El referéndum constitucional de Turquía: Lo que necesitas saber

El voto por el «Sí» podría allanar el camino hacia un régimen de un solo hombre y acelerar una Turquía a la deriva de Europa.

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El voto por el «Sí» podría allanar el camino hacia un régimen de un solo hombre y acelerar una Turquía a la deriva de Europa. 

Esta es la manera más fácil de entender el próximo referéndum constitucional de Turquía: una revisión del modelo de gobierno del país, pasando de un sistema parlamentario a una presidencia ejecutiva de estilo estadounidense – menos la Corte Suprema y el Congreso.

Esto es una exageración, por supuesto. La enmienda propuesta a votación en un referéndum a nivel nacional, que se celebrará el 16 de abril bajo una regla de Estado de emergencia, estipula un parlamento, un poder judicial independiente y un tribunal constitucional. Sin embargo, al expandir los poderes de la presidencia sobre los altos cargos judiciales, el parlamento y su partido apparatchik, el nuevo sistema elimina efectivamente los «checks and balances (controles y equilibrios)», que son el sello distintivo del sistema de los Estados Unidos.

En la existente constitución turca, la presidencia es, en teoría, un puesto simbólico y no partidista, sin poderes ejecutivos, que recae en el primer ministro y en el gobierno. Bajo el sistema propuesto, la posición del primer ministro es eliminada y el poder ejecutivo fluye hacia el presidente, quien dirigirá al gobierno, a su partido político y determinará la legislatura sin la aprobación parlamentaria. Este «sistema presidencial de estilo turco», crearía la posibilidad de un reinado ampliado para el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, hasta 2029.

Erdoğan ha sido durante mucho tiempo un defensor del sistema presidencial, argumentando que el sistema parlamentario de Turquía fomenta la disidencia interna entre el presidente y el primer ministro e impide el buen gobierno. «Eliminar estos grilletes», dijo la semana pasada a un grupo de partidarios del AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) en la ciudad de Trabzon, situada en el Mar Negro, argumentando que el nuevo sistema facilitaría la capacidad del gobierno para proporcionar servicios y permitir que Turquía cumpla con su potencial de liderazgo global.

Erdoğan tiene razón en una cosa: la relación entre la mayoría de los presidentes turcos y los primeros ministros ha estado tradicionalmente inmersa en conflictos. Como ex primer ministro y luego presidente, Erdoğan ha experimentado parte de las tensiones en el poder. Más recientemente, expulsó a su cuidadosamente elegido primer ministro, Ahmet Davutoğlu, después de unos desacuerdos el año pasado sobre una serie de asuntos políticos.

Sin embargo, los «grilletes» – o ¨checks and balances¨ cómo los conocemos- también son importantes para la gobernabilidad democrática. Es cierto que la constitución actual, redactada después del golpe militar de 1980, tiene varios defectos: las elecciones parlamentarias se basan en listas de candidatos redactadas por líderes del partido; no hay responsabilidad real para el presidente; y el umbral electoral del 10%, diseñado para mantener a los kurdos fuera del parlamento, es demasiado alto. No obstante, la enmienda propuesta no aborda ninguno de estos defectos.

En cambio, la propuesta centralizaría el poder en manos de la presidencia, lo que lleva a los críticos a argumentar que un voto por el “Sí» transformaría la democracia turca en la gobernanza de un solo hombre. La Comisión de Venecia, órgano jurídico del Consejo de Europa, anunció en un dictamen del 13 de marzo que supondría «un peligroso retroceso en la tradición democrática constitucional de Turquía», señalando que las enmiendas podrían allanar el camino hacia «un régimen autoritario y personal».

A corto plazo no está claro que tal enmienda supusiera una diferencia en la vida cotidiana de los ciudadanos turcos, con la ya omnipresente figura de Erdoğan. El presidente turco lleva tiempo ejerciendo el control de facto sobre el gobierno, determinando su política exterior, tomando todas las decisiones económicas importantes, e incluso redactando listas de candidatos para los parlamentarios entre bastidores. Sus partidarios sostienen que la nueva enmienda simplemente transforma esta realidad en ley.

Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo. A pesar de que el AKP utiliza desproporcionadamente los recursos estatales y mediáticos, y cuenta con el apoyo del partido ultra nacionalista “Partido de Acción Nacionalista” (MHP), no ha sido capaz de construir un cómodo liderazgo del voto para el «Sí». Las encuestas actuales muestran que los votantes están equitativamente divididos entre el «Sí» y el «No», con un gran número de «indecisos». Como tal, el referéndum probablemente se decidirá por una fracción de los votantes conservadores, incluyendo a los kurdos religiosos, que suelen favorecer al AKP, pero que siguen preocupados por el estilo de gobierno de Erdoğan o no están plenamente convencidos de la necesidad de una revisión del sistema.

Inevitablemente, todo el voto gira en torno al mismo Erdoğan, con el presidente turco haciendo campaña diariamente mientras que sus mítines están transmitidos en vivo a través de todas las cadenas. A tan solo una semana para el referéndum, Erdoğan se centra en aquellos conservadores escépticos que están preocupados por la deriva autoritaria de Turquía. En un esfuerzo por conquistarlos, ha suavizado notablemente su retórica, descartando sugerencias anteriores como las de que los votantes por el «No» son «terroristas» y desacelerando su tono hacia Europa.

Lo dicho anteriormente, nos lleva a la cuestión de lo que significará el referéndum para la relación de Turquía con la UE. Si ya era altamente transaccional, con un proceso moribundo de adhesión a la UE y con poca esperanza de un matrimonio de valores, la situación dio un giro brusco, entrando en declive, tras las recientes acusaciones de Erdoğan sobre «las prácticas nazis [de los gobiernos europeos]» después de que los ministros turcos no pudieran hacer campaña para el referéndum en Alemania y los Países Bajos. Si la reforma constitucional se aprueba y Turquía avanza hacia el autoritarismo, incluso manteniendo el compromiso, podría llegar a ser un desafío.

Dada la interdependencia de las economías turca y europea, Erdoğan no puede permitirse que la tensión siga escalando. Su reciente cambio de tono sugiere que entiende esto. El escenario optimista ahora es que un voto por el «No» (o, potencialmente, incluso un voto por el «Sí») podría llevar al presidente turco a reconsiderar su actitud combativa hacia Europa e intentar reparar la relación. Eso requeriría algunos avances en la situación de los derechos humanos de Turquía, pero Erdoğan es conocido por mostrar sorprendentes cantidades de pragmatismo cuando menos se esperaba. Desde hace mucho tiempo, ha deseado una cumbre con los líderes europeos y podría aprovechar las próximas conversaciones con Chipre para iniciar un deshielo en las relaciones.

Por supuesto, el escenario pesimista es que un voto por el “Sí» enriquezca tanto la retórica anti-europea de Erdoğan como el sentimiento anti-turco en Europa, llevando a un mayor deterioro de la relación. Una suspensión formal del proceso de adhesión a la UE es improbable por el momento, aunque este curso de acción fue recomendado por el Parlamento Europeo en una votación simbólica el año pasado. La mayoría de los Estados miembros del Consejo Europeo preferirían una transición tranquila de la adhesión de Turquía, antes que una expansión de la unión aduanera con Europa. No obstante, si hay una escalada adicional, la suspensión no puede ser descartada.

Es imposible predecir la forma en que los vientos soplarán después del referéndum esta semana, pero una cosa está clara: sea cual sea el resultado de la votación, un hombre y únicamente un hombre darán forma al curso del futuro de Turquía.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR solo representan las opiniones de sus autores individuales.