El derrumbe del mercado bursátil chino y el fin de un mito

El investigador senior François Godement analiza el fin del mito positivo chino tras la caída del mercado de Shanghái

El mercado bursátil de Shanghái ha sufrido las consecuencias de su constante volatilidad marcada por la información privilegiada y su limitada conexión a los mercados internacionales. Los acontecimientos de los últimos meses son el claro ejemplo del gran poder que representa la potencia china y la falta de coherencia de sus políticas económicas que alternan ciclos de crecimiento que intentan evitar burbujas con la lucha contra la desaceleración económica.

En el pasado el gobierno había dejado a la bolsa de valores seguir su curso mientras garantizaba el tipo de cambio para el yuan pero, en los meses recientes, la fijación del cambio al dólar le ha costado grandes cantidades de reservas monetarias. Todo ha cambiado en los meses de junio y julio. El fuerte y visible intervencionismo en el mercado bursátil ha llevado a los inversores a creer en la existencia de un gran problema. Así el sector público ha pasado a ser el actor principal mientras los inversores privados se retiran a la espera de una oportunidad para vender.

Mientras tanto, los miedos amenazan la bolsa también a nivel político. La campaña anticorrupción, profunda y extensa, que está llevando a cabo el gobierno chino demuestra que nadie está a salvo, ni los tradicionales ostentadores de poder como el ejército o la industria petrolera, ni las autoridades políticas regionales o locales.

El pasado 23 de agosto las bolsas se sorprendieron ante la decisión de las autoridades chinas de dejar fluctuar libremente y sin intervencionismo el mercado bursátil de Shanghái en lo que se entiende como una clara decisión de economía de mercado. Tras las caídas en bolsa experimentadas los últimos días de agosto hay que señalar que no es el estado de la economía china el que ha creado esta ola de pesimismo bursátil. Se trata de la desaparición del mito positivo chino, aquel que se analiza como el indicador de las economías emergentes y como balanza al pesimismo inherente en las viejas sociedades del bienestar. Los problemas internos a los que se enfrenta Europa no tienen nada que ver con China. Hay que tener en cuenta que el país asiático ha funcionado como un mito y ahora se ha convertido en un indicador de nuestra propia incapacidad para concebir una estrategia de crecimiento a nivel continental.

 

La versión completa del artículo está disponible en inglés en el siguiente enlace.

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