Surfeando la ola: una «gran y hermosa» estrategia económica europea para la era Trump 2.0

Ship with containers
Buque de carga que transporta vehículos y contenedores en el Océano Atlántico
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Resumen

  • Ocho meses después del inicio del segundo mandato de Donald Trump, los europeos siguen luchando por elaborar una respuesta coherente a las políticas geoeconómicas estadounidenses en el ámbito comercial, el de inversiones y el financiero.
  • La administración Trump plantea enormes retos a Europa. Ha impuesto aranceles a casi todas las importaciones estadounidenses procedentes de la Unión Europea. También está considerando presionar a los inversores para que elijan entre Estados Unidos y China. Por último, pronto podría intentar provocar una depreciación forzada del dólar frente a otras monedas importantes, como el euro.
  • Para la UE, la mejor respuesta a la desconcertante Trumponomics es mantener la calma y seguir adelante. Los responsables políticos europeos deben adoptar una mentalidad de autonomía operativa: resistiendo la tentación de imponer medidas de represalia que podrían dañar las economías europeas, evitando luchas inútiles contra las políticas estadounidenses que no van a cambiar y, sobre todo, manteniendo la cohesión del bloque europeo.
  • Los europeos también deberían aprovechar este momento de turbulencias para impulsar reformas económicas controvertidas. Entre estas políticas se incluyen la profundización del mercado único para apoyar a los exportadores de la UE que perderán cuota de mercado en EE.UU., favorecer el acceso al mercado de la UE para los servicios digitales, impulsar la financiación de la innovación mediante cambios normativos, el aumento del papel global del euro y la preparación para las próximas guerras de divisas.
  • La capacidad de Europa para aplicar las tan necesarias reformas determinará las perspectivas económicas, la posición global y la resiliencia del bloque mucho después de que Trump abandone la Casa Blanca.

Síndrome de Trastorno por Trump

En mayo de 2025, el congresista republicano Warren Davidson presentó la Ley de Investigación del Síndrome de Trastorno por Trump, un proyecto de ley que ordena a los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos estudiar por qué algunas personas reaccionan negativamente a las políticas del presidente estadounidense Donald Trump. Al otro lado del océano Atlántico, los europeos podrían estar sufriendo su propia versión del Síndrome de Trastorno por Trump: una mezcla de histeria, pánico y parálisis que está frenando la aparición de una respuesta europea conjunta a la tormenta Trump.

Quizás debido a su experiencia en el mundo de los negocios, los arrebatos de Trump contra Europa a menudo se centran en temas geoeconómicos: comercio, inversión y finanzas. En estos ámbitos, sus políticas suelen resultar trastornadoras, sobre todo por ser sin duda impredecibles, cambiar rápidamente y resultar desconcertantes. En medio del caos provocado por Trump, dar una respuesta coherente es una tarea abrumadora. Sin embargo, hay esperanza. La UE puede responder a las políticas estadounidenses no con intentos fútiles de controlar giro de volante de Trump, sino con un liderazgo firme que convierta la perturbación en oportunidad.

Este policy brief sostiene que, para los europeos, la mejor respuesta a la Trumponomics (en otras palabras, las políticas económicas trumpianas» ) es mantener la calma y resistirse a entrar en disputas inútiles o perjudiciales (o en ambas). En lugar de reflexionar sobre cada declaración de Trump, la UE debería adoptar una mentalidad de autonomía operativa, dar prioridad a la unidad europea y ahorrar energías para centrarse en lo que puede influir: aprovechar la oportunidad para impulsar reformas económicas antes impensables que beneficiarán al bloque mucho después de que el presidente estadounidense abandone la Casa Blanca.

Descifrando los planes de Trump para el comercio, la inversión y las finanzas

Desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca en enero de este año, las volátiles políticas comerciales, de inversión y financieras de Estados Unidos han causado mucho drama transatlántico. En el momento de redactar este artículo, el último giro importante tuvo lugar el 27 de julio, cuando EE.UU. y la UE anunciaron un acuerdo comercial. La mayoría de las importaciones estadounidenses procedentes de la UE se enfrentan ahora a un arancel del 15%. Por su parte, la UE decidió básicamente mantener su postura, lo que significa que las empresas de la UE no tendrán que pagar derechos de aduana por sus importaciones procedentes de Estados Unidos.

Sin embargo, hay una trampa. El acuerdo es sólo una declaración política no vinculante, y Trump, maestro del drama, podría retirarse de él en cualquier momento. Todo queda por negociar o, como lo planteó el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, pocas horas después de anunciar el acuerdo, todavía «queda mucho por negociar […]. Los servicios digitales, los impuestos y el ataque a nuestras empresas tecnológicas: todo eso va a estar sobre la mesa». El acuerdo transatlántico es sólo una hoja de ruta y la UE debe prepararse para las duras batallas que se avecinan en los ámbitos del comercio, la inversión y las finanzas.

Comercio: los aranceles son estúpidos

Los aranceles son impuestos que las empresas estadounidenses pagarán por sus importaciones procedentes de prácticamente todas las economías. Para cubrir este aumento, las empresas estadounidenses tendrán tres opciones: asumir el coste (reduciendo sus márgenes de beneficio), repercutir el aumento de los costes a los consumidores (alimentando así la inflación) o hacer un poco de ambos. La historia sugiere que los hogares estadounidenses saldrán los peor parados. Durante las primeras guerras comerciales de Trump contra China entre 2018 y 2020, las empresas estadounidenses no redujeron las importaciones procedentes de China; de hecho, las importaciones estadounidenses de empresas chinas aumentaron durante el primer mandato de Trump. Los aranceles se trasladaron casi por completo a los precios al consumo. Los hogares estadounidenses acabaron asumiendo ese coste.

Nadie sabe qué es lo que Trump realmente pretende conseguir con los aranceles esta vez; quizá ni siquiera el propio Trump lo sabe. A veces, el presidente estadounidense habla de reducir la creciente deuda pública de Estados Unidos. Será una tarea difícil, dado que es probable que los aranceles lastren el crecimiento estadounidense y reduzcan los ingresos fiscales generales. En otras ocasiones, la Casa Blanca argumenta que los aranceles empujarán a las multinacionales a abrir plantas en suelo estadounidense. Esto no ha sucedido hasta ahora, entre otras cosas porque la incertidumbre alimentada por Trump está asustando a las empresas globales. Sin embargo, en otros casos, Trump habla de crear relaciones comerciales justas para Estados Unidos. En otras palabras: los economistas no tienen ni idea de lo que tiene en mente.

Dejando de lado las grandilocuentes declaraciones de Trump, hay dos teorías que pueden ayudar a arrojar luz sobre los objetivos de la Casa Blanca con los aranceles. La primera es que la administración Trump 2.0 cree que el déficit comercial de Estados Unidos es un problema que se necesita solucionar. Si esta hipótesis es cierta, es casi seguro que Washington impondrá un arancel básico (10-15%) a los países que registren un superávit comercial con Estados Unidos. Esto coloca a la UE en el punto de mira: con 197.000 millones de euros en 2024, el superávit comercial de la UE con Estados Unidos es el segundo más grande (después de China).

El problema con esta teoría es que contradice los principios básicos de la Economía. Para argumentar que el déficit comercial es un problema, los funcionarios de la Casa Blanca se centran convenientemente en la definición literal de la balanza comercial: la diferencia entre lo que un país compra al extranjero y lo que vende a otros países. Sin embargo, el déficit comercial es más que un simple juego de números. Como componente más importante de la cuenta corriente, es un indicador general de los patrones de inversión y ahorro de un país. Si un país ahorra más de lo que invierte, probablemente registre un superávit comercial. Si invierte más de lo que ahorra, es probable que tenga un déficit comercial. Esto es lo que está ocurriendo en el caso de Estados Unidos: el déficit comercial estadounidense es un signo de una economía boyante con una alta inversión, no de un desequilibrio poco saludable. Además, no hay pruebas de que los aranceles puedan ayudar a reducir los déficits comerciales. La mayoría de los economistas coinciden en que los aranceles tienden a ser contraproducentes, ya que perturban los flujos comerciales, lastran la productividad y alimentan la inflación.

La segunda hipótesis es que Washington está utilizando los aranceles como palanca para obligar a sus aliados a adoptar una postura más dura contra Pekín. El secretario del Tesoro de EE.UU., Scott Bessent, afirmó en abril que si EE.UU. y sus aliados llegaban a acuerdos comerciales, podrían «abordar a China como grupo», lo que significa adoptar medidas conjuntas, como controles a la exportación de tecnología clave, para tratar de frenar el auge económico de China. La UE es el mayor premio para Estados Unidos; el bloque está dividido en cuanto a cómo abordar a China, lo que lo convierte en el único estado indeciso en esta cuestión entre las economías del G7 (Reino Unido, Canadá y Japón se muestran beligerantes con Pekín). Si la hipótesis sobre China es correcta, entonces la UE debe prepararse para escenarios en los que la Casa Blanca intente que el bloque contenga sus lazos económicos con China (un proceso también conocido como desacoplamiento o de-risking).

El drama comercial transatlántico tiende a centrarse en los bienes. Pero el comercio de servicios (con un valor de 817.000 millones de euros en 2024 y que abarca desde la consultoría y las plataformas digitales hasta el transporte) podría resultar igualmente polémico en las próximas negociaciones entre Bruselas y Washington. Esto se debe a que Trump tiende a obsesionarse con lo que considera ataques europeos a las plataformas digitales estadounidenses, como los impuestos sobre los servicios digitales que están aplicando Dinamarca, Polonia y Portugal. Sin embargo, los arrebatos de Trump contra Europa en el ámbito del comercio de servicios no tienen mucho sentido: Estados Unidos registra un enorme superávit comercial de servicios con la UE, por valor de 148.000 millones de euros en 2024.

Relaciones comerciales entre la UE y EE.UU. en materia de bienes: las cifras

Estados Unidos y la UE pagarían un alto precio por una guerra comercial transatlántica en toda regla. Según Eurostat, la UE es el principal proveedor de bienes de Estados Unidos, ya que suministra casi el 20% de las importaciones de bienes estadounidenses (o 530.000 millones de euros en 2024, casi un tercio más que China). También es el principal destino de las exportaciones estadounidenses, quedándose casi con el 20% de los bienes estadounidenses en 2024. Por su parte, Estados Unidos es el mayor comprador de las exportaciones del bloque fuera de la UE («extracomunitarias») y el segundo mayor proveedor de importaciones de la UE después de China (véase el gráfico de abajo).

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Entre los países de la UE, Alemania, Irlanda y Bélgica serían los que más tendrían que perder en una guerra comercial transatlántica. Estos Estados miembros dependen de Estados Unidos tanto como destino de sus exportaciones como fuente de importaciones de bienes. Quizás no sea de extrañar que estas tres economías también se sitúen en el bando de los que defienden que «la estupidez no debe responderse con estupidez», es decir, se muestran reacios a imponer aranceles de represalia de la UE a las importaciones procedentes de Estados Unidos.

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Exportaciones de la UE a EE.UU.

Alemania, Irlanda, Italia, Bélgica, Austria, Finlandia y Portugal son los países que más dependen de EE.UU. como destino de exportación de mercancías, ya que más de una quinta parte de las exportaciones extracomunitarias de estos países se dirigen a allí.

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Las exportaciones de la UE a los Estados Unidos se concentran principalmente en unos pocos sectores. Sólo tres categorías representan casi el 40% de los productos que los estadounidenses compran a la UE: productos médicos y farmacéuticos, automóviles o repuestos para automóviles y aviación.

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Importaciones de la UE procedentes de EE.UU.

Los aranceles de represalia de la UE sobre las importaciones procedentes de EE.UU. afectarían sobre todo a Alemania, los Países Bajos, Francia, Bélgica, Irlanda, Dinamarca y Luxemburgo. Entre las economías de la UE, estos países son los que más dependen de Estados Unidos como fuente de importaciones.

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Al igual que en las exportaciones, sólo tres categorías de productos representan alrededor del 40 % de las importaciones de la UE procedentes de los Estados Unidos: productos energéticos, médicos o farmacéuticos y aeroespaciales.

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Inversión: el capital es lo que importa

Fiel a su estilo, Trump tiene planes audaces en el ámbito de la inversión. Según el proyecto de política de inversión «America First» («Estados Unidos primero»), las empresas extranjeras interesadas en invertir en Estados Unidos podrían verse pronto obligadas a reducir su presencia en China, lo que pone de relieve el deseo de Washington de crear una burbuja de inversión liderada por Estados Unidos que excluya a China. Para los inversores europeos, esta perspectiva sería desalentadora, pues alrededor del 30% de la inversión extranjera directa o IED (FDI, por sus siglas en inglés) que sale de la UE aterriza en Estados Unidos (el bloque es el mayor proveedor de IED en suelo estadounidense). Por si fuera poco, no está claro cómo podría evaluar la Administración estadounidense la «distancia e independencia de China», los dos criterios que los inversores extranjeros tendrían que cumplir para tener la propiedad mayoritaria de sus inversiones en Estados Unidos.

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Los inversores globales también temen que los planes fiscales de Trump puedan trastocar sus inversiones actuales en EE.UU., que ascendían a 2,7 billones de dólares en 2022. [1] La conocida como One Big Beautiful Bill Act, el plan fiscal que Trump promulgó el 4 de julio de este año, era especialmente alarmante: la legislación preveía inicialmente que las filiales estadounidenses de empresas extranjeras de países que han adoptado «impuestos injustos» (una categoría que abarca la mayoría de las economías de la UE) podrían enfrentarse a tipos efectivos en el Impuesto sobre Sociedades superiores al 50 %. El proyecto de ley también proponía eliminar muchos de los tratados fiscales estadounidenses que suelen eximir de impuestos a los pagos de dividendos a las empresas matrices extranjeras. Aunque las medidas finalmente se eliminaron en la versión definitiva de la ley, son una señal de problemas: el 80% del stock de IED de Estados Unidos procede de países que Washington considera que tienen impuestos injustos.

Finanzas: los ambiciosos planes de Trump para el dólar estadounidense

Las finanzas constituyen el tercer pilar de las próximas batallas geoeconómicas entre la UE y EE.UU. En los últimos meses, Stephen Miran, presidente del Consejo de Asesores Económicos y nuevo miembro de la junta de gobernadores de la Reserva Federal de EE.UU., ha abogado por un dólar estadounidense más débil. Su teoría es más o menos la siguiente: la alta demanda de títulos del Tesoro de EE.UU., junto con el estatus del dólar como moneda preferida para el comercio mundial, sostiene artificialmente el valor del dólar. Para Miran, esta es la causa del déficit comercial estadounidense. Según sus seguidores, un dólar sobrevalorado abarata demasiado las importaciones estadounidenses (alimentando la demanda estadounidense de productos chinos de bajo coste) y lastra la competitividad de las exportaciones estadounidenses (ampliando el déficit comercial de Estados Unidos).

La mayoría de los economistas consideran que esta teoría es disparatada. El déficit comercial de Estados Unidos se debe al exceso de inversión y, por tanto, la falta de ahorro, no a la sobrevaloración del dólar. Sin embargo, siguiendo la lógica de Miran, Washington tiene dos opciones principales para corregir la situación. En primer lugar, Trump podría ofrecer a los países extranjeros una reducción de los aranceles si aceptan vender sus carteras de bonos del Tesoro estadounidense con el fin de hacer bajar el valor del dólar. Para Estados Unidos, contar con la cooperación de Europa sería crucial para el éxito de tales esfuerzos. Los bancos centrales y los inversores de la UE poseen alrededor de una quinta parte de los 8,2 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidenses en el extranjero.

La segunda opción es más audaz. Según Miran, Washington podría dejar de pagar intereses sobre los bonos del Tesoro estadounidense en manos extranjeras. Para él, ésto sería un paso lógico: retener los pagos de intereses ayudaría a Estados Unidos a financiar las garantías de seguridad de las que, en su opinión, se están aprovechando los aliados de la OTAN. Tal escenario supondría, en esencia, un impago por parte de Estados Unidos, con consecuencias inciertas para los inversores globales. Sin embargo, lo que está claro es que tal desarrollo despojaría a los bonos del Tesoro estadounidense de su condición de activos seguros, lo que hundiría la demanda de valores del Tesoro estadounidense y provocaría una depreciación instantánea del dólar frente a otras monedas.

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Para la UE, la dimensión geoeconómica del desafío Trump 2.0 es enorme y el drama de los últimos meses es sólo el comienzo. Se avecinan más batallas en materia de comercio, inversión y finanzas. Para responder de la mejor manera posible a un presidente estadounidense tan voluble, los responsables políticos de la UE deben esbozar principios generales que puedan aplicar a cualquier escenario, incluso a aquellos que hoy parecen inconcebibles.

Cómo puede la UE contraatacar

El bloque no parte de cero a la hora de elaborar una lista de control de cordura mental para gestionar a Trump. Años de lidiar con los seguidores del lema Make America Great Again (MAGA por sus siglas en inglés o «Hagamos Estados Unidos grande de nuevo», en español) han servido de curso intensivo para los líderes europeos. Aprovechando esta experiencia, las instituciones de la UE y las capitales nacionales deberían adoptar una mentalidad de autonomía operativa , ahorrar tiempo y energía para centrarse en lo que pueden influir y tratar de preservar la unidad de la UE.

Adoptar una mentalidad de autonomía operativa

El ámbito comercial ilustra cómo la UE puede adoptar una mentalidad de autonomía operativa en sus relaciones con la administración Trump 2.0. Los europeos deben ayudarse a sí mismos resistiendo la tentación de tomar represalias contra los aranceles estadounidenses: imponer aranceles de represalia de la UE (un impuesto) a las importaciones procedentes de EE.UU. equivaldría a un sabotaje económico (o a una autolesión). Las empresas y los consumidores europeos serían los más afectados por tales medidas, que de todos modos probablemente no harían cambiar de opinión a Trump.

Las fortunas de las empresas estadounidenses importadoras de acero sirven para ilustrar este punto de la autonomía operativa. Debido a los aranceles de Trump, las empresas estadounidenses con una gran demanda de acero pagan ahora aproximadamente un 50% más por sus suministros respecto a sus competidores europeos. A pesar de los planes de Trump de imponer también aranceles a las importaciones estadounidenses de automóviles, a los fabricantes de automóviles con alta demanda de acero les puede seguir resultando más barato producir coches en Europa o Japón y enviarlos al otro lado del Atlántico.

Las peticiones para restringir las exportaciones europeas de productos que Estados Unidos tendría dificultades para obtener en otros lugares, como la maquinaria para semiconductores, no serían más productivas. Si la prioridad de Bruselas es apoyar al sector privado, convertir a las empresas de la UE en peones de una lucha transatlántica sería una estrategia contraproducente. Lo mismo ocurre con las propuestas para restringir el acceso de las empresas estadounidenses a los servicios de transporte marítimo o de seguros de la UE, dos sectores en los que Europa tiene una ventaja a nivel mundial. Las empresas de transporte o las aseguradoras europeas tendrían dificultades para mantenerse a flote si perdieran a sus clientes estadounidenses. Adoptar una visión a largo plazo refuerza este punto: si las empresas estadounidenses establecen vínculos con proveedores no pertenecientes a la UE, es difícil imaginar que vuelvan a cambiar a empresas de la UE.

Estos ejemplos ayudan a ilustrar por qué los modelos econométricos sugieren que evitar las represalias recíprocas es la mejor manera de que los europeos minimicen el daño causado por los aranceles estadounidenses. En un escenario sin represalias, el impacto de los aranceles estadounidenses en el PIB de la UE sería mínimo, sólo del 0,1% (este modelo asume un tipo arancelario del 60% sobre las importaciones estadounidenses procedentes de China y del 10% sobre las importaciones estadounidenses procedentes de otras economías, lo que no dista mucho de la situación actual). Los socios comerciales de EE.UU. no tienen nada que ganar adoptando el comportamiento de Trump para responderle. En cambio, la autonomía operativa (o sea, reducir el daño inducido por Trump) debería ser el mantra del día.

Ser aburrida

A los coaches de desarrollo personal les gusta predicar que la conciencia de uno mismo es la base del éxito. Esta sabiduría es válida para la UE. Un rápido vistazo a las características del bloque revela algunas de sus mejores bazas en la era Trump: ser aburrida, predecible y estable. Puede que estas cualidades no sean llamativas, pero pueden resultar útiles. Si se pregunta a cualquier líder empresarial cuál cree que es el principal reto derivado de Trump 2.0, es probable que la respuesta sea la misma: la imprevisibilidad. Las empresas temen más los cambios radicales del presidente estadounidense que sus extrañas políticas en sí. Es lógico. Las políticas que cambian rápidamente obligan a las empresas a invertir tiempo, energía y dinero en planificar los peores escenarios posibles.

Esta situación juega a favor de Europa, ya que convierte la sólida reputación del bloque de ser aburrido, burocrático y profesional en una ventaja. Esa monotonía es precisamente lo que los líderes empresariales quieren oír bajo la grandilocuente administración Trump 2.0. Es más, ser aburrido puede tener otro efecto secundario positivo para Europa: al rey del drama Trump le puede resultar tan poco emocionante tratar con los burócratas de la UE que acabe perdiendo el interés. Europa nunca superará a Trump en teatralidad. El bloque debería mantenerse fiel a su espíritu de autoconsciencia y hacer lo que mejor sabe hacer: ser insulso.

Ahorra tiempo y energía

Los libros sobre autocuidado suelen centrarse en la idea de que no hay que dedicar tiempo ni energía a intentar cambiar cosas que están fuera de nuestro control. Hay cosas que es muy improbable que cambien (para su disgusto, la autora de este informe ha aceptado la idea de que es muy poco probable que llegue a ser una superestrella del wing surf). Otras cosas están fuera del alcance de cualquiera (como la elección de pareja de los propios hijos). Estas ideas son relevantes para elaborar el tercer punto del plan de «desarrollo personal» de Europa para gestionar a Trump: los líderes europeos no deben dedicar demasiado tiempo ni energía a intentar arreglar cosas que es poco probable que cambien o que están fuera de su control.

Es muy improbable que algunas de las políticas de Trump, como los aranceles a la UE, desaparezcan por completo. Es una lástima, pero los responsables políticos europeos tendrán que convivir con esa realidad durante los próximos tres años y medio. No tiene sentido que la UE dedique tiempo y energía a intentar cambiar la opinión de Trump (buena suerte intentándolo). En cambio, lo mejor que pueden hacer los líderes europeos es aceptar la situación e intentar limitar el daño a las economías europeas. Además, es probable que el sector privado prefiera tener la certeza de que los aranceles estadounidenses sobre las importaciones de la UE se mantendrán en el 15% durante (al menos) los próximos años, en lugar de tener que preocuparse por el resultado de unas negociaciones impredecibles entre Bruselas y Washington.

Es más, dos de los factores más previsibles que podrían llevar a Trump a dar marcha atrás en algunos de sus planes están fuera del control de la UE. El primero es la acción legal, ya que las empresas estadounidenses están suponiendo un reto para la autoridad de la Casa Blanca a la hora de imponer aranceles. Por lo tanto, una parte de los derechos de importación estadounidenses podría desaparecer en cualquier momento sin que la UE tenga que mover un dedo. El segundo factor que podría ayudar al presidente estadounidense a cambiar de opinión son los mercados financieros. La Casa Blanca tardó sólo una semana en cancelar los aranceles del «Día de la Liberación» en abril, tras el hundimiento de los mercados financieros. Si Trump cumple sus planes de debilitar el dólar estadounidense, podría producirse una caída similar, lo que posiblemente le llevaría a dar marcha atrás.

Preservar la unidad de la UE

La idea de que los grupos cohesionados sobreviven mejor bajo presión es un viejo tópico del liderazgo que vale la pena repetir. El peor escenario posible bajo el mandato de Trump sería que cada Estado miembro de la UE intentara alcanzar acuerdos bilaterales con Washington, socavando así las instituciones y la unidad de la UE. Hasta ahora, los temores a la fragmentación de la UE han sido en su mayoría exagerados, ya que Trump ha tenido en realidad un efecto cohesionador en Europa. Esto quedó quizás más claro en la cumbre de la OTAN celebrada en julio en La Haya, cuando los líderes europeos se unieron ante el temor de que Estados Unidos pudiera retirarse de la alianza. Semanas más tarde, casi todos los Estados miembros respaldaron el acuerdo comercial entre Estados Unidos y la UE. Sólo Francia (por motivos de política interna) y Hungría (un eterno detractor de la UE) criticaron el acuerdo.

Esto es tranquilizador, pero los responsables políticos europeos no deben dar por sentada la unidad de la UE. Con tres años y medio más de Trump por delante, las capitales y las instituciones de la UE tendrán que hacer concesiones difíciles para mantener la cohesión del bloque. Será especialmente difícil conciliar las posturas de los tradicionalmente críticos con Estados Unidos, como Francia, y los aliados perennes de Washington, como los Estados miembros del norte y el este de Europa (empezando por Polonia y los países bálticos). Los socios más cercanos de Estados Unidos en la UE temen perder las garantías de seguridad estadounidenses. Como dijo el comisario de Comercio y Seguridad Económica de la UE, Maros Sefcovic, las negociaciones comerciales con los funcionarios estadounidenses no sólo se refieren al comercio, sino también «a la seguridad, […] a Ucrania».

Conseguir el apoyo del público

Una comunicación clara es una recomendación final de los planes de autonomía operativa. En este sentido, el público europeo tiene muchas más posibilidades de descifrar los arrebatos de Trump si comprende bien la teoría económica. La indignación europea por el acuerdo comercial entre EE.UU. y la UE, con acusaciones de «capitulación» de Bruselas, demuestra que la UE podría comunicar mejor la teoría y los datos económicos. El mensaje sobre la teoría debería ser sencillo: los aranceles de Trump perjudicarán más a la economía estadounidense que a la europea y las represalias de la UE serían un acto de autolesión. Dicho de otro modo, Trump ha aumentado unilateralmente los impuestos a las empresas y los hogares estadounidenses, mientras que las empresas y los ciudadanos de la UE no se enfrentarán a impuestos más elevados.

Pasemos ahora a los datos económicos. Una mejor comprensión de las cifras básicas del comercio transatlántico podría haber suavizado la polémica sobre el acuerdo entre la UE y EE.UU. Tomemos, por ejemplo, el compromiso de la UE de comprar 750.000 millones de dólares en productos energéticos estadounidenses para 2028: no va a suceder. Para alcanzar esta cifra, las empresas energéticas estadounidenses tendrían que desviar inmediatamente todas sus exportaciones hacia Europa, y ni siquiera eso sería suficiente. Las promesas de la UE de invertir 600.000 millones de dólares en Estados Unidos durante los próximos tres años podría considerarse dentro del ejercicio de «maquillaje» político de la situación: la cifra sólo representa los planes de inversión existentes de las empresas de la UE en Estados Unidos. Bruselas no ha cedido nada; el bloque sólo ha aprovechado la afición de Trump por las cifras grandes e impresionantes.

La UE tiene buenas razones para evitar desacreditar tales promesas, ya que Trump podría entender que le han tomado el pelo. Sin embargo, con un conocimiento más sólido de la economía, los europeos estarían mejor preparados para sopesar los pros y los contras de las peticiones de que la UE se autolesione con aranceles de represalia o para ver más allá de compromisos fantasiosos que simplemente no cuadran. Ayudar a los europeos a aclarar los hechos también contribuirá a mantener la unidad de la UE. De lo contrario, algunos gobiernos podrían ceder ante la presión popular y romper filas para perseguir acuerdos bilaterales (hipotéticos) con Trump.

Las políticas estadounidenses y las posibles contramedidas de la UE podrían convertirse en la nueva normalidad después de que Trump abandone la Casa Blanca. En lugar de limitarse a intentar salir indemnes, los líderes europeos deberían convertir el desafío de Trump 2.0 en una oportunidad para emprender reformas que beneficien al bloque a largo plazo.

Cinco pasos para preparar las economías europeas para el futuro

Los líderes europeos pueden aprovechar el sentido de urgencia que está impulsando el presidente de los Estados Unidos para aprobar reformas comerciales, financieras y de inversión que antes parecían demasiado ambiciosas o se topaban con la reticencia de algunos Estados miembros. De este modo, la UE se mantendría fiel a lo que mejor sabe hacer: dar un paso al frente cuando llega una crisis.

1. Apoyar a los exportadores de la UE

Los estudios que sugieren un impacto macroeconómico reducido de los aranceles estadounidenses sobre las economías de la UE no servirán de consuelo para aquellas empresas europeas que dependen en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos. No hay una respuesta fácil a este desafío y algunas empresas de la UE perderán cuota de mercado en Estados Unidos bajo el mandato de Trump 2.0. Aunque no es una solución mágica, la mejor apuesta de Bruselas para ayudar a los exportadores de la UE es profundizar en el mercado único y firmar acuerdos comerciales limitados (por ejemplo, sólo para sectores específicos) con nuevos socios.

Veamos primero la cara interna de la moneda sobre el comercio. A pesar de la liberalización comercial, las empresas de la UE siguen enfrentándose a innumerables barreras informales para hacer negocios en todo el bloque. Entre estos obstáculos se encuentran la deficiente infraestructura fronteriza, la maraña de regulaciones (probablemente hay tantas interpretaciones de las normas aduaneras como Estados miembros), las barreras lingüísticas, los quebraderos de cabeza con el IVA y la superposición de los regímenes de concesión de licencias. Las historias de Umicore, una empresa belga de reciclaje de metales, son reveladoras: la empresa debe enviar por fax los documentos de autorización, con firmas en tinta azul, cada vez que envía productos electrónicos a través de la UE a su planta de reciclaje con sede en Bélgica.

Dos cifras ponen de relieve cómo unos flujos comerciales más fluidos dentro del mercado único podrían ayudar a las empresas de la UE a compensar las posibles pérdidas de cuota de mercado en Estados Unidos. En primer lugar, el FMI calcula que las barreras comerciales informales entre las economías de la UE equivalen a un abrumador arancel del 44% sobre los intercambios de mercancías dentro de la UE, más de lo que Trump probablemente llegue jamás a imponer a Europa. En segundo lugar, los intercambios de mercancías dentro de la UE ascendieron a un total de 4 billones de euros en 2024, alrededor de ocho veces más que los envíos de la UE a EE.UU. (todos los Estados miembros de la UE exportan más dentro del bloque que a Estados Unidos). Un modesto incremento del 1,25% en los intercambios dentro de la UE compensaría, en el peor de los casos, una posible pérdida del 10% en las exportaciones con destino a EE.UU.

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Mirando ahora desde una perspectiva global, la UE podría centrarse en microacuerdos, es decir, acuerdos limitados que sólo abarquen sectores específicos o aspectos técnicos, como los controles de seguridad o las normas sobre el origen de los productos. La UE ya cuenta con una serie de acuerdos de este tipo, en particular con Suiza y Canadá. Los economistas calculan que un mayor número de acuerdos de este tipo podría impulsar las exportaciones de productos fabricados en la UE entre un 15% y un 40% y aumentar las posibilidades de que las empresas de la UE encuentren nuevos mercados de exportación hasta en un 50%. Un microacuerdo con Japón, por ejemplo, permite a los exportadores de la UE utilizar certificados de seguridad emitidos por la UE para las exportaciones a Japón y viceversa (lo que equivale a un reconocimiento mutuo de las evaluaciones de conformidad). Las ventajas para las empresas de la UE son enormes: no necesitan encontrar un laboratorio japonés que garantice que sus productos cumplen las normas de seguridad locales. Los «microacuerdos» (mini-deals) suelen ser poco controvertidos y pueden ser muy eficaces. Para Europa, son una forma de reducir la burocracia y abrir nuevos mercados de exportación con un riesgo bajo y una alta rentabilidad.

2. Aprovechar el amplio mercado europeo de consumidores digitales con alto poder adquisitivo

A Trump le gusta centrarse en el déficit comercial de bienes de Estados Unidos con la UE. En respuesta, los europeos harían bien en examinar más detenidamente el aspecto de los servicios de la balanza comercial transatlántica. La mayor baza del bloque en este ámbito es obvia: el acceso al mercado de las plataformas de redes sociales (uniformemente estadounidenses). Para empresas como la estadounidense Meta (matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp) y X (antes Twitter), el mercado de la UE es indispensable. Es enorme (casi 500 millones de consumidores) y lucrativo. En la UE, los «ciudadanos activos de internet», los «netizens», son ricos, por lo que los anunciantes pagan una prima a las plataformas digitales para mostrar anuncios a los europeos.

En cuanto al comercio de servicios, existe una asimetría estructural entre Europa y Estados Unidos. Los europeos podrían sobrevivir (y tal vez incluso prosperar) sin las redes sociales, pero las empresas matrices estadounidenses de estas plataformas se verían muy afectadas si perdieran los ingresos de la UE. Hay precedentes que ayudan a ilustrar cómo la UE podría aprovechar al máximo esta asimetría: en 2024, el Tribunal Supremo de Brasil prohibió X por motivos de desinformación durante las elecciones presidenciales de 2022. X tardó poco más de un mes en dar marcha atrás, por temor a perder un mercado de unos 30 millones de usuarios. La empresa pagó una multa, bloqueó las cuentas problemáticas y nombró a un representante legal. Si la UE quiere obtener concesiones de Estados Unidos, amenazar con seguir un camino similar puede resultar una herramienta útil.

Es cierto que seguir el ejemplo brasileño sería difícil para la UE. Amenazar con bloquear el acceso a las plataformas digitales probablemente provocaría una furiosa reacción por parte de Estados Unidos (aunque las desavenencias de 2024 entre Trump y Elon Musk, propietario de X, hacen que esto no resulte nada obvio). En la práctica, la UE tendría al menos dos opciones. La primera consiste en gravar las plataformas digitales, por ejemplo, cuando entrenan sus modelos de IA patentados con contenidos acerca de la UE (como los de este policy brief). Ésto requeriría la unanimidad de todos los Estados miembros, lo que sin duda es una tarea difícil, pero no imposible (al fin y al cabo, las capitales de la UE logran renovar por unanimidad las sanciones a Rusia cada seis meses). En segundo lugar, la UE podría amenazar con endurecer la aplicación de las normas existentes en materia de privacidad y contenidos nocivos, especialmente en torno a las elecciones nacionales de la UE. Al fin y al cabo, promulgar esas medidas puede que no sea lo más importante. La idea es, más bien, que la UE explore su influencia y destaque cómo podría hacer uso de ella.

3. Impulsar la innovación mediante cambios normativos no controvertidos

Durante la última década, los flujos de IED hacia la UE se han centrado a menudo en adquisiciones estadounidenses de empresas europeas de alta tecnología. Algunos ejemplos son la absorción de Skype por parte de Microsoft por 8.600 millones de dólares en 2011 y la compra de la alemana Dialog Semiconductor por parte de Apple por 600 millones de dólares en 2018. El hecho de que estas empresas de alta tecnología lograran prosperar en suelo europeo antes de que las empresas estadounidenses las adquirieran ya era toda una hazaña. Aproximadamente un tercio de las 147 empresas unicornio que surgieron en la UE desde 2008 acabaron trasladándose a Estados Unidos (a menudo por falta de financiación), lo que pone de relieve que los habitantes de Silicon Valley pueden tener razón cuando afirman que es difícil «crear algo innovador» en la UE. Esta incapacidad para fomentar la innovación pesa sobre la credibilidad de Europa frente a Washington y sobre las perspectivas económicas a largo plazo de la UE.

La primera parte del cuello de botella de la innovación en la UE tiene que ver con la financiación. No se trata de un problema de dinero. El bloque registra un superávit por cuenta corriente del 2-3% del PIB, lo que significa que normalmente ahorra 450.000 millones de euros más de lo que invierte cada año. (Se trata del mismo concepto de equilibrio entre inversión y ahorro que apareció anteriormente en el policy brief para destacar por qué el déficit comercial de EE.UU. no es un problema que deba solucionarse). El reto para la UE reside en liberar esos ahorros. Un primer buen paso sería suavizar las restricciones normativas que dificultan la capacidad de los fondos de seguros de la UE para invertir en fondos de capital riesgo (inversores que financian a las empresas emergentes en fase inicial), permitiéndoles crecer y expandirse. Desde 2013, las empresas emergentes de la UE sólo han recibido 130.000 millones de dólares en financiación de capital riesgo, unas nueve veces menos que sus homólogas estadounidenses. En segundo lugar, los activos de las aseguradoras de la UE representan el 61% del PIB de la UE, más del doble que en Estados Unidos. Canalizar sólo incluso una pequeña fracción de los fondos de seguros de la UE hacia las empresas emergentes europeas podría impulsar la innovación europea.

La financiación no es el único obstáculo para la innovación. Si se pregunta a cualquier inversor de capital riesgo, rápidamente surge otro escollo: la coexistencia de diferentes regímenes normativos nacionales, que a menudo dificulta las inversiones en todo el bloque. Para las startups, el mercado único puede parecer de todo menos eso, y con razón. Navegar por 27 conjuntos de normas en 24 idiomas es una tarea imposible para la mayoría. Para resolver este problema, la Comisión Europea está estudiando la posibilidad de introducir un 28º régimen normativo. Las startups podrían optar por un código empresarial a escala de la UE que les ayudaría a sortear el laberinto normativo. Esta política sería un primer paso útil hacia un mercado europeo más fluido y allanaría el camino para otras reformas similares.

4. Ampliar la reserva de activos denominados en euros

La turbulencia política en Estados Unidos brinda a la UE la oportunidad de impulsar el papel del euro como moneda de reserva mundial en un momento en que se pone en duda el estatus del dólar como refugio seguro. Otorgar un papel más importante al euro como moneda mundial es una obviedad: aumentaría la influencia global del bloque y reduciría la dependencia mundial de los activos seguros denominados en dólares estadounidenses.

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El problema no es la baja demanda de deuda denominada en euros, sino la oferta limitada. El stock combinado de bonos alemanes, bonos soberanos franceses y valores emitidos por la UE (incluida la deuda del Banco Europeo de Inversiones) es de sólo 5 billones de euros, unas cinco veces menos que el stock de valores del Tesoro de EE.UU. (29 billones de dólares, unos 25 billones de euros). La oferta de activos de la UE también está fragmentada, ya que no existe un instrumento de deuda único para toda la Unión. Ante la escasez de deuda denominada en euros, los inversores se están lanzando al oro. En 2024, el oro superó al euro como segundo activo de reserva más importante (los efectos del precio también influyeron en este sentido).

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En los últimos meses, se ha ido generando un impulso político en el bloque para la emisión de eurobonos. En marzo, el canciller alemán Friedrich Merz levantó el freno al endeudamiento de su país, una norma que establecía un límite máximo del 0,35% del PIB para el déficit fiscal estructural anual del país. Ese mismo mes, una Rusia cada vez más agresiva empujó a la UE a adoptar ReArm Europe con 800.000 millones de euros para inversiones en defensa. En julio, el bloque activó una cláusula de escape nacional en virtud del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que permite a 15 Estados miembros aumentar el gasto en defensa hasta 1,5 puntos porcentuales del PIB anual entre 2025 y 2028, sin que ello dé lugar a procedimientos de déficit excesivo de la UE.

El aumento del gasto militar, junto con la relajación de las normas fiscales de la UE en materia de gastos de defensa, abre la puerta a la creación de un importante fondo común de eurobonos al que puedan acceder los inversores mundiales. Muchos Estados miembros se encuentran en una situación de escasez de liquidez, por lo que una gran parte de los gastos militares tendrá que financiarse mediante la emisión de deuda. Sin embargo, las cifras no cuadran: incluso si todo el nuevo gasto en defensa se financiara con deuda a escala comunitaria, la oferta de bonos europeos sólo crecería un 1% del PIB de la UE al año, una cifra demasiado pequeña para marcar una diferencia significativa en la solución del problema de la oferta.

Para superar esto, la UE necesita pensar de forma creativa. Una idea, del execonomista jefe del FMI Olivier Blanchard y del economista del fondo de cobertura Citadel Ángel Ubide, sería convertir una parte de la deuda soberana existente de los Estados miembros de la UE en eurobonos sénior. Estos valores de bajo riesgo emitidos conjuntamente tendrían tipos de interés modestos, lo que los convertiría en una opción atractiva para los Estados miembros de la UE con problemas de liquidez, como Polonia o Francia. La ventaja de este plan es que la deuda mancomunada estaría esencialmente libre de riesgo, lo que significa que sólo requeriría un reparto mínimo del riesgo entre los Estados miembros de la UE, una característica que podría aliviar la oposición de los miembros más austeros. Además, este plan no requeriría cambios en las normas fiscales de la UE, lo que facilitaría su adopción.

Esta propuesta es sólo un ejemplo de cómo la UE podría ampliar el fondo común de eurobonos líquidos. Otros van más allá, por ejemplo, proponiendo la creación de una agencia europea de deuda que refinanciaría la deuda existente, emitiendo efectivamente deuda de la UE en nombre de los Estados miembros. Sin duda, la política de estas propuestas será compleja, pero es difícil imaginar un contexto mejor para que la UE lance los eurobonos. Con Trump aparentemente dispuesto a sacudir el panorama financiero mundial, el bloque puede convertir la agitación en un trampolín para reformas que beneficiarán a los europeos a largo plazo; esto dotaría a la UE de la capacidad financiera necesaria para hacer frente al cambio climático, impulsar la defensa y prepararse para el impacto fiscal del envejecimiento de la población mucho después de que termine la presidencia de Trump.

5. Prepárense para las próximas guerras de divisas

En 2026, el G20 se celebrará bajo la presidencia de Estados Unidos, lo que dará a los funcionarios de Washington la oportunidad de promover la agenda Trump 2.0. En la cumbre, Trump podría aprovechar la presencia de los principales titulares extranjeros de bonos del Tesoro estadounidense (China, Japón y los bancos centrales de la zona euro) para provocar una depreciación del dólar frente a otras monedas importantes.

Si Trump ofrece una reducción de los aranceles para convencer a estos actores de que vendan sus bonos del Tesoro, la UE se enfrentará rápidamente a un quebradero de cabeza. Es posible que el presidente estadounidense no se dé cuenta de que el Banco Central Europeo y los bancos centrales de los Estados miembros de la UE no tienen mandato para negociar cuestiones comerciales. Esto supone un problema, ya que estas instituciones probablemente poseen alrededor de la mitad de las reservas de bonos del Tesoro estadounidense que tiene la UE (no hay un desglose de las reservas de estos bonos por tipo de inversor, pero a nivel mundial los inversores oficiales poseen el 47% de los bonos del Tesoro estadounidense en manos extranjeras). Además, sería casi imposible convencer a los fondos de inversión privados de la UE, que probablemente poseen la otra mitad de los bonos del Tesoro estadounidense que tiene el bloque comunitario, para que vendan sus reservas de bonos del Tesoro norteamericano.

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Más allá de las dificultades logísticas, no está claro si la UE debería perseguir un acuerdo como tal. En términos generales, un dólar estadounidense más débil (y, por lo tanto, un euro más fuerte) beneficiaría a los importadores de la UE, pero perjudicaría a los exportadores. Dado que las exportaciones son el motor de la economía de la UE, tal escenario probablemente sería perjudicial para los intereses europeos. 

Sin embargo, lo que está claro es que las instituciones de la UE y los Estados miembros clave, como Francia, que es, con diferencia, el mayor tenedor de bonos del Tesoro estadounidense del bloque, deben prepararse para gestionar las demandas de Estados Unidos en el G20. La alianza con China, Japón e inversores privados asiáticos y del Golfo ayudaría a presentar un frente global unido ante Trump.

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Ocho meses después del inicio de Trump 2.0, las raíces del Síndrome de Trastorno por Trump en Europa pueden reposar en varios malentendidos. Quizás el idioma inglés sea engañoso. Los seguidores de Trump piensan que él impone aranceles al resto del mundo, pero son los seguidores (estadounidenses) los que pagan por estas medidas. Los partidarios de MAGA parecen creer que las empresas globales harán cualquier cosa para operar en Estados Unidos, pero las políticas de inversión estadounidenses podrían empujar a las empresas a reconfigurar sus cadenas de suministro y flujos financieros alejándolos de Estados Unidos para siempre. Lo mismo ocurre con los planes de Trump de despojar al dólar estadounidense de su estatus de refugio seguro; en lugar de imponer costes a otros, Estados Unidos podría perder uno de sus mayores activos: la emisión del dólar como la moneda global preferida.

Los europeos sobrevivirán a la Trumponomics, que están perjudicando principalmente a la economía estadounidense. Al otro lado del Atlántico, la reacción de los europeos a los arrebatos de Trump determinará sus perspectivas económicas mucho después de que este abandone la Casa Blanca. Para que la UE se asiente sobre una base sólida, los responsables políticos de la Unión deben mantener la calma, permanecer unidos y centrarse en su visión del futuro de Europa. Deben tratar de aplicar políticas económicas que beneficien al bloque a largo plazo, independientemente de lo que les depare la Casa Blanca. No todas las provocaciones requieren una reacción. A veces, el valor consiste en mantener la calma, seguir adelante y detectar las oportunidades en la adversidad.

Sobre la autora

Agathe Demarais dirige el trabajo del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores sobre geoeconomía y tecnología. Antes de incorporarse al ECFR, Demarais fue directora de previsiones globales de la Economist Intelligence Unit (EIU), la división de investigación de The Economist. Dirigió el análisis económico y geopolítico global de la EIU, centrándose especialmente en la evolución del comercio, los mercados emergentes y la política económica. Demarais es autora de Backfire, un libro sobre los efectos globales de las sanciones y los controles a la exportación. El libro se basa en su experiencia como asesora de política económica para el cuerpo diplomático del Tesoro francés en Rusia y Líbano. Anteriormente, también trabajó en banca de inversión en Rusia y Estados Unidos. Fuera del ECFR, Demarais es columnista de Foreign Policy y profesora visitante en el Colegio de Europa.

Agradecimientos

La autora desea agradecer a Kat Fytatzi por su contagioso entusiasmo sobre el tema, su constante disposición a ir más allá al desafiar la escritura de la autora y su edición creativa/reflexiva/alegre de este policy brief. Kat ha sido una editora brillante con la que trabajar, haciendo que este informe sea infinitamente mejor que el primer borrador que recibió inicialmente. También ha demostrado ser increíblemente paciente mientras la autora se debatía entre la terapia de pareja y las analogías con los hipopótamos (mejor no preguntar).

Nuestros compañeros del ECFR Chiara Malaponti y Tobias Gehrke aportaron comentarios muy útiles sobre los borradores iniciales: ¡grazie y vielen Dank! Las superestrellas de la comunicación y la promoción Mireia Faro Sarrats, Nele Anders y Pia Jakobi proporcionaron un apoyo estelar en el ámbito de la divulgación. Nastassia Zenovich hizo magia con los gráficos y Martin Tenev se aseguró de que todo fuera sobre ruedas en el aspecto técnico.

El ECFR agradece su apoyo al secretario de Estado para la Unión Europea y a la iniciativa «Hablamos de Europa» (Ministerio de Asuntos Exteriores, Europa y Cooperación de España).

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[1] Entrevistas del autor con fondos de inversión privados, capitales europeas, 2025.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR sólo representan las opiniones de sus autores individuales.

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