Cuando las ‘big tech’ van a la guerra: lecciones para Europa y la OTAN de la guerra de Ucrania

La guerra de Ucrania ha reforzado el papel de los gigantes tecnológicos mundiales en la política de defensa y seguridad. La OTAN y la UE podrían aprender de ello para conjurar el peligro

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La tecnología ha dado forma a la guerra durante miles de años. Sin embargola guerra de Rusia en Ucrania es quizá el primer conflicto en el que las empresas tecnológicas mundiales han desempeñado un papel tan directo y central. Esto se debe a que muchos de los campos que resultan críticos para asegurar la integridad territorial de un Estado están ahora controlados por estas empresas, como la ciberseguridad, las imágenes por satélite, el acceso a Internet y la vigilancia de la información. Los dirigentes europeos y de la OTAN deberían aprender de la experiencia ucraniana y replantearse su colaboración con las empresas tecnológicas para prevenir y combatir futuras guerras.

Rusia persigue múltiples objetivos estratégicos a través de su guerra híbrida, que incluye elementos convencionales, irregulares, informativos y cibernéticos. Estos objetivos van desde la destrucción de los activos digitales críticos de Ucrania hasta campañas globales de desinformación. El Kremlin también combina regularmente la guerra cibernética con operaciones cinéticas: por ejemplo, en el bombardeo simultáneo de la central nuclear de Zaporiyia y el gran ciberataque contra su operador, la empresa estatal ucraniana de energía nuclear, Energoatom.

No sería posible contrarrestar este tipo de guerra sin la aportación de las empresas tecnológicas. Microsoft y Amazon, por ejemplo, han demostrado ser fundamentales para ayudar a los agentes públicos y privados ucranianos a proteger sus servicios de software críticos. Lo han hecho trasladando sus instalaciones in situ a servidores en la nube para garantizar la continuidad de sus actividades y ayudar en la detección y respuesta a los ciberataques. Además, Google ha ayudado a Ucrania en más de un frente: ha creado una aplicación de alertas de ataques aéreos para proteger a los ciudadanos ucranianos de los bombardeos rusos, al tiempo que ha ampliado su software gratuito contra la denegación de servicio distribuida (DDoS), Project Shield, que se utiliza para proteger las redes ucranianas contra los ciberataques.

Otro factor de cambio ha sido la accesibilidad de la inteligencia de fuentes abiertas a través de servicios comerciales por satélite. En las semanas previas a la guerra, esto ayudó a fuentes independientes a verificar las afirmaciones del gobierno estadounidense sobre la concentración de tropas rusas y la amenaza de invasión. Luego, a medida que se desarrollaba el ataque, las fuerzas ucranianas rastrearon los movimientos de las tropas rusas utilizando Google Maps. Más tarde, cuando esto se convirtió en un arma de doble filo para Ucrania porque revelaba las posiciones de las tropas ucranianas a las fuerzas rusas, Google desactivó las actualizaciones de tráfico y las funciones de concentración para evitar la exposición de las operaciones ucranianas. Empresas privadas de satélites, como Maxar Technologies y Capella Space, también han puesto sus imágenes a disposición del público a través de medios de comunicación y plataformas de redes sociales. Esto ha sido especialmente valioso para exponer los crímenes de guerra de Rusia y luchar contra la desinformación mediante la difusión de imágenes de la devastación causada por las tropas rusas.

Las empresas tecnológicas también tienen la clave de una lucha eficaz contra la desinformación. Por ejemplo, en los días posteriores a la invasión, Meta estableció un centro de operaciones especiales para vigilar y frenar la desinformación difundida por los medios de comunicación controlados por Rusia. Plataformas digitales como Twitter, YouTube y Google han restringido el acceso a los informativos estatales Russia Today (RT) y Sputnik en Europa y, en algunos casos, en todo el mundo, a raíz de las sanciones de la UE. El Kremlin, sin embargo, ha eludido en parte esta prohibición, y sigue difundiendo desinformación a través de nuevos dominios y filiales, como la alternativa a YouTube de RT, Ruptly.

Por último, las conexiones a Internet por satélite han sido un tema clave —aunque controvertido— en Ucrania. Starlink, de Elon Musk, suministra al Gobierno y a las fuerzas armadas ucranianas conexión a Internet a través de su servicio de satélites de órbita baja y unos 5.000 terminales. Esto ha permitido a las tropas e instituciones ucranianas seguir operando a pesar de la destrucción de la infraestructura de telecomunicaciones por parte de Rusia. En octubre de 2022, el gasto de Starlink había alcanzado aproximadamente los 80 millones de dólares, aunque aún está por ver qué parte de este coste cubrió realmente Starlink. Desde entonces, el CEO de Tesla ha solicitado que el Pentágono asuma toda la responsabilidad financiera. Musk también ha restringido el uso de los servicios de Internet de Starlink con drones, lo que algunos comentaristas han interpretado como un intento de proteger los intereses de Tesla en China y en países no alineados. Esto demuestra los riesgos de permitir que se rompa una cooperación eficaz entre los sectores público y privado, sobre todo cuando las prioridades de las empresas pueden divergir de los intereses geopolíticos de los Estados.

Las empresas tecnológicas han ido a la guerra voluntariamente y en gran medida a su costa. Al hacerlo, han afirmado su posición como actores internacionales independientes cuya capacidad de liderazgo se deriva de sus recursos financieros, su impacto y su alcance.

Esto proporciona importantes lecciones para el futuro. Incluso antes de la guerra, la Unión Europea estaba alerta ante las zonas grises en las que la tecnología se convierte en arma para llevar a cabo acciones bélicas y provocar inestabilidad política. El documento de la Brújula Estratégica de la UE para 2022 enumeraba las estrategias híbridas, los ciberataques y la manipulación e interferencia de la información extranjera como amenazas a su propia seguridad. Sin embargo, una defensa eficaz contra estas amenazas no será posible sin la cooperación de las empresas tecnológicas.

En respuesta a esta nueva realidad, países como Israel y Estados Unidos han hibridado las inversiones en tecnología militar y civil para que sus productos puedan servir a dos propósitos. También han surgido iniciativas conjuntas multilaterales sobre innovación tecnológica, como el fondo Acelerador de la Innovación en Defensa de la OTAN y el Centro de Innovación en Defensa de la UE, dependiente de la Agencia Europea de Defensa. Pero estos organismos deben colaborar más estrechamente con el sector privado: es decir, para combatir (con éxito) las guerras híbridas, los Estados deben convertirse ellos mismos en híbridos.

Las corporaciones tecnológicas se han convertido en dueñas y señoras de los activos críticos que un Estado soberano necesita para funcionar. La falta de acceso a la tecnología puede ser una cuestión de vida o muerte, como ha demostrado el año pasado en Ucrania. El reto que tienen por delante los actores públicos es crear las sinergias con las empresas tecnológicas necesarias para hacer frente a un orden mundial en deterioro. Las empresas, por su parte, deben seguir desarrollando su conciencia geopolítica para poder contribuir a revitalizar y sostener ese orden.

Versión original en inglés, traducción al español publicada por El Confidencial.

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