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El duelo entre Macron y Salvini por ser claves en la Eurocámara

Los sondeos para las elecciones de mayo apuntan al fin de los grandes consensos

Emmanuel Macron, este domingo en Le Touquet (norte de Francia).
Emmanuel Macron, este domingo en Le Touquet (norte de Francia).FRANCOIS LO PRESTI (AFP)

La bisagra de Emmanuel Macron contra el tapón de Matteo Salvini. A cuatro semanas de las elecciones al Parlamento Europeo, la gobernabilidad de la UE se encuentra más en el alero que nunca, según reconocen fuentes comunitarias. Bruselas se prepara para malabarismos sin precedentes tras los comicios del 26 de mayo, con el presidente francés y el vice-primerministro como aspirantes a convertirse en las piezas imprescindibles para impulsar o paralizar la integración europea.

Con unos 100 millones de votantes en el filo de la indecisión, los diplomáticos ya pergeñan una cumbre europea extraordinaria para solo 48 horas después de que finalice el recuento más imprevisible y trascendente en 40 años de elecciones europeas. En juego, entre otras cosas, el relevo al frente de la Comisión Europea, cuyo nombramiento requerirá el apoyo de al menos de 376 eurodiputados, una cifra que requirá probablemente la suma de tres grupos políticos, como mínimo. La novena legislatura europea empezará con las luces de alerta encendidas.

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La campaña electoral en ciernes se anuncia, aparte de los temas nacionales de cada país, como una batalla entre diferentes modelos de Europa. Y aunque la última proyección del Parlamento Europeo apunta a una victoria del Partido Popular Europeo (180 escaños de 750), seguido de los Socialistas (149 escaños), la fragmentación del electorado resta trascendencia a la victoria y traslada el foco de atención a los inevitables lugartenientes de las futuras alianzas.

La UE ya entró el pasado jueves en modo preelectoral tras la conclusión del último pleno del Parlamento europeo en esta legislatura. Cinco años rematados con fotos de recuerdo de los eurodiputados, tuits de despedida y balance, un solo de armónica desde un escaño esloveno en la sesión final y hasta un vídeo de los populares españoles que, a “lo Marta Sánchez”, han puesto nueva letra al himno de Europa.

Atrás quedan 1.128 actos legislativos, incluida la adopción de casi 350 propuestas legislativas de la Comisión Europea. Pero pesa, sobre todo, la sensación de que esta legislatura, la octava, es el final de un hemiciclo dominado por los grandes consensos en torno a la gestión del proyecto europeo.

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“El sistema político europeo ha descendido hasta un campo de batalla impredecible de alianzas que cambian constantemente”, avisaban la semana pasada los analistas del ECFR (Consejo Europeo de Relaciones Exteriores) en un detallado informe sobre los comicios del 26 de mayo.

La viabilidad de la novena legislatura europea dependerá, en gran medida, del resultado de los dos polos contrapuestos que representan Emmanuel Macron y Matteo Salvini. El francés aspira a convertir su grupo (LREM en el catalizador de un ala socio-liberal que sea la bisagra imprescindible para hacer avanzar el proyecto de integración europea, con independencia de que sea liderado por los populares o por los socialistas.

El líder italiano de la Liga, en cambio, pretende aglutinar al creciente número de partidos euroescépticos para ser el tapón que paralice las instituciones comunitarias.

Macron necesita en torno a unos 100 eurodiputados para lograr su objetivo, de los que espera aportar unos 22 en Francia. Ese peso le convertiría en la tercera fuerza del Parlamento y le permitiría apoyar iniciativas de integración y entrar en el amplio reparto de cargos previsto tras las elecciones.

A Salvini le hacen falta muchos más diputados, al menos unos 250, para poder obstaculizar seriamente la labor legislativa del Parlamento. Los sondeos dan 26 escaños a Liga, más 20 a sus aliados franceses de Marine Le Pen y otros 11 a los alemanes de AfD. Otras delegaciones euroescépticas, como la polaca del PiS, podrían secundar iniciativas de Salvini, pero sin una alianza clara.

Las proyecciones de voto indican que Macron tiene más fácil que Salvini conseguir su objetivo. Pero la elevada volatilidad de los electorados no permite descartar ningún desenlace. El estudio de EFCR indica que el 70% de los electores que tienen ya una clara intención de votar no han elegido todavía la papeleta que introducirán en la urna. “Eso hace que haya no menos de 97 millones de votantes indecisos”, calcula el think tank. “En esta era gaseosa de la política, las normas habituales para predecir la conducta de los votantes ya no se pueden aplicar”, añade.

Y la tentación antieuropea anida en casi todos los electorados y afecta a los partidos tradicionales. El 41% del electorado del PP, según ECFR, se plantea la posibilidad de optar por Vox. El trasvase, según el informe, también podría revertirse. A nivel europeo, el 6% del votante euroescéptico se siente tentado por los partidos tradicionales.

Los diplomáticos europeos en Bruselas también han renunciado a anticipar escenarios postelectorales, más allá de la certeza de que se entra en un periodo impredecible. La primera consecuencia del 26-M debería ser la designación del próximo presidente de la Comisión Europea, prevista para la cumbre europea de junio.

"Pero es imposible saber qué pasará hasta que no conozcamos cómo queda el hemiciclo", apunta una fuente diplomática. Una fuente comunitaria añade que "es posible que el actual presidente, Jean-Claude Juncker, tenga que prolongar su mandato [que expira el 31 de octubre] si el resultado de las elecciones no arroja mayorías claras". Los líderes europeos ya preparan sus agendas para añadir una cumbre europea extraordinaria, tal vez la noche del 28 de mayo, en la que dar una primera respuesta política a la esperada sacudida de las urnas.

El estudio del ECFR concluye que a nivel europeo no se reproducirá la “tribalización” electoral que llevó a Trump a la Casa Blanca y a la victoria del Brexit en el referéndum británico de 2016. Pero Susi Dennison, directora del programa European Power del ECFR, advertía que “la política europea se encuentra en un momento altamente precario, de fallo del sistema. Casi las tres cuartas partes de los ciudadanos de la UE creen que su sistema político nacional o el sistema de la UE están roto, o que lo están ambos”, señaló.

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