View from Madrid: El pragmatismo atempera el «anti-trumpismo» de España

El anti-americanismo español ha permanecido latente desde los años de Bush, pero podría desatarse de nuevo con la presidencia de Trump.

El anti-americanismo español ha permanecido latente desde los años de Bush, pero podría desatarse de nuevo con la presidencia de Trump.

España tiene lealtades contradictorias respecto a Estados Unidos. Como aliados de la OTAN, los dos han gozado por lo general de relaciones positivas, pero existe un anti-americanismo profundamente arraigado que transciende no sólo a una extrema izquierda cercana a Cuba y Venezuela, sino también a algunos miembros de la vieja guardia del establishment. Estos segmentos suelen adoptar una postura no alineada y, paradójicamente, suelen inclinarse por una Rusia vista como un baluarte contra el imperialismo Yankee.

La Guerra de Iraq fue extremadamente impopular en España y el presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero mantuvo una relación difícil con la administración de George W. Bush. Sin embargo, la reputación de Estados Unidos en España mejoró drásticamente bajo la administración Obama, dejando a la camarilla anti-americana como un residuo de los días pasados que se queja perennemente de las supuestas intervenciones turbias en la UE o en Ucrania. Madrid ha cultivado durante los últimos años fuertes lazos bilaterales y ha permitido un refuerzo de la presencia militar estadounidense en su suelo.

La preferencia de los españoles por Hillary Clinton sobre un Donald Trump percibido como un populista semi-fascista era abrumadora. La victoria de Trump, por tanto, ha sido recibida como una noticia terrible que se suma al Brexit y a la creciente xenofobia en Europa. Al público español no le gusta Putin (a diferencia de alguna de sus élites) y se predice que será también anti-Trump. Aunque algunos puedan mantener una visión equilibrada de Estados Unidos en sí mismo, un EE.UU. trumpista podría volver a percibirse como una amenaza al orden mundial (las imágenes de Guantánamo aún perduran) y quizá incluso a Europa.

Políticamente, se ha dado una división entre europeístas y liberales tras el mensaje tranquilizador y basado en valores de Angela Merkel y entre aquellos que intentan llevar a cabo un acercamiento con la nueva administración. El presidente Rajoy y su Partido Popular han felicitado cálidamente al magnate y han abogado por relaciones más próximas. PSOE y Ciudadanos (liberales) han reaccionado con más cautela, lamentándose del incierto porvenir, enfatizando la importancia de los valores europeos, y aprovechando la oportunidad de criticar a Podemos, los populistas españoles. El propio Podemos, especialmente los sectores más a la izquierda dentro de su coalición, ha adoptado la línea más dura contra Trump, tildándole de fascista. Parece que se les escapa la ironía de rechazar a Trump como un autócrata mientras se corteja a Putin.

Brexit, los populismos y los autócratas desafían los fundamentos de la Europa moderna. España está preparada para realizar su propio cálculo de qué papel quiere jugar en este desagradable contexto. Un país que dejó atrás una dictadura, hoy acoge la democracia, los derechos LGBT y el secularismo, a pesar de que su política exterior ha sido discordante respecto a estos valores en la última década. Se presentan duros dilemas por delante. Madrid es consciente de que no puede hacer cumplir sus valores a EE.UU., pero tampoco aceptará parecer pusilánime en sus negociaciones con Trump. 

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