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El terrorismo islámico pone a Europa en una gran encrucijada

Los países de la UE evalúan cómo frenar actos terroristas sin afectar libertades en el continente.

Los atentados de París –contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado orientado a la comunidad judía, que se saldaron con 17 muertos– y la operación antiterrorista en Bélgica de esta semana, que dejó dos muertos y 15 detenidos, encendieron todas las alarmas de los servicios de seguridad europeos, que ahora estudian en caliente nuevas medidas antiterroristas para hacer frente a la amenaza.
El problema, dicen expertos, es cómo lograr que las decisiones que se tomen no afecten los derechos ni las libertades de los ciudadanos europeos, pues estas podrían tener vastas consecuencias, no solo sociales, sino también políticas. (Lea también: Francia trata de frenar al 'monstruo en casa')
Las cifras alarmantes no dejan de aparecer. El director de Europol, el británico Rob Wainwright, explicó esta semana en el Parlamento Europeo que podría haber hasta 5.000 jóvenes del Viejo Continente luchando junto a los grupos extremistas Estado Islámico (EI) o Al Qaeda en Siria e Irak, y que varios centenares de ellos ya han vuelto a Europa.
Paralelamente, ya hay quienes han empezado a cuestionar el Acuerdo de Schengen –que permite la libre circulación de personas en la Unión Europea (UE)– y quienes piden medidas de seguridad mucho más duras que las actuales. (Lea también: La guerra con el islam radical / Opinión)
“La principal respuesta a nivel europeo será aumentar los intercambios de información entre países de la Unión Europea”, dijo en diálogo con EL TIEMPO Anthony Dworking, del European Council on Foreign Relations.
Pero también habrá más gasto en defensa y en cuerpos policiales. “Veremos también un seguimiento más estricto de las comunidades musulmanas y más vigilancia según la raza”, afirmó Adnan Kifayat, del German Marshall Fund. “Probablemente habrá muchas más detenciones por sospecha y más restricciones en las políticas migratorias”, agregó.
Y es en este punto donde aparece el desafío: “Encontrar un equilibrio entre seguridad, libertad y derechos humanos”, señala Yves Pascouau, del European Policy Centre. Según este experto, las primeras respuestas se centrarán en las medidas de seguridad, lo que quiere decir que la prioridad en este momento son “los yihadistas, el contraterrorismo y el papel de internet en la radicalización de nuevos cuadros”.
Sin embargo, coincide Pascouau, el foco también estará puesto en “cooperación en materia de justicia criminal (...), la creación de un registro de pasajeros aéreos, mayor uso de tecnologías de información y su interoperabilidad”.
Pero una de las cuestiones ahora es si las medidas de seguridad tomadas por los países europeos para defenderse de la amenaza terrorista afectarán la movilidad en el interior de la UE, lo que ha sido uno de sus logros más significativos.
Según analiza Dworking, las políticas antiterroristas no conllevarán cambios sustanciales en el Acuerdo de Schengen porque “es un principio importante para muchos europeos y habrá resistencia si se quiere restringir la libre circulación. Pero sí habrá un gran refuerzo en los controles de quienes entren y salgan del espacio Schengen, en los puertos de entrada”.
Aunque según Kifayat, tampoco hay que descartar que haya países que pongan el principio de libre circulación de ciudadanos “por debajo de la seguridad” en la lista de prioridades.
La cooperación de Turquía es otro de los aspectos claves en el blindaje que prepara la UE para defenderse, pues es el país por el que pasan la mayoría de los jóvenes europeos que se unen al EI en Siria.
Los gobiernos europeos prometen, desde los atentados en París, la mejora de la cooperación entre sus servicios de inteligencia. “Los servicios de seguridad y las agencias de inteligencia deben compartir más información, y más rápido”, afirma Kifayat. Ya no es optativo: está en juego la estabilidad misma de Europa.
IDAFE MARTÍN PÉREZ
Para EL TIEMPO
Bruselas.
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