Una década de desconfianza
Desde el 22 al 25 de mayo alrededor de 390 millones de ciudadanos votarán en medio de la peor crisis en la historia de la UE y tras casi una década de creciente desconfianza en el proyecto europeo. ¿Qué impacto tendrá esta pérdida de confianza en las elecciones europeas?
Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Eurobarómetro.
Las elecciones europeas de este mes serán diferentes, pero por razones distintas a las que esperaba la campaña oficial de la Unión Europea (UE). Desde el 22 al 25 de mayo alrededor de 390 millones de ciudadanos votarán en medio de la peor crisis en la historia de la UE y cuando la desconfianza de los ciudadanos en el proyecto europeo ha aumentado de forma significativa en la última década, tal como ilustra el gráfico.
Desde el inicio de la crisis, la desconfianza en las instituciones europeas se ha propagado como un virus, según explicaba hace un año la publicación de ECFR “The continent-wide rise of Euroscepticism”. Suele argumentarse con frecuencia que esta pérdida de confianza en la UE está relacionada con una confianza cada vez menor en los gobiernos y parlamentos nacionales de los Estados Miembros por parte de los ciudadanos. Pero esta explicación no es del todo satisfactoria. Pues si bien es cierto que en Estados clave del sur de Europa como España o Grecia la confianza en las instituciones nacionales es realmente baja, no ha sucedido lo mismo en todos los países.
En cambio, la desconfianza en la UE se ha extendido por toda Europa y hoy es mucho mayor que hace una década. Esta suspicacia alcanzó su punto máximo en mayo de 2012, cuando un 60 por ciento de europeos reconocía no confiar en la UE, 30 puntos porcentuales más que en mayo de 2007, antes de que comenzara la crisis. En la actualidad, solo 3 de cada 10 europeos confía en la UE.
En este sentido, cabe preguntarse cuánto importa esta pérdida de confianza de cara a las próximas elecciones. En realidad, importa mucho. Pues como señalan Mark Leonard y José Ignacio Torreblanca en la reciente publicación de ECFR, “The Eurosceptic surge and how to respond to it”, lo que preocupa es que el aumento de la desconfianza ha tenido lugar en todos los estados: donde la confianza era alta, hoy es baja y donde ya era baja, en la actualidad es todavía menor.
La buena noticia es que esta tendencia podría revertirse. Sin embargo, no va a ser fácil reparar el daño causado al proyecto europeo en este tiempo. Una oposición de eurodiputados eurófobos y populistas (los pronósticos barajan entre 180 y 220 eurodiputados, dependiendo de la definición y las fuentes) intentará frenar el proceso de integración. El riesgo es que en respuesta al auge de los euroescépticos más radicales, las fuerzas políticas pro europeas acaben uniéndose en una especie de cartel elitista, lo que provocaría más desafección en un electorado ya de por sí receloso.
Leonard y Torreblanca sugieren una posible solución a este desafío: si Europa quiere derrotar a los euroescépticos, tiene que confrontarlos en casa y no solo en Bruselas. Ello implica más política y cambiar las dinámicas habituales del Parlamento. ¿De una vez por todas? Lo comprobaremos tras estas elecciones.
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