El Estado Islámico, prioritario en Madrid – View from the Capitals

La defensa de la unidad frente al Estado Islámico coloca a Madrid en una posición más proclive a un acuerdo que incluya a Assad.

El debate en España sobre la intervención de Rusia en Siria está condicionado por tres factores principales. En primer lugar, la posición del actual Gobierno conservador sobre la crisis en Siria; en segundo lugar, una narrativa de seguridad predominantemente realista, que favorece a los dictadores (strong men), nociones clásicas del orden internacional y las alianzas de seguridad; y por último, la perenne “Cuestión Rusa” y cómo se manifiesta, de manera un tanto previsible, en el establishment político español y en los choques ideológicos del país.

A lo largo de toda la crisis siria España ha apoyado la idea de alcanzar un acuerdo político. Como parte de los esfuerzos del Gobierno de mejorar la dañada reputación internacional de España, lideró varias iniciativas de mediación, dirigidas a la cohesión de la llamada oposición siria (e.g. Conferencia de Córdoba de 2014), y apoyadas en la visión tradicional de España como mediador con el mundo árabe. Madrid se opuso a la ruptura de la unidad de la UE en la cuestión del suministro de armas a la oposición siria. Por momentos, el gobierno apoyó posturas más cercanas a la fuerza, como la Declaración de San Petersburgo, de septiembre 2013, auspiciada por EEUU tras el ataque con gas sarín en Ghouta.

No obstante, el énfasis actual se sitúa en la lucha contra el Estado Islámico y el yihadismo internacional en general. El foco de seguridad de Madrid se centra en el problema del yihadismo dentro de España y cerca de sus fronteras. Así pues, entre el fomento del empoderamiento social y de agendas políticas transformadoras, que se perciben como factor de inestabilidad (para muchos en Madrid y otros estados de la UE, la lección de la Primavera Árabe), y el apoyo a un estatus quo definido por gobiernos autoritarios pero estables, el núcleo del establishment político de Madrid se decanta por esta última posición. Los paradigmas de seguridad realistas y el tejido de alianzas con Estados de la región, como Egipto, independientemente de su naturaleza política, están ganando terreno.

En este contexto, ante el preocupante ascenso del Estado Islámico en la región y una oposición siria dividida, el gobierno de Madrid ejerce presión para la aceptación de Assad como el mal menor, sugiriendo que el líder sirio debería formar parte de una “solución política” general en Siria. Esta posición acerca España a la defendida por Moscú y a otros. El actual Ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García Margallo, ha sido especialmente partidario de esta posición, pareja a la idea de no confrontación con Rusia al respecto de su campaña militar en Siria, insistiendo en la unidad internacional en la “Guerra contra el Terror”.

Así, el Gobierno, en un momento en el que España, ocupando un asiento entre los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, procura des-escalar las tensiones con Rusia, en Ucrania y otros frentes, defiende la unidad internacional contra el Estado Islámico, “el enemigo”, según el propio Presidente Rajoy.

Por último, la “Cuestión Rusa” juega un papel principal en Madrid siempre que Moscú entra en escena, ya sea en Ucrania, Siria, o cualquier otro dossier diplomático. Amplios segmentos del establishment político de Madrid, tanto del conservador Partido Popular como del partido de la oposición, el Partido Socialista, mantiene, eso sí, con matices y ocasionales desvíos, la visión tradicional de fomentar relaciones amistosas con Rusia y la idea de los 90 de engarzar a Moscú en la arquitectura de seguridad europea.  Fuerzas como Podemos defienden habitualmente las posiciones del Kremlin, en el Parlamento Europeo, al igual que otros partidos como los griegos Syriza y los alemanes Die Linke. En algunos círculos, esta idea se lleva a un nivel superior, considerando a Rusia como un socio estratégico de primera importancia no ya para la UE, sino para la propia España. Esta visión de la asociación estratégica bilateral con Moscú la recoge la nueva Estrategia de Política Exterior, aunque llena de matices y condicionantes, muestra de latentes discordancias de fondo, en plena crisis de Ucrania.

Una pregunta en el aire es si en un nuevo contexto político, con fuerzas políticas emergentes como “Podemos” o “Ciudadanos” disputándose el espacio político con los dos grandes partidos, esta narrativa realista de seguridad permanecerá como la predominante, o si por el contrario nuevas perspectivas ganarán influencia.

También disponible la versión extendida y en inglés, y el resto de comentarios de la colección View from the Capitals de ECFR sobre la intervención de Rusia en Siria.

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