Innovar, proteger e influir: El trilema tecnológico de la UE y cómo resolverlo

Dado que está creciendo la competencia tecnológica entre Estados Unidos y China, la próxima agenda tecnológica de la UE ha de ser más resuelta para maximizar su influencia mundial

Una empleada lleva a cabo una inspección de los módulos fotovoltaicos en la cadena de producción de módulos de 800 MW de nuevos materiales en la ciudad de Zhangye, provincia de Gansu, China
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Las tecnologías críticas y emergentes son esenciales para la seguridad y la economía de la Unión Europea, sobre todo para las transiciones ecológica y digital. Pero en plena y creciente “guerra tecnológica” entre Estados Unidos y China, estas tecnologías son objeto de una encendida disputa geopolítica, y existe el riesgo de que se utilicen con fines irresponsables y antidemocráticos. De hecho, el nuevo Parlamento Europeo tendrá que tomar decisiones difíciles sobre su agenda tecnológica. A la hora de tomarlas, la atención debe centrarse en maximizar la influencia de la UE en este sector y convertirse en líder tecnológico. Solo con este enfoque podrá la UE protegerse de estos riesgos, garantizar la seguridad del bloque y la prosperidad de sus industrias.

Por ello, la UE debería centrar sus esfuerzos en tres objetivos políticos estratégicos: impulsar la innovación dentro del bloque para garantizar el control y el acceso a la tecnología punta; utilizar el poder regulador de la UE para garantizar el uso y la adopción de tecnologías seguras, responsables y que rindan cuentas tanto en la UE como en el resto del mundo; y proteger a las industrias que dependen de la tecnología contra las interrupciones de la cadena de suministro y el uso de las instalaciones como arma.

Sin embargo, cada uno de estos objetivos conlleva sus propias disyuntivas. Por un lado, una regulación suave podría fomentar la innovación, pero no proteger los derechos de los ciudadanos. Por el otro, una regulación excesiva puede desincentivar la innovación y llevar a las empresas a trasladarse a otras jurisdicciones. Del mismo modo, dar prioridad a la seguridad económica podría aumentar la autonomía estratégica de la UE, pero a la larga puede frenar el crecimiento y limitar el liderazgo tecnológico de la UE. El primer reto para el próximo mandato de la UE será, por tanto, comprender estas disyuntivas y tomar decisiones claras centradas en el desarrollo de su poder tecnológico. El segundo reto será aprovechar este poder para maximizar su influencia mundial mediante una estrategia tecnológica mundial proactiva.

Los compromisos tecnológicos de Europa

En lo que respecta a impulsar la innovación tecnológica, la UE aún está muy rezagada. Europa alberga 7 modelos de IA de vanguardia, mientras que China cuenta con 20 y Estados Unidos con 109. En semiconductores, la UE depende de Asia para entre el 75 y el 90 por ciento de su suministro. Y las siete principales empresas tecnológicas de la UE son veinte veces más pequeñas que sus homólogas estadounidenses en términos de valor total de las acciones.

Los críticos sostienen que esto se debe a la disyuntiva entre los objetivos de la UE de fomentar la innovación, por un lado, y garantizar el uso responsable de la tecnología, por otro. El anterior Parlamento Europeo dictó numerosas normas de seguridad destinadas a proteger a los europeos de los riesgos que las tecnologías críticas y emergentes suponen para el derecho a la privacidad, la libertad de expresión y la protección contra la discriminación. Los defensores de la industria consideran que esto está creando un entorno restrictivo para la innovación tecnológica. Sin embargo, antes incluso de que la UE introdujera reglas basadas en la tecnología, la industria tecnológica europea iba a la zaga de la estadounidense. Cuestiones estructurales como la fragmentación del mercado único de la UE y un amplio abanico de decisiones gubernamentales sobre educación, inmigración, propiedad intelectual, impuestos y leyes antimonopolio han asfixiado la innovación tecnológica en Europa mucho más que una regulación deficiente. Además, no toda la innovación es beneficiosa para el bienestar de los ciudadanos europeos o favorece la influencia de la UE en el exterior, como ven cada vez más académicos, periodistas e incluso altos ejecutivos de grandes empresas tecnológicas, un efecto que la regulación pretende mitigar. De hecho, actuar rápido y romper moldes no siempre es un objetivo político deseable. La desregulación, por tanto, quizá no es la respuesta a este problema de las disyuntivas, y es necesaria una estrategia más integral.

También es probable que surjan disyuntivas entre el objetivo de la UE de impulsar la innovación y su objetivo de proteger las industrias dependientes de la tecnología, desde las empresas de IA hasta las infraestructuras públicas. La UE podría importar tecnologías críticas y emergentes a bajo precio para fomentar el crecimiento y el cambio tecnológico. Sin embargo, esto haría al bloque más dependiente y vulnerable a las interrupciones en el flujo de productos, servicios o datos. En lugar de ello, la UE ha optado acertadamente por proteger sus industrias invirtiendo en el desarrollo de tecnologías críticas y emergentes y creando capacidad de recuperación a largo plazo. Ha adoptado un enfoque de política industrial en ámbitos que requieren grandes inversiones de capital, por ejemplo, con la Ley Europea de Chips, cuyo objetivo es proteger la industria de los semiconductores. Esto se hace movilizando inversiones públicas y privadas destinadas a instalaciones de chips avanzados e investigación y desarrollo de microchips. Al mismo tiempo, el Parlamento aprobó una estrategia de seguridad económica para reducir el riesgo de las dependencias del bloque en tecnologías críticas y emergentes.

Los responsables políticos de Bruselas y las capitales de los Estados miembros disponen de múltiples herramientas para seguir equilibrando estas disyuntivas e impulsar el sector tecnológico del bloque. En última instancia, el próximo mandato de la UE debe esforzarse por construir una industria tecnológica resiliente, tanto a las disrupciones tecnológicas como a los riesgos que entrañan para los derechos humanos. Para lograrlo, las opciones políticas incluyen financiar la investigación y la innovación, subvencionar las industrias tecnológicas, hacer el mercado interior más competitivo y atractivo para empresas e inversores, lanzar programas de visados que atraigan talento técnico y aprobar normativas a escala comunitaria que prioricen la adopción de tecnologías responsables.

Cómo puede la UE convertirse en líder tecnológico

Aunque Bruselas logre capear estas disyuntivas y construir una industria tecnológica resiliente, seguirá necesitando una estrategia para lograr influencia mundial y evitar que otros actores con puntos de vista distintos sobre tecnología, seguridad y derechos limiten las opciones de la UE. En otros tiempos, la UE impulsó sus valores en la gobernanza tecnológica mundial a través del “efecto Bruselas”, lo que quiere decir que el poder de los consumidores de la UE y su mercado interior obligaban a las empresas privadas a aplicar sus normas tecnológicas a escala mundial. Así ocurrió con el Reglamento General de Protección de Datos, en el que la UE estableció la norma internacional sobre privacidad de los datos. Pero esto fue en un momento en que la tecnología aún no estaba en el radar geopolítico ni era objeto de tantas disputas como ahora.

Es probable que los países interesados en dominar estas tecnologías se aparten ahora del efecto Bruselas y establezcan sus normas y reglamentos nacionales siguiendo ejemplos alternativos. Por ejemplo, han surgido tres enfoques diferentes de regulación de la IA entre la UE, Estados Unidos y Reino Unido, que ofrecen a otros países opciones alternativas. Al mismo tiempo, tecnologías críticas y emergentes como la IA, los semiconductores y la computación cuántica se han convertido en el objeto central de la competencia entre Estados Unidos y China, arrastrando así a la UE a un conjunto de tensiones geopolíticas de alto voltaje en torno al control y despliegue de estas tecnologías.

Consciente de la necesidad de cooperar con otras democracias en el gobierno de las tecnologías emergentes para difundir y salvaguardar sus valores, la UE colabora con aliados afines. La UE debe seguir utilizando los foros existentes, como el G7, la OCDE y, sobre todo, el Consejo UE-EE. UU. de Comercio y Tecnología, para establecer un entendimiento común que garantice usos seguros y responsables de la tecnología y proteja las industrias europeas relacionadas con la tecnología.

Al mismo tiempo, los responsables políticos europeos deben ser conscientes de que alinearse con Estados Unidos en tecnologías críticas y emergentes implica necesariamente tensiones. La decisión de la UE de interrumpir las exportaciones de semiconductores de alta tecnología de ASML a China, influida por la presión de Estados Unidos, puso de manifiesto lo expuesta que está Bruselas a las exigencias de Washington. Esto no significa que a la UE no le interese ayudar a Estados Unidos a frenar los avances de China en este campo, pero debe ser capaz de tomar este tipo de decisiones por sí misma. Esto será de especial importancia si Donald Trump gana las elecciones presidenciales estadounidenses y promueve políticas contrarias a los intereses de la UE. Por tanto, al tiempo que coopera con sus socios para aplicar normas mundiales, la UE debe ser capaz de proteger sus tecnologías críticas y emergentes frente a las acciones de Estados Unidos que las pongan en riesgo. Por ejemplo, la cadena de valor europea de los semiconductores depende en gran medida de los derechos de propiedad intelectual estadounidenses. Si sustituye estos derechos por alternativas europeas, la UE puede construir su propio poder de negociación en este campo y garantizar que los lazos tecnológicos con Estados Unidos sigan siendo mutuamente beneficiosos. En última instancia, la UE debe ser más proactiva y dejar de depender del efecto Bruselas para convertirse en un actor global asertivo. Para que se produzca ese cambio es necesario un proceso en dos fases. En primer lugar, Europa debe desarrollar su poder tecnológico y, a continuación, utilizar esta influencia para convertirse en un actor mundial influyente. Para lograr buenos resultados en ambos, los responsables políticos de la UE tendrán que hacer frente a complejas disyuntivas y a tensiones geopolíticas cada vez mayores, pero lo que está en juego es nada menos que el crecimiento económico y la seguridad de Europa. Corresponde al nuevo Parlamento de la UE tomar medidas eficaces.

Commentary traducido por Verónica Puertollano

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