¿Y ahora qué? La política exterior rusa en el cuarto mandato de Putin
Moscú ha tenido un animado debate sobre el curso futuro de su política exterior, que ahora puede quedar absoleta por el envenenamiento de Sergei Skripal.
Moscú ha tenido un animado debate sobre el curso futuro de su política exterior, que ahora puede quedar absoleta por el envenenamiento de Sergei Skripal.
Estas fueron unas elecciones rusas extrañas, incluso para los estándares más raros. Marcó más el comienzo de las luchas posteriores a las elecciones que el final de una competición por el cargo. Ahora el proceso de dar forma a la era posterior a Putin comenzará en serio. Entonces, ¿qué significa el comienzo de la nueva lucha por la Rusia post Putin para la política exterior de Rusia?
Es una pregunta abierta. Los acontecimientos de los últimos años han hecho añicos bastantes suposiciones acerca de la política exterior en Moscú. Los líderes rusos no esperaban que Occidente introdujera fuertes sanciones después de Crimea y que las mantuvieran durante años. Luego, esperaban que China compensara las inversiones occidentales perdidas. Esperaban que Hillary Clinton ganara las elecciones en Estados Unidos y se convirtiera en una dura presidenta antirrusa. Luego esperaban que Donald Trump se convirtiera en un presidente blando y amigo de Rusia. Esperaban que la UE colapsara bajo el peso de sus propias contradicciones internas a raíz del Brexit. Esperaban que Ucrania colapsara bajo el peso de su economía aún no reformada, de la corrupción y de las pasiones políticas ingobernables. Esperaban que el acuerdo en Siria fuera mucho más fácil. Por desgracia, el mundo resultó ser más impredecible y complicado de lo que muchos rusos pensaban.
Estas predicciones fallidas han ocasionado un animado debate sobre la política exterior en Moscú, sobre el significado de Donald Trump, sobre el destino de la Unión Europea, sobre qué esperar de China, sobre lo que sucederá en Siria y en el Donbas.
A mediados de invierno, las fracturas del debate se volvían cada vez más claras. Por un lado, una coalición de liberales dentro del sistema -tanto pensadores de política exterior como tecnócratas económicos- abogaba por mejorar las relaciones con Occidente, comenzando posiblemente por estabilizar la situación en Donbas. Como argumenta sucintamente el exministro de Finanzas, Alexei Kudrin, «si queremos que nuestra economía crezca y crezca de manera inteligente, debemos mejorar las relaciones con Occidente». Occidente sigue siendo la mejor fuente de modernización. La necesidad de una modernización tecnocrática -la necesidad de dominar el mundo de la inteligencia artificial, blockchain y otras maravillas del siglo XXI- parece ser entendida también por el presidente Putin, si no apasionadamente, al menos intelectualmente.
Esto encaja con un argumento en política exterior que sostiene que la política exterior rusa está sobrecargada y que se beneficiaría de poner fin a algunos conflictos. La estabilización en Donbas, según este grupo, es el mejor lugar para comenzar. El progreso allí ayudaría a reiniciar las relaciones con la Unión Europea, y eso podría ser de ayuda en un momento en que las relaciones con los EEUU se encuentran en punto muerto porque Rusia se ha convertido en un asunto doméstico en los EEUU.
La otra facción en Moscú, sin embargo, sigue siendo escéptica. Temen que Occidente vea las «concesiones» como un signo de debilidad; o que ese acercamiento con Occidente hiciera que los aliados no occidentales de Rusia -desde Irán hasta China- pudieran temer una «traición» de Rusia. (Irán ya ha experimentado ese trato en sus relaciones con Rusia en la década de 1990 y principios de la de 2000, cuando Moscú usó a Teherán como moneda de cambio en su relación con Estados Unidos).
Sin embargo, esta facción coincide en un punto crucial: la política exterior realmente necesita cambiar. La retórica y las tácticas primitivamente antioccidentales que se centran en la disrupción ya no funcionan. No funcionan en Occidente, porque allí, Donald Trump es ahora el jefe disruptor; y un personaje impredecible. Tampoco funcionan en Oriente Medio, donde Rusia ahora es efectivamente dueña del conflicto en Siria y, para mantenerse en la cima del proceso diplomático, necesita relaciones efectivas con todas las potencias regionales. Esto requiere un comportamiento predecible. Las invasiones sorpresa han hecho su trabajo, lo han hecho bien (a los ojos de Moscú), pero su tiempo parece haber terminado.
Tal fue el estado del debate cuando, en la tarde del 4 de marzo, un antiguo empleado del Departamento Central de Inteligencia (GRU por sus siglas en ruso) y doble agente británico Sergei Skripal fue encontrado inconsciente en el banco en Salisbury, envenenado con el gas nervioso Novichok, del cual el único productor conocido es la URSS /Rusia.
Este crimen sigue siendo desconcertante. Los asesinatos de espías intercambiados (como lo era Skripal) no han sido parte del funcionamiento de Moscú hasta el momento. ¿Por qué abandonar este tabú de la era de la Guerra Fría y volver a hacerlo ahora? ¿Era el único objetivo matar a un traidor? En ese caso, la mayoría de los otros medios hubieran sido más simples que el gas nervioso. ¿O estaba destinado a enviar un mensaje? En ese caso, 'firmar' tiene sentido … ¿Pero enviar un mensaje a quién y para qué?
Los incentivos políticos internos son poco probables: el crimen ocurrió demasiado tarde para alimentar las elecciones presidenciales, ni fue necesario, ni se utilizó en consecuencia. ¿Fue efectivamente ordenado por el presidente Putin, con pleno conocimiento de las implicaciones internacionales? ¿O fue el trabajo de algunas poderosas agencias rusas, tal vez solo sancionado en términos muy amplios? En ese caso, ¿el Kremlin logrará distanciarse de ellos, y lo hará con el nivel de publicidad que satisficiera a Occidente?
Simplemente no lo sabemos, pero estas preguntas están ahora unidas a la pregunta sobre el curso de la política exterior de Rusia. Hace apenas dos semanas, las distintas facciones en Rusia asumieron que después de las elecciones, Putin elegiría su rumbo y luego lo sabríamos. Ahora, quien quieran que cometiese el crimen parece haber elegido por él.
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