Trump y Corea del Norte: ¿una hoguera de misiles?

La reunión Trump-Kim podría ser una vía para satisfacer las demandas de ambas partes, y mantener la confianza de Corea del Sur y Japón en los EE.UU.

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La reunión Trump-Kim podría ser una vía para satisfacer las demandas de ambas partes, y mantener la confianza de Corea del Sur y Japón en los EE.UU.

¿Qué hemos aprendido en estas semanas desde que Donald Trump aceptara una apertura de Corea del Norte? Muy poco, y se podría argumentar que esta es una razón para el optimismo: un cambio radical en la relación no se produciría a la vista de todo el mundo. Aun así, hay algunas señales. Primero, la intención de Trump de negociar con fuerza fue confirmada con el nombramiento de John Bolton como su nuevo asesor de seguridad nacional. Ese es el mensaje más duro que se puede enviar a Pyongyang antes de la cumbre. Observadores habituales en los procesos de negociación anteriores, dejando a un lado los juicios sobre las opiniones de Bolton y su reputación de severo, sostienen que la nominación deja claro que cualquier fingida apertura de Corea del Norte acercaría mucho más el conflicto.

Que la cumbre es una posibilidad seria queda también patente con el apoyo de Shinzo Abe a la jugada de Trump. En el pasado, Japón siempre buscó la línea dura por parte de la administración estadounidense, por temor a la debilidad frente a la escalada de pruebas de Corea del Norte, y a un fracaso en el futuro de la extendida disuasión que Estados Unidos brinda a sus aliados de Asia oriental. Abe ha decidido arriesgarse e ir con la negociación.

China se encuentra en una posición aún más difícil. A pesar de ser el aliado principal de Corea del Norte, no parece que conociera de antemano el deseo de apertura de Kim Jong Un, y la respuesta instantánea de Trump también ha restado importancia al papel de China. De hecho, China se enfrenta a medidas comerciales severas justo cuando comienza el juego de la cumbre. Mientras que China ha manifestado buscar la desnuclearización de la península, si quiere conservar su papel de padrino tiene que esperar y ver si Pyongyang rechaza la meta de la comunidad internacional de CVID: el desarme completo, verificable e irreversible.

¿Quién está preparando la cumbre en cada lado y a través de qué canales?

Las conjeturas abundan en torno a posibles intermediarios. Moscú ha recibido un flujo constante de visitantes norcoreanos en las últimas semanas. Rusia era en el pasado el otro garante de seguridad de Corea del Norte, aunque menos dominante que China en el último cuarto de siglo. ¿Pero puede Vladimir Putin permitirse eclipsar a Xi Jinping cuando Rusia sigue siendo tan dependiente económicamente de las ventas de energía a China, cuando está involucrado en Oriente Medio y en conflicto con Europa? En China, la reciente caída del CEO de la compañía de energía CEFC, después de que intentara comprar una gran parte del gigante energético ruso Rosneft, puede ser una señal de advertencia de que Xi mantendrá a Putin a raya.

Otra hipótesis está circulando en torno a un formato de reunión Track 1.5 entre norcoreanos y estadounidenses en Suecia. Dada la sensibilidad del problema, y el altamente individualizado centro de autoridad en Pyongyang (y en Washington) es poco probable que ex funcionarios o analistas desempeñen un papel importante.

Esto nos deja con dos posibles opciones. Una es la diplomacia itinerante de Corea del Sur. Después de todo, fueron los enviados del presidente Moon quienes dieron la noticia sobre la reunión Trump-Kim. De todos los sitios posibles para una cumbre, Panmunjom, en la zona desmilitarizada, parece la opción menos arriesgada y controvertida para ambos líderes. Sin embargo, es poco creíble que Corea del Sur y, en particular, Moon Jae-in puedan realmente influir en el entorno de Trump y, menos aún, en el propio presidente.

La otra opción es un canal secreto entre Trump y Kim administrado por los servicios secretos de ambos países. El ascenso de Mike Pompeo de dirigir la CIA al Departamento de Estado hace que este escenario sea plausible.

Si esta hipótesis es cierta, significa que el argumento estándar sobre los «adultos en la sala» – experimentados profesionales en negociaciones previas con Pyongyang – se ha quedado en el camino. Y esto podría darnos una idea de los posibles resultados de la próxima cumbre. Si sucede, por supuesto.

¿Qué podría decidir la cumbre en realidad?

Tradicionalmente, una reunión como esta se asentaría sobre las bases establecidas por los negociadores en desarme y en la lucha contra la proliferación que elaborarían paquetes a largo plazo con varias etapas para proporcionar resultados que fueran aceptables para ambas partes. Son exactamente estas soluciones las que históricamente han fallado con Pyongyang: ningún acuerdo ha sobrevivido a la primera etapa de implementación, y solo se han cumplido ocasionalmente los pagos iniciales, cada ambigüedad se ha explotado más tarde para anular los compromisos generales. Este fue el caso con el acuerdo de Ginebra de 1994 durante cinco años. En febrero de 2012, el llamado «acuerdo del día bisiesto» se cerró casi al instante porque Corea del Norte dio por hecho que la moratoria sobre las pruebas de misiles no cubría los lanzamientos de satélites.

Una cumbre preparada por los servicios secretos tendría un enfoque bastante diferente. Los servicios secretos no crean acuerdos internacionales a largo plazo. Ofrecen soluciones a corto plazo, con resultados visibles al instante. Tanto Kim como Trump necesitan resultados rápidos y visibles, aunque de diferente tipo. Para Kim, la primera cumbre de Corea del Norte con los Estados Unidos es un triunfo y cambia su estatus en el este de Asia, y posiblemente más allá. Para Trump, poder decir que ha logrado un resultado más tangible que la diplomacia de sus predecesores es tentador.

Pero declarar el éxito de la reunión basándose en cualquier mero compromiso verbal destruiría aún más la posición de Trump y Estados Unidos con los aliados regionales, Japón y Corea del Sur. Trump debe encontrar soluciones que los mantengan alineados y dependientes de los EE. UU. Tampoco Kim puede ignorar por completo a China. Ya es suficientemente malo que haya antagonizado a Pekín a través de su arriesgada política, para luego tan solo realizar una apertura directa a Washington. A largo plazo, la seguridad de su régimen no puede estar garantizada por ningún tratado estadounidense, ya que de hecho se basa en una combinación de su fuerza y ​​respaldo por parte de China. Si inclinarse hacia China crea un riesgo para la soberanía de Corea del Norte, inclinarse hacia Washington es un riesgo para su régimen. El primero crea una abrumadora influencia china sobre una Corea del Norte aislada, pero el segundo abre las puertas a cambios impredecibles a través de nuevas interacciones con el mundo exterior.

Entonces, ¿hay terreno común para una concesión inmediatamente verificable por parte de Pyongyang que no anule su capacidad de disuasión, pero que sea lo suficientemente importante como para justificar otras concesiones inmediatas de los EE. UU.? ¿Dónde está el beneficio mutuo a corto plazo que justificaría la cumbre? Debemos de pensar de manera diferente que con el modelo de Irán para el JCPOA. Irán era una potencia con límite nuclear, mientras que Corea del Norte tiene una cantidad no especificada de cabezas nucleares, generalmente estimadas en cifras de dos dígitos. Nadie sabe cuántos, y nadie sabe dónde. La búsqueda de Estados Unidos de plutonio o emplazamientos con enriquecimiento nuclear ha sido una catástrofe. ¿Quién puede olvidar el pago de la administración Clinton a Pyongyang para comprobar una cueva que resultó ser falsa?

Pero las ojivas sin sistemas de entrega son una amenaza limitada (excepto para la proliferación futura). Son los misiles y la capacidad de colocar estos misiles con ojivas nucleares lo que constituye la principal amenaza. La construcción de misiles balísticos de rango intermedio cada vez más fiables y misiles balísticos intercontinentales ha sido el desarrollo más notable de Corea del Norte en los últimos años. Para Estados Unidos, los misiles balísticos intercontinentales son lo más importante en el arsenal de Pyongyang. Ocurre que tales misiles no pueden ocultarse y transportarse fácilmente sin ser detectados; y que la fase previa al lanzamiento, incluso si no han sido detectados anteriormente, es un momento de vulnerabilidad inevitable.

Entonces, si Washington está buscando una solución rápida, este será el primer tema que tratar, porque este inmediato pago inicial de Pyongyang tiene resultados tangibles para la seguridad de los Estados Unidos. Quizás Kim se ha dado cuenta. Sus palabras informadas a Xi el 27 de marzo incluyen la noción de que «Corea del Sur y los Estados Unidos deben tomar medidas provisionales y sincronizadas» para posibilitar la desnuclearización.

Pero tiene otros beneficios también. Mientras desvincula la seguridad directa de Estados Unidos del aventurerismo de Corea del Norte, vuelve a vincularla a la de Corea del Sur y a la de Japón, porque estos aún estarían bajo la amenaza de misiles de corto alcance y por lo tanto dependen de la disuasión estadounidense. Y puede ser políticamente oportuno que esto también proporcione un modelo contrario al JCPOA con Irán, que eludió el tema de los misiles.

Esto no es CVID, por supuesto. Pero es el resultado inmediato sobre el que EE. UU. puede abrir una nueva etapa: tranquilizar a Pyongyang sin cambiar su relación de disuasión con sus vecinos. Y aunque está claro que Kim pedirá mucho a cambio de eliminar un componente clave de su capacidad de disuasión, no olvidemos que su padre intentó comercializar la exportación de tecnología de misiles por dinero en efectivo de los EE. UU. o de Europa. Los mejores acuerdos de desarme han consistido principalmente en misiles, no en ojivas nucleares. Este es un modelo que podría ajustarse al orgullo de Corea del Norte, a diferencia del modelo libio, donde Muammar Gadafi acordó detener y cancelar su programa de armas de destrucción masiva.

Ni Seúl ni Tokio desearán, o desearían, este resultado. Pero Trump ha señalado con suficiente frecuencia que no está en el negocio de complacer a los aliados del tratado. Bolton ha dicho que le gustaría traer esas armas nucleares de Corea del Norte a Oak Ridge, Tennessee, pero que puede conformarse con una hoguera de los misiles balísticos intercontinentales.

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