión: no se esperaban una defensa tan fuerte.”

General de brigada Yurii Shchyhol, jefe del Servicio Estatal de Comunidades Especiales de Ucrania, 2023.

Las ciberoperaciones han sido una característica frecuente de la guerra, y los ciberataques contra Ucrania ascienden a al menos 470 casos documentados en el último año. Su impacto en la trayectoria de la propia guerra, no obstante, parece haber sido limitado. Naturalmente, esto se debe en gran parte a la defensa ucraniana, pero hay algunos factores en el lado ruso que también podrían ayudar a explicarlo. 

Los ciberataques rusos contra los servidores del Gobierno ucraniano, las infraestructuras críticas y los medios han sido intensos. Algunos ejemplos han sido los ataques de tipo defacement, con los que los atacantes modifican el aspecto visual o el contenido de una web, así como los ataques de negación del servicio y el uso de malware para borrar los discos duros de los ordenadores. Sin embargo, a pesar del volumen, en buena medida parecen haber fracasado o no haber tenido un impacto duradero en la capacidad militar de Ucrania o el funcionamiento de su sociedad. Algunos de estos ataques parecen haber sido obra de hacktivistas vinculados al Gobierno ruso.

Los analistas han encontrado pocos indicios de que Rusia haya utilizado ciberataques con objetivos militares estratégicos. Los ejemplos de uso de la guerra cibernética eficaz por parte de Rusia en coordinación con las operaciones cinéticas son escasos y esporádicos. Un caso —y prácticamente el único— parece haber sido el ciberataque contra las redes de satélites Viasat el 24 de febrero. Sin embargo, aún se desconoce su impacto militar. Por ejemplo, Victor Zhora, uno de los más altos funcionarios de Ucrania en materia cibernética, ha afirmado que las comunicaciones del ejército no dependían solo de las redes de Viasat. 

Otros casos de operaciones cinéticas y cibernéticas aparentemente coordinadas son el ataque de Rusia a las redes de la empresa estatal ucraniana de energía nuclear, Energoatom, antes de la ocupación de la central eléctrica de Zaporiyia que opera la empresa, así como los ataques cinéticos y cibernéticos contra la compañía eléctrica ucraniana DTEK en julio de 2022. Sin embargo, algunos observadores han señalado que los componentes cinéticos y cibernéticos de estos ataques no estaban coordinados ni sirvieron al mismo objetivo, sino que simplemente coincidieron en el tiempo. 

El reducido éxito de las ciberoperaciones podría deberse a una falta de capacidad, o tal vez de voluntad, de las fuerzas rusas para utilizarlas en pos de objetivos estratégicos. Es probable que esto se deba a que los mismos objetivos pueden alcanzarse de modo más fácil y barato por medios cinéticos: los numerosos ataques aéreos rusos a las infraestructuras críticas de Ucrania han causado mucho más daño que sus operaciones cibernéticas. Como expuso Shchyhol, Rusia tampoco parece haber estado preparada para repetir ciberoperaciones complejas en un escenario de guerra larga. Podría, no obstante, estar reservándose sus capacidades para objetivos de alto valor fuera del contexto directo de la lucha en Ucrania, como infraestructura que afecte a Estados Unidos o países de la OTAN. También es probable que Rusia simplemente se esté beneficiando más del uso de sus capacidades para fines de inteligencia que para operaciones cibernéticas ofensivas.

De hecho, Rusia parece haber empleado las ciberoperaciones principalmente para intentar influir en la opinión pública, en Ucrania y en el extranjero, y recabar información. También las ha dirigido hacia los aliados de Ucrania en Occidente. Esto está en consonancia con la doctrina rusa, que hace hincapié en el uso de las ciberoperaciones para estos objetivos en concreto.

Guerra definida por software: IA, datos y aplicaciones 

La guerra definida por software es omnipresente en la guerra rusa contra Ucrania. Es, sin embargo, difícil de precisar: más que un sistema que llame la atención y produzca titulares, la IA está ayudando a mejorar los sistemas existentes de múltiples maneras, y aplicaciones programadas ad hoc para esta guerra mejoran las capacidades de las fuerzas armadas en ambos bandos.

“Las armas y sistemas mejorados con IA son notablemente distintos de los convencionales: cuanto más tiempo estén desplegados, más datos se podrán recoger para mejorarlos directamente.”

Robin Fontes y Jorrit Kamminga, expertos en defensa e IA, 2023.

Ucrania ha aprovechado el campo de batalla digital. La recopilación, fusión y análisis de datos ha sido un elemento fundamental de la exitosa defensa de Ucrania en el primer año de la guerra. El nuevo software y la IA ayudan a actualizar las funciones existentes de los sistemas heredados. La IA se está utilizando en las operaciones con drones para automatizar procesos como el despegue y el aterrizaje. Los procesos automatizados también se están empleando para la adquisición de objetivos, tras lo cual los humanos son avisados para que confirmen los objetivos seleccionados, y la información es remitida de modo automático al sistema ucraniano de gestión de batallas. A través de este proceso, el ciclo sensor-tirador —el tiempo que transcurre desde la detección de un objetivo hasta su destrucción— se ha reducido a poco más de 30 segundos. Según el CEO de Palantir, Alex Karp, la empresa estadounidense de análisis de datos está muy implicada en la mejora de las funciones de selección de objetivos, desde los tanques a la artillería, y es “responsable de la mayor parte de la selección de objetivos en Ucrania”.

El análisis de datos es otro tipo de sistema basado en IA fundamental. Empresas como Primer, especialistas estadounidenses en análisis de datos, emplean tecnología de procesamiento del lenguaje natural para captar, transcribir, traducir y analizar las comunicaciones rusas. El desarrollador europeo de IA militar Helsing está trabajando con las fuerzas armadas ucranianas en el análisis de las imágenes de satélite, acelerando enormemente los tiempos de procesamiento. Asimismo, la empresa estadounidense Scale AI se sirve del aprendizaje automático para analizar imágenes de Ucrania. Esto ayuda a las fuerzas ucranianas a saber dónde se están produciendo los ataques y a evaluar los daños con más rapidez y precisión de lo que permitirían los partes humanos. La startup alemana Transversals está analizando los datos de dominio público, como los recabados en las redes sociales, desde cerca del frente ucraniano. La IA permite traducir, combinar datos con metadatos, geolocalizar y datar la información y mucho más. De este modo, Ucrania ha aumentado considerablemente su conciencia del campo de batalla. Además, la guerra definida por software ha hecho tan sencillo el uso de activos estratégicos, como los satélites o los drones de gran altitud, que han adquirido un carácter táctico. 

También se utiliza el reconocimiento facial. La empresa estadounidense Clearview ha colaborado con el Ministerio de Defensa ucraniano, que utiliza la tecnología de la compañía para identificar personal ruso fallecido a través de sus perfiles en las redes sociales con el fin de notificar su muerte a las familias y entregarles sus cuerpos.

“Ahora es necesario garantizar la introducción de tecnologías de inteligencia artificial [IA] en armas que determinen el aspecto futuro de las Fuerzas Armadas.”
Serguéi Shoigú, ministro de Defensa ruso, 2021.

El liderato ruso estaba entusiasmado con la IA en los años previos a la invasión total. Sin embargo, puede que sus capacidades no estén a la altura de su ambición, por una mezcla de retraso tecnológico, fuga de cerebros, sanciones occidentales y aislamiento internacional. Solo se dispone de información limitada sobre la utilización rusa de software basado en IA, pero, hasta la fecha, parece haber pocos indicios claros —o nulos— de que las fuerzas ucranianas utilicen IA rusa avanzada para la toma de decisiones.

En junio de 2023, los canales de Telegram en lengua rusa informaron de que se estaban utilizando capacidades de IA en la munición de merodeo Lancet-3 para analizar datos de imágenes y vídeo, pero son afirmaciones difíciles de confirmar. Bendett señala que lo que afirma el liderazgo militar ruso afirma respecto a sus capacidades de IA dista mucho de los resultados prácticos reales en Ucrania. Además, los temores de que Rusia pudiera usar deep fakes —vídeos modificados o generados por IA— para sembrar la confusión tampoco se han materializado: con un vídeo falso, se pretendió mostrar al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, rindiéndose a Rusia, pero fue desacreditado enseguida. 

El espacio

El espacio se ha vuelto más accesible en las últimas décadas, sobre todo con la aparición de la industria aeroespacial privada, o el “nuevo espacio”. Los analistas, por su parte, se han referido a la guerra rusa contra Ucrania como la primera “guerra espacial comercial” —la guerra del Golfo de 1991 fue la primera “guerra espacial”—, y el mundo puede mantenerse al tanto del conflicto casi en tiempo real a través de las imágenes de los satélites comerciales. También es la primera guerra en la que ambas partes han utilizado capacidades espaciales. Rusia parece no haber usado el pleno potencial de sus activos espaciales, pero la dimensión espacial ha resultado ser más importante para Ucrania.

“Starlink es hoy la columna vertebral de las comunicaciones militares de Ucrania.” 

Elon Musk, CEO de SpaceX, 2023.

El espacio ha sido fundamental para las comunicaciones ucranianas, principalmente gracias a los satélites Starlink de la empresa estadounidense SpaceX, que proporcionan acceso a internet a alta velocidad. “Starlink es, en efecto, la sangre de toda nuestra infraestructura de comunicación”, dijo Fedorov en una entrevista. Más de 30.000 terminales de Starlink fueron entregados a Ucrania en los primeros quince meses de la guerra, lo que proporcionó comunicaciones seguras tanto al ejército como al Gobierno y la ciudadanía. Starlink ha demostrado ser relativamente resistente, y ha capeado o contrarrestado los ciberataques e interferencias. Shchyhol lo ha reconocido como la ayuda digital más útil que ha recibido el país. Más allá del uso militar inmediato, el hecho de que Ucrania no haya quedado aislada del mundo gracias a las comunicaciones por satélite ha tenido un gran impacto estratégico. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha mantenido reuniones virtuales con dirigentes internacionales, se ha mantenido muy activo en las redes sociales y Ucrania ha sido capaz de contrarrestar la campaña de información rusa.

La guerra de los memes

La conectividad a internet no ha sido solo importante para los dirigentes de Ucrania y la actividad militar de sus fuerzas armadas. La guerra de la información siempre ha tenido importancia, pero la inmediatez de las redes sociales ha creado un nuevo entorno. Una de las formas más inesperadas en que los simpatizantes de Ucrania fuera del país están mostrando su apoyo es a través de la OFAN, la “Organización de Colegas del Atlántico Norte” (NAFO, North Atlantic Fella Organisation). La organización, cuyo nombre es un juego de palabras con las siglas OTAN, se sirve de las redes sociales y la cultura de los memes para conectar a los defensores de Ucrania en todo el mundo y enfrentarse al aparato propagandístico de Rusia, principalmente en Twitter. Los “colegas” de la OFAN utilizan como avatar imágenes personalizadas de Doge, el perro shiba inu que se convirtió en un meme de internet. Se enfrentan a las cuentas de desinformación rusa y desafían sus afirmaciones, a menudo absurdas, con humor y publicaciones basura. Han inundado Twitter de memes que se burlan de Vladímir Putin. 

La organización tiene un profundo arraigo en la cultura de internet, y quizá a los no entendidos les cueste captar sus referencias. Pero la labor de la OFAN ha contribuido a crear un entorno informativo en Occidente favorable a Ucrania. La organización también tiene facetas más serias, como su contribución al crowdfunding, con el dibujo de un Doge personalizado que suele formar parte de las donaciones a las organizaciones ucranianas. La OFAN incluye a periodistas y políticos; se ha visto al jefe del ejército de Ucrania luciendo un parche de la OFAN. UNITED24, una iniciativa de recaudación de fondos del presidente ucraniano, solicitó donaciones en marzo de 2023 para comprar drones de ataque con vista de primera persona, los “Flyin’Fellas SquaDrone” [EscuaDrón de Colegas Voladores]. Sin el uso de activos espaciales, los considerables esfuerzos de la OFAN por levantar la moral y recaudar fondos no habrían llegado a la población de Ucrania.

El ejército ucraniano también ha hecho un amplio uso de los activos espaciales para inteligencia, vigilancia y reconocimiento. Ucrania ha recurrido a la tecnología de posicionamiento, navegación y sincronización (PNT) para llevar a cabo ataques de precisión contra objetivos clave, y el radar de alerta temprana ha podido rastrear el lanzamiento de misiles balísticos. En gran medida, Ucrania ha dependido de los activos de empresas tecnológicas privadas, en su mayor parte estadounidenses. Ucrania ha vuelto a utilizar satélites Starlink para guiar los ataques con drones. Empresas como HawkEye 360, especializada en la vigilancia de radiofrecuencias, ha podido rastrear los inhibidores de GPS rusos. Las imágenes por satélite del radar de apertura sintética (SAR, por sus siglas en inglés) de Maxar, que proporciona imágenes nocturnas o con escasa visibilidad, no solo informan al Gobierno y el ejército, sino que la empresa también las comparte con los medios de comunicación, en cuyas informaciones aparecen con frecuencia. 

Además, entre los activos espaciales no estadounidenses utilizados por Ucrania figuran Satellogic, una empresa argentina de observación de la Tierra que provee imágenes de alta resolución, y el satélite SAR, de la finlandesa ICEYE. El ejército ucraniano ha reportado un éxito considerable en el empleo de ICEYE, y afirma que el daño causado al ejército ruso en los dos primeros días de uso de sus datos ya habían superado con creces el coste de la compra. 

Los ucranianos también han utilizado imágenes de satélites comerciales para moldear la opinión pública y para otros fines de comunicación estratégica. Ha sido fundamental para contrarrestar la desinformación. Por ejemplo, justo antes del inicio de la guerra, cuando las tropas rusas iban en aumento a lo largo de la frontera ucraniana, la gente de todo el mundo pudo ver lo que estaba pasando, a pesar de que Putin lo negara.

Las imágenes por satélite también se han empleado para documentar posibles crímenes de guerra rusos, como en la ciudad ucraniana de Bucha, y para identificar fosas comunes. Este es el primer gran conflicto en el que los medios de comunicación han tenido acceso generalizado a información que antes solo estaba al alcance de los servicios de inteligencia militar. Esto también ha hecho que dichos servicios estén más abiertos a divulgar su propio material, ya que gran parte de la información está a disposición del público.

“A pesar de la larga historia de los vuelos espaciales soviéticos y rusos, no está tan claro que el ejército ruso se haya beneficiado más del espacio que el lado ucraniano.”

David T. Burbach, profesor de Asuntos de Seguridad Nacional, 2023

Rusia tiene acceso a todas las funciones que podrían convertirla en una gran potencia espacial, incluida una amplia gama de satélites para comunicaciones, PNT, ISR y alerta temprana. Sin embargo, el uso e impacto de estos satélites en esta guerra han sido hasta ahora modestos. Aunque Rusia hubiese utilizado PNT basados en el espacio para los ataques de precisión, por ejemplo, sus misiles de crucero lanzados desde el aire parecen estar fallando sus objetivos. De esto se deduce que las fuerzas rusas son incapaces de utilizar PNT con eficacia para apuntar con precisión. Además, las informaciones de prensa indican que los sistemas de comunicación de las fuerzas rusas no funcionan bien, lo que quiere decir que el ejército ruso ha confiado en dispositivos de comunicación no seguros, como la radio y los teléfonos móviles, en vez de las comunicaciones militares por satélite cifradas. 

Algunos observadores preveían que el ejército ruso interceptaría la señal GPS en Ucrania en mucha mayor medida de lo que han hecho hasta ahora, y están debatiendo si se trata de un problema de capacidad o una decisión táctica: algunas tropas rusas confían en el GPS, en vez del equivalente ruso GLONASS, de modo que tal vez sea poco ventajoso trastocarlo. Además, los equipos de la era soviética que Ucrania ha estado utilizando no dependen del GPS, por lo que no se verían afectados, de todos modos. 

Rusia tampoco ha utilizado sus armas cinéticas antisatélite, una de las cuales probó con éxito contra su propio satélite (ante las condenas generales) en 2021. Que las autoras sepan, tampoco ha habido casos verificados en los que Rusia haya usado su sistema antisatélite Peresvet, que podía emplear láseres para cegar o destruir satélites de reconocimiento. Una explicación podría ser que el número de satélites es simplemente demasiado alto para que merezca la pena llevar a cabo ataques cinéticos. En su lugar, Rusia se ha ceñido a los ciberataques y los intentos de inhibir sus señales, que tienen la ventaja de que es difícil determinar su autoría y de situarse en la zona gris de lo que constituye un acto de guerra.

Algunos analistas también han sostenido que el uso limitado del espacio está en consonancia con la doctrina rusa, que supone que los activos espaciales serán interceptados o suplantados durante la guerra y, por tanto, las fuerzas rusas planifican el empleo de otras capacidades. Algunos expertos, como Leah G. Lauderback, general de división de la Fuerza Espacial estadounidense, plantean que Rusia es muy capaz respecto al uso de sus recursos espaciales, pero que simplemente depende menos del espacio para librar una guerra que, por ejemplo, Estados Unidos, más avanzado en términos tecnológicos. Sin embargo, también hay problemas estructurales bien conocidos en el ejército ruso, que afectan negativamente a los equipos y a la instrucción, y que tienen un gran impacto en su capacidad para utilizar sistemas espaciales complejos.

Lecciones para Europa y más allá

Sería imprudente hacer afirmaciones terminantes basadas en la información de un conflicto en curso. La información relativa a la guerra sigue siendo incompleta, y, como en cualquier guerra, presenta idiosincrasias que es improbable que se repitan exactamente igual en futuros conflictos. Se trata sobre todo de una guerra terrestre; en el momento de escribir estas líneas, los sistemas aéreos tripulados han sido neutralizados debido en gran medida a las defensas antiaéreas. Es una Materialschlacht: una lucha en la que se lanzan al combate grandes cantidades de tanques, artillería y munición de fabricación soviética. 

Del mismo modo, el apoyo material que los aliados occidentales están proporcionando a Ucrania —así como que ambas partes beligerantes dispongan de un hinterland (el territorio ruso en el caso de Rusia; algunas partes de Ucrania así como socios vecinos en el caso de Ucrania) que pueden utilizar para trasladar material de forma segura, asentar infraestructuras clave o fabricar y mantener equipos— no son circunstancias que quepa suponer que estarán presentes en un futuro enfrentamiento militar en el que puedan encontrarse los europeos. 

No obstante, los europeos pueden extraer algunas lecciones de este conflicto. Nuestro análisis demuestra que son varias tecnologías emergentes las que están desempeñando un papel fundamental en la guerra. Están cambiando el contexto de la lucha, su velocidad, e implican a nuevos actores. Los europeos deberían tener en cuenta las cuatro observaciones siguientes al basarse en las experiencias de la guerra hasta el momento.

Lección 1. Las empresas tecnológicas privadas desempeñan un papel cada vez más importante en la guerra. 

Estas empresas privadas —y en su mayoría civiles— han proporcionado sistemas y servicios cruciales a los ucranianos y sus fuerzas armadas durante toda la guerra. Los papeles más visibles que han tenido estas compañías han sido en la conectividad a internet y en el campo de la computación en la nube y la cibernética. Otras empresas han proporcionado hardware, como los drones, o software, para mejorar los sistemas heredados. 

Desde el principio de la invasión total —y, en algunos casos, antes—, las empresas occidentales tomaron la decisión de tomar partido por Ucrania. Suspendieron (algunas de) sus actividades en Rusia (también para cumplir las sanciones) y ayudaron activamente a Ucrania en su lucha, a menudo sin cobrarle al Gobierno ucraniano por los equipos y servicios. Un representante de una empresa señaló que el apoyo a Ucrania era parte de sus planes y de su misión.[i] Sin embargo, las actividades en Ucrania también son un medio para que las empresas muestren sus productos y capacidades a futuros clientes. Se suelen conocer pocos detalles, no obstante, ya que las empresas no quieren poner en peligro el esfuerzo bélico con la revelación de demasiada información sobre el preciso carácter de sus actividades.

El Gobierno ucraniano parece haber tenido especial éxito en el trato con las empresas privadas, y en crear relaciones en las que han podido confiar durante el esfuerzo bélico. Representantes de varias empresas han señalado lo fácil que ha sido trabajar con el Gobierno ucraniano y la receptividad de los funcionarios.[ii] En abril de 2023, Ucrania puso en marcha el portal Brave1 para facilitar aún más la innovación público-privada. 

De este modo, las operaciones de las empresas privadas en Ucrania ponen de relieve el potencial para los gobiernos de trabajar al margen de las adquisiciones exclusivamente militares. El rápido despliegue de los terminales Starlink, por ejemplo, puso de manifiesto las ventajas de los sistemas comerciales frente a los militares: son relativamente baratos en comparación con los satélites del ejército o del Estado y son más rápidos de producir y desplegar. Además, a menudo ya hay abundantes existencias a la venta. Así ha sido sobre todo en el caso de los drones civiles, que se utilizan por decenas de miles. Se pueden comprar fácilmente, incluso pueden hacerlo particulares que quieran ayudar, y utilizarse de inmediato. Amazon pudo recurrir a las cadenas logísticas existentes para ayudar a transportar los dispositivos Snowball para sus operaciones en la nube. En las áreas orientadas al consumidor, las capacidades privadas son superiores a las de los Estados; como dijo un ejecutivo en una conversación privada: “Nosotros tenemos un equipo de ciberseguridad trabajando en cualquier momento del día. Los Estados no pueden ofrecer eso”.[iii] Del mismo modo, no se sabe si algún Estado podría haber proporcionado siquiera el mismo nivel de conectividad a internet que Starlink. 

La UE y algunas instituciones europeas ya han aprendido algunas lecciones de la guerra en este sentido. En la reunión de la Agencia Espacial Europea (ESA) de noviembre de 2022, los funcionarios subrayaron la importancia del acceso independiente de Europa, para disponer de unas comunicaciones seguras y facilitar una respuesta rápida y resistente a las crisis, entre otros motivos. Los Estados miembros aprobaron una inversión de 16.900 millones de euros para contribuir a dicho objetivo de aquí a 2026. Los responsables de la ESA también han insistido en la necesidad de invertir en áreas de crecimiento comercial, incluidas las startups europeas, así como de reformar la agencia para que compre servicios, en vez de desarrollar sistemas, en consonancia con el diseño orientado al mercado que dio lugar a SpaceX. Además, la Comisión Europea y el Fondo Europeo de Inversiones ponen a disposición del emprendimiento espacial 1000 millones de euros a lo largo de cinco años a través de la iniciativa CASSINI. 

Sin embargo, trabajar con proveedores comerciales también genera vulnerabilidades. A principios de este año, SpaceX informó de que había tomado medidas para limitar el uso militar ucraniano de Starlink, con el argumento de que la intención nunca había sido que se utilizara con fines militares ofensivos. The New York Times reveló en julio que, a veces, las fuerzas armadas ucranianas modificaron sus operaciones debido a las decisiones de Musk respecto a cuándo y dónde se disponía de conectividad a internet a través de Starlink.

En octubre de 2022, Musk pidió al Pentágono una compensación económica por los costes de los terminales y el servicio de conexión. Tanto las autoridades ucranianas como las estadounidenses cuestionaron esta petición, entre otros motivos porque gran parte de las actividades de Starlink en el país ya estaban siendo financiadas por los aliados de Ucrania, además de por crowdfunding y donaciones privadas. Según las cifras que SpaceX facilitó al Pentágono, en torno al 85 por ciento de los terminales y el 30 por ciento de los costes de conectividad los estaban pagando países aliados, y en particular Polonia y Estados Unidos. Musk retiró posteriormente la petición de financiación. 

Estos episodios fueron un recordatorio palmario de que los actores comerciales funcionan con una lógica de mercado, y que su balance financiero podría influir considerablemente en la trayectoria de las guerras. Además, algunos medios conjeturaron que los actos de Musk eran consecuencia directa de sus presuntos vínculos con Moscú. Al margen de cuál sea la validez de dicha afirmación, pone de relieve otra dimensión de complejidad relacionada con la dependencia de decisiones tomadas por personas ajenas al control y la rendición de cuentas democráticos. 

Al mismo tiempo, las empresas privadas no necesariamente pueden controlar quién utiliza sus productos y con qué fines. El fabricante chino de drones DJI suspendió sus operaciones en Rusia y Ucrania al principio de la guerra, pero los drones de la empresa siguen siendo sistemas civiles habituales en el campo de batalla. El software de libre acceso, como la herramienta de reconocimiento facial de Clearview, puede ser utilizado por todos y para fines que la empresa podría no aprobar (por ejemplo, la selección de objetivos), sin que esta pueda restringir su uso.

Recomendaciones

Los gobiernos europeos deben reconocer el importante papel que probablemente desempeñarán las empresas privadas en futuros conflictos. Deberían potenciar las asociaciones público-privadas en materia de servicios tecnológicos fundamentales y establecer un diálogo periódico con las empresas. 

Los Estados europeos deberían incluir con frecuencia sistemas, equipos e incluso actores comerciales en sus ejercicios militares. Tienen que aprender de Ucrania cómo se pueden integrar en el ejército sistemas prefabricados con una mínima burocracia y un impacto inmediato, lo cual no es el caso de las adquisiciones militares europeas en la actualidad. Los actores privados con los que hablamos para esta investigación recalcaron la rapidez y la facilidad de la comunicación con sus homólogos ucranianos: “En seis semanas hicimos cosas que en otras partes nos habrían llevado meses o años”, dijo el representante de una empresa.[i] Las adquisiciones en tiempos de paz nunca pueden —ni deben— intentar igualar los procedimientos de la situación extrema de una guerra existencial. Aun así, los europeos deberían replantearse sus procesos para asegurar que puedan alcanzar con rapidez los niveles de guerra, si es necesario. Esto también supone establecer relaciones y comunicaciones, hoy inexistentes, con empresas en las que se pueda confiar en un momento de necesidad. Una plataforma oficial como Brave1 también podría ser una opción para los europeos.

Sin embargo, los gobiernos europeos deben reflexionar detenidamente sobre cómo regular la cooperación con los actores comerciales. Deben estudiar cómo definir los requisitos y protocolos para el uso militar de productos comerciales. Será fundamental garantizar que diseñan una cooperación público-privadas y que no son vulnerables a los caprichos de los CEO o las juntas generales, o a la lógica de mercado de los actores comerciales. Los responsables de las políticas estadounidenses ya están trabajando para potenciar las asociaciones con estas empresas comerciales en materia de activos espaciales. También están estudiando cómo diseñar acuerdos que garanticen su plena disponibilidad en momentos de conflicto en el marco de un nueva iniciativa llamada Reservas Espaciales de Aumento Comercial. Aunque Estados Unidos es una gran potencia espacial con capacidades muy distintas a las de los países europeos, la UE y sus miembros deberían intentar estudiar sus ideas y diseños más prometedores.

Los gobiernos europeos también deben apoyar el desarrollo de soluciones comerciales europeos, sobre todo a la luz de los esfuerzos por aumentar la soberanía europea. Aunque Estados Unidos es un socio cercano para los europeos, estos no deben dar por sentado que, en cualquier futuro conflicto, las empresas estadounidenses trabajarán con ellos por norma. Un avance prometedor en el sector espacial es la propuesta de empresa conjunta entre la compañía de satélites francesa Eutelsat y la británica OneWeb, que daría lugar a un competidor europeo más fuerte frente a Starlink, de SpaceX, y Kuiper, de Amazon. La UE, la ESA y las instituciones europeas deberían seguir apoyando iniciativas como esta dentro del modelo de diseño orientado al mercado. En cuanto a los drones comerciales, los proveedores europeos, al igual que los estadounidenses, están irremediablemente rezagados respecto a las empresas chinas. Si los europeos no quieren depender de China en este ámbito, puede ser necesario apoyar económicamente a las empresas de drones nacientes o limitar la importación de sistemas chinos baratos. 

Los gobiernos también deben considerar el alcance de la responsabilidad que han de asumir en la protección de los sistemas comerciales y sus productores. Por ejemplo, se ha hablado de la posibilidad de que los gobiernos ofrezcan indemnizaciones a los actores privados como requisito previo a la firma de contratos con empresas comerciales.

Las empresas privadas también deberían extraer lecciones de la guerra. Ya deberían estar preparándose para la posibilidad de que sus productos, en su caso, puedan ser utilizados en un futuro conflicto. La agresión rusa y su flagrante vulneración del derecho internacional no dejó mucho lugar al debate respecto a qué bando apoyar. Sin embargo, en futuros enfrentamientos, las cosas podrían no estar tan claras, sobre todo si hay intereses comerciales por ambas partes. Por tanto, las empresas deben definir procedimientos sobre cómo tomarán tales decisiones. 

Además, las empresas privadas han de prepararse para que sus productos, y posiblemente incluso su personal, puedan ser objetivos en futuros conflictos. El ya citado ciberataque a Viasat es un buen ejemplo. Rusia ya ha declarado que considera que los satélites privados son objetivos legítimos de represalias en tiempo de guerra. Esto significa que los actores privados podrían pensárselo dos veces antes de acceder a prestar sus servicios a gobiernos y ejércitos. Otros tienen poco control sobre cómo se utilizan sus productos: se sabe que, en la guerra de Ucrania, ambos bandos forzaron el sistema operativo de DJI para cambiar los datos de localización que emite.

Por último, las empresas que prestan servicios con fines militares deberán reforzar sus sistemas de seguridad para resistir, por ejemplo, a los ciberataques. Hasta ahora, los sistemas comerciales no han estado sujetos al mismo nivel de requisitos de ciberseguridad que los militares y —por definición— no están construidos para resistir ese nivel de ataque. A escala europea, ya se están tomando medidas en esta dirección, con una normativa comunitaria en vigor que refuerza los requisitos de seguridad para una amplia gama de productos comerciales. Además, el programa de conectividad segura de la UE, “Infraestructura para la Resiliencia, la Interconectividad y la Seguridad por Satélite” (IRIS2), tendrá en cuenta las necesidades y requisitos militares.

Lección 2. Las nuevas tecnologías pueden permitir y motivar la participación a título personal en la guerra. 

Uno de los aspectos más novedosos de la guerra en Ucrania relacionados con las nuevas tecnologías es cómo han permitido y motivado la implicación de los ciudadanos a título personal. Los expertos militares Jahara Matisek, William Reno y Sam Rosenberg han acuñado a este fenómeno “asistencia informal a la seguridad”.

Por supuesto, la participación del “pueblo” en la guerra ha sido un tema de debate durante cientos de años. El teórico de la guerra prusiano Carl von Clausewitz, por ejemplo, escribió sobre la trinidad del Gobierno, el ejército y el pueblo. Los gobiernos europeos emitieron bonos de guerra durante las dos guerras mundiales y les pidieron a sus poblaciones que contribuyeran económicamente a los esfuerzos bélicos. Sin embargo, con la hiperconectividad de las redes sociales, esta dimensión parece haber alcanzado un nuevo nivel, y no hay razón para suponer que no influirá en los futuros enfrentamientos.

Ucrania ha adoptado el enfoque de implicar en la guerra a toda la nación. Los civiles ucranianos tenían pocas opciones en cuanto a su participación, puesto que sus casas están siendo bombardeadas y sus infraestructuras críticas, destruidas. Aun así, incluso antes de la invasión de 2022, la sociedad civil ucraniana y los particulares ya estaban activamente involucrados en la defensa del país. Por ejemplo, Aerorozvidka depende de las donaciones públicas a través de su web y sus cuentas en las redes sociales. Los ucranianos también mandan pistas al ejército sobre el avance de las fuerzas rusas y los misiles entrantes a través de aplicaciones o chatbots de Telegram. El Gobierno ucraniano ha creado una web y una aplicación donde la gente puede dejar su testimonio sobre los crímenes de guerra rusos. 

No son solo los civiles de Ucrania los que han participado en los esfuerzos bélicos. Las nuevas tecnologías también han posibilitado que personas del extranjero se involucren. La resistencia de Ucrania ha atraído a miles de combatientes extranjeros de todo el mundo. Con independencia de su ubicación, la gente pudo ser consciente de la situación en Ucrania, y también gracias a los innumerables vídeos captados por los drones y las imágenes por satélite publicadas en las redes sociales.

Además, la tecnología ha permitido a quienes no pueden o no quieren ir a Ucrania apoyar el esfuerzo bélico desde la distancia. Numerosas iniciativas internacionales de crowdfunding apoyan a las tropas de Ucrania, a menudo con el respaldo de figuras famosas. Se organizan a través de las redes sociales, lo que permite enviar dinero mediante plataformas como PayPal, o utilizar criptomonedas, y han recaudado fondos para comprar equipos como drones y terminales Starlink. Las recaudaciones proceden de países tan cercanos como Lituania y Polonia y de otros a un océano de distancia, como Canadá. Baykar, el fabricante turco del TB2, que muchas iniciativas de crowdfunding aspiraban a comprar, respondió a ellas más de una vez proporcionándole a Ucrania los drones de forma gratuita y sugiriendo donar el dinero recaudado a organizaciones de ayuda humanitaria. Los soldados ucranianos les dijeron a los investigadores que, en un momento dado, el esfuerzo por comprar TB2 era tal, que se generaron problemas de suministro. Al parecer, las tropas rusas también recaudan dinero para comprar drones, sobre todo cuadricópteros, a través de Telegram y otras redes sociales.

Los ciberjusticieros han llevado a cabo operaciones en la red de apoyo a la guerra —en ambos bandos— más o menos alentados por agentes estatales. Los investigadores aficionados emplean herramientas de inteligencia de fuentes abiertas, como las de reconocimiento facial, de geolocalización y demás para ayudar al bando que apoyan. Como apuntan Matisek, Reno y Rosenberg, antes los comandantes o los prisioneros de guerra aparecían como rostros anónimos en las noticias, y solo eran reconocibles para sus allegados o para los servicios de inteligencia. En cambio, ahora puede cualquiera, en cualquier lugar, seguirles la pista.

Recomendaciones

Los europeos deberían empezar a plantearse cómo hacer frente a una ciudadanía comprometida en el contexto de una guerra. Será un reto importante, sobre todo en las democracias europeas, donde existe un internet libre y abierto y la opinión pública importa. La implicación de la ciudadanía es, por lo general, positiva, pero puede agravar la polarización, ser instrumentalizada por los adversarios o provocar presiones que obstaculicen la diplomacia internacional. 

Los Estados europeos deberían ser proactivos y establecer mecanismos para coordinar y hacer uso de voluntarios civiles que puedan darle un impulso a las capacidades. Un ejemplo prometedor es fomentar la participación a título personal en la ciberdefensa (en vez de en el ataque), para contar con personas que, de otro modo, podrían dedicarse a ejercer de ciberjusticieros con escaso impacto positivo en los objetivos estratégicos militares. La idea de utilizar a los civiles como recursos de inteligencia, a través de chatbots u otros medios de envío de información, también podría ser una opción para los europeos. 

Los europeos también deberían extraer lecciones de Ucrania respecto a cómo ganarse a las personas y dirigir su participación de manera positiva. Los dirigentes ucranianos han adoptado de forma impresionante el tono ligero y sarcástico de internet en sus propias comunicaciones en las redes sociales, sin perder nunca de vista la gravedad y la tragedia de la situación. El Gobierno ha sabido utilizar esas iniciativas en su beneficio, sin “oficializarlas” demasiado y destruir así los elementos que las hacen “molonas”. Está por ver si los gobiernos occidentales, o la UE, tienen la capacidad para comportarse de forma parecida.

Lección 3. La cantidad sigue importando 

La guerra en Ucrania ha sido un recordatorio de que, si bien la tecnología moderna puede aportar ventajas frente a sistemas más antiguos —piénsese en el debate en torno a los tanques y aviones occidentales—, la cantidad sigue importando. Como dijo sucintamente la expresidenta estonia Kersti Kaljulaid: “De nada sirve tener un arma de lujo si el enemigo tiene 10.000 que no lo son”. 

La masa ha sido una característica importante de esta guerra, que en parte ha sido una pura Materialschlacht. En cuanto sucesora de la Unión Soviética, Rusia ha podido desplegar una cantidad inaudita de sistemas, sobre todo miles de tanques. Ucrania, gracias al apoyo de los aliados occidentales, también ha llevado a la batalla unas impresionantes cantidades de armas y munición. La guerra ha puesto en tela de juicio la capacidad militar-industrial occidental, ya que Ucrania utiliza a veces más proyectiles de artillería en un mes de los que pueden producir todos los fabricantes europeos en un año entero.

Pero las nuevas tecnologías también han aparecido en masa: Rusia ha utilizado cientos de drones kamikaze para saturar y superar a las defensas antiaéreas ucranianas. En un reciente estudio, se calculaba que Ucrania pierde hasta 10.000 drones al mes, la mayoría de ellos sistemas civiles no reforzados. Dado que Ucrania prevé fabricar 200.000 drones durante el próximo año, y que Rusia aspira a construir 6000, parece que incluso las armas “de lujo” tendrán que adquirirse ahora en grandes cantidades. 

Otro ámbito donde se evidencia el efecto del uso de sistemas comerciales es su contribución a la resistencia, tanto al ofrecer diversos sistemas como, en el caso de los drones o los satélites, por su gran número (cientos e incluso miles). Para el atacante, esto le supone tener que trastocar varios sistemas diferentes y un gran número de objetivos para producir un efecto importante, en vez de atacar un pequeño número de objetivos militares de alto valor que puedan ser más difíciles de reemplazar.

También, en el ámbito cibernético, las lecciones de Ucrania indican que la ciberamenaza a la que se enfrentaría Europa podría no consistir necesariamente en ataques complejos dirigidos contra instalaciones militares de alto valor, sino más bien en ataques más rudimentarios pero más implacables contra infraestructuras civiles, como gobiernos e infraestructuras críticas, principalmente con fines de espionaje e influencia.

Para las fuerzas armadas occidentales, la idea de que la masa sigue siendo importante es de especial relevancia. En las últimas décadas, estas fuerzas han empezado a concentrarse en sistemas tecnológicamente avanzados que se están volviendo tan caros, que solo se puede comprar una pequeña cantidad de ellos. Puede que aún no hayamos llegado a la fase de la predicción de 1983 del antiguo CEO de Lockheed Martin, Norm Augustine, que bromeó diciendo que, dado el aumento de los costes de los aviones de combate, en 2054 solo se podría comprar un avión con todo el presupuesto de defensa, y que los ejércitos de tierra, mar y aire tendrían que compartirlo (los marines podrían tenerlo durante un día en años bisiestos). Pero la exageración de Augustine no iba tan desencaminada.

El programa estadounidense de aviones F-35 es el programa de armas más caro del mundo, con un coste para Estados Unidos de alrededor de 400.000 millones de dólares. Los europeos están construyendo actualmente un futuro sistema de drones que, en función de cómo se calcule, tendrá el desorbitado precio de 200 millones de euros por aeronave. 

Recomendaciones

Los europeos harían bien en plantearse la adquisición de una mayor cantidad de sistemas desechables. También en este caso, la colaboración con el sector privado podría ser beneficiosa. Los gobiernos deberían diseñar planes para intensificar la producción, posiblemente apoyándose en las capacidades comerciales. La facilidad para sustituir sistemas o piezas debe adquirir una mayor prioridad.

Esto atañe, en concreto, a la adquisición de drones. Como se ha señalado, Ucrania pierde hasta 10.000 drones al mes y tiene decenas, si no cientos, de sistemas diferentes en uso. A modo de comparación, la Bundeswehr alemana tiene seis sistemas de drones distintos en uso, varios de los cuales no llegan a la decena. No existe ningún sistema de drones del que las fuerzas armadas alemanas tengan cien unidades o más. Todos los ejércitos europeos tendrán que adquirir un mayor número de sistemas de drones en el futuro, y desarrollar drones que sean lo bastante baratos para que se puedan perder y reemplazar con facilidad.

Esto también atañe al ciberespacio, donde la masa física tiene un papel menos importante. Los cibercomandos militares no deberían centrarse únicamente en la defensa contra ataques dirigidos a instalaciones militares de alto valor. Es igualmente importante que desarrollen una ciberdefensa militar y civil coordinada que pueda soportar una guerra de desgaste más larga y repeler ataques de gran volumen contra múltiples objetivos. 

Esto debería permitir a los Estados defenderse de ataques contra los servicios públicos y la infraestructura civil crítica y proteger sus operaciones de inteligencia. Los actores europeos de la ciberdefensa —militar y civil— deberían, por tanto, garantizar la resistencia para mantener un alto nivel de defensa durante un periodo de tiempo prolongado. 

Una forma de que los países europeos mejoren su resistencia cibernética es impulsar sus capacidades nacionales en la reserva para la ciberdefensa. De hecho, algunos modelos existentes podrían resultar útiles. En Estonia, la Estonian Defence League’s Cyber Unit [Unidad Cibernética de la Liga de Defensa de Estonia] es una organización voluntaria cuyo objetivo es proteger las infraestructuras de la información y los objetivos generales de la defensa nacional. Asimismo, Francia tiene una fuerza de reserva cibernética y, en Suecia, el sistema de Defensa Total implica que las personas con funciones clave en la sociedad (incluida la ciberseguridad) están obligadas a cumplir con su deber también en tiempo de guerra.

Lección 4. No es (solo) la tecnología, sino como se usa —y se integra—.

La guerra de Ucrania es una prueba más de ese viejo adagio de los estudios militares: lo que importa para el éxito de las nuevas tecnologías es la integración del sistema en la organización militar. “Guerra de armas combinadas” es un término que, dieciocho meses después del inicio de la guerra, casi se ha vuelto común. Describe el “ballet mortal” que es la interacción entre los distintos sistemas de armas y el modo en que son dirigidos por el mando y el control.

El ejército ucraniano ha demostrado ser bastante buen coreógrafo de ballet. Ha demostrado ser capaz de integrar nuevos sistemas y tecnologías en sus operaciones y aprovechar su potencial al máximo posible. Por ejemplo, las fuerzas ucranianas emplearon cohetes HIMARS para atacar nodos de mando y control y sistemas de radares rusos. Esto creó brechas en los paraguas de defensa antiaérea y antimisiles rusos, que los operadores de drones ucranianos pudieron aprovechar después utilizando TB2. Las nuevas tecnologías también ayudaron a hacer posible esta coordinación. Los terminales Starlink mantuvieron la conectividad, lo que permitió compartir y analizar en tiempo real la información recabada por los drones y los observadores. 

Como dijo un especialista en el ejército ucraniano: “Se dice que es una ‘guerra conectada’, y el ejército ucraniano será el más avanzado de la historia gracias a la experiencia adquirida”. 

Recomendaciones

La idea de que la integración armamentística es fundamental no debería sorprender a los comandantes militares. No obstante, la guerra es un importante recordatorio de que los ejércitos europeos deben plantearse la integración de las armas desde el principio del desarrollo de cualquier nuevo sistema. 

Conclusiones

La guerra de Ucrania no ha terminado y, en el momento de escribir estas líneas, la contraofensiva ucraniana sigue su curso. Por tanto, este documento solo provee una primera visión general de cómo se han utilizado hasta ahora las tecnologías emergentes en esta guerra. Las contramedidas podrían cambiar la relevancia y el impacto de ciertos sistemas de armas (como los drones), y podrían desarrollarse nuevos usos de las tecnologías. 

Aun así, este documento muestra que sigue habiendo mucho que aprender para los europeos en medio de la incertidumbre. Deben aprovechar la enorme influencia de las empresas privadas en esta guerra, desde los gigantes tecnológicos de Estados Unidos a las empresas más pequeñas, y la coordinación y la colaboración entre estas y el Estado ucraniano. Sin eso, los datos de Ucrania nunca habrían llegado a la nube, su campo de batalla podría haber seguido siendo en gran medida analógico y su alta tecnología y sus ciberdefensas considerablemente más limitadas. Los terminales de internet de Starlink garantizaron la conectividad para las fuerzas armadas, el Gobierno y la población de Ucrania, que todos ellos han utilizado con gran eficacia. Los Estados tienen que responder a este aumento de poder para las empresas privadas y su relación cambiante con ellas. Por su parte, las empresas privadas tienen que estar a la altura de su probable mayor protagonismo en los futuros enfrentamientos geopolíticos. 

Aun así, a pesar de esto, los ejércitos tienen que recordar lo básico: la masa importa, y ni con toda la tecnología más reluciente del mundo se puede compensar la falta de integración y coreografía. Por último, los gobiernos deben prepararse para el carácter facilitador de las nuevas tecnologías en la asistencia informal a la seguridad, y reconocer que controlar y encauzar la participación personal de la población será un reto clave en los futuros conflictos. 

En Ucrania, las tecnologías con mayor impacto hasta ahora han sido los drones y los activos espaciales, así como los sistemas cibernéticos y definidos por software. Seguramente estos también desempeñen un papel en los futuros conflictos, pero, sobre todo en el campo de la IA, es probable que se produzcan muchos más avances. Sin embargo, las lecciones generales de este documento deberían ser válidas tanto para futuros conflictos como para futuras tecnologías.


[i] Declaraciones de un representante de una empresa tecnológica, en un debate extraoficial online, junio de 2023.

[ii] Entrevistas de las autoras con representantes de empresas tecnológicas, mantenidas de forma extraoficial o bajo la Regla de Chatham House, Estocolmo y online, junio-julio de 2023.

[iii] Conversación extraoficial de las autoras con un ejecutivo de una empresa tecnológica, Estocolmo, junio de 2023.

Traducción al español por Verónica Puertollano.

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