Desarrollar el desarrollo: Seis maneras de repensar la ayuda exterior europea

El compromiso global con la asistencia al desarrollo está lejos de encontrarse en el mismo punto que hace una década. Tras la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, los responsables políticos europeos deberían adaptar su enfoque a esta nueva realidad

Picture taken at the 2025 financing for development conference in Seville Spain. Inside the conference centre, a man carrying a ladder walks in front of a screen showing a livestream of Spanish Prime Minister Pedro Sanchez’s address
El presidente español, Pedro Sánchez, aparece en una pantalla durante la inauguración de la 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo en Sevilla el 30 de junio de 2025
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Esta semana, funcionarios de todo el mundo se reúnen en Sevilla para un evento clave en el calendario de la política de desarrollo: la 4ª Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo. La conferencia anterior, celebrada en 2015 en Addis Abeba, marcó el rumbo de la última década de cooperación internacional destinada a combatir la pobreza y mejorar las condiciones de vida. La cita de este año tiene lugar en un contexto muy distinto. Los países occidentales están reduciendo drásticamente su gasto en desarrollo, el progreso hacia los objetivos de desarrollo se ha ralentizado, los esfuerzos para frenar el cambio climático están lejos de las metas acordadas y las iniciativas para movilizar grandes sumas de financiación privada hacia el mundo en desarrollo han fracasado.

De la conferencia de Sevilla no emergerá una visión radical que marque la próxima década de la cooperación internacional en materia de desarrollo; si se limita a reafirmar una agenda que ya está quedándose corta será una oportunidad perdida. Para que sea un éxito, los países europeos, junto con otros donantes, deben definir un nuevo enfoque del desarrollo que sea lo suficientemente focalizado e innovador para responder tanto a un orden mundial cambiante como a sus propias limitaciones presupuestarias.

Mucho puede cambiar en una década

La conferencia de Addis Abeba concluyó con una agenda ambiciosa. Los países se comprometieron a aumentar la ayuda oficial al desarrollo (AOD) y a lograr una deuda más sostenible. También pusieron un nuevo énfasis en la movilización de recursos internos en los países en desarrollo, en implicar al sector privado como socio del desarrollo y en el comercio como motor de progreso. Esta visión se resumía en el eslogan acuñado por el Banco Mundial: “de miles de millones a billones”, en referencia a que los fondos públicos podían servir de palanca para atraer múltiples veces esa cantidad en inversiones de otras fuentes.

Una década después, esas grandes expectativas no se han cumplido. En los últimos años, la pandemia de covid-19, una serie de conflictos armados y los crecientes efectos del cambio climático han frenado el ritmo del desarrollo. El progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU ha quedado muy por debajo de lo necesario. La AOD aportada por los países avanzados de la OCDE creció, especialmente tras la pandemia, pero ahora está cayendo rápidamente. El presidente estadounidense Donald Trump aplicó enormes recortes a la asistencia al desarrollo de su país, y el presupuesto que su administración ha propuesto para el próximo año la reduciría al nivel más bajo en ocho décadas. En Europa, los países también están recortando sus presupuestos de desarrollo a medida que destinan más gasto a defensa. Mientras tanto, el nivel de deuda externa de los países en desarrollo ha aumentado de 7,5 billones de dólares en 2015 a 11,4 billones en 2023. Cincuenta y cuatro países en desarrollo destinan más del 10 % de sus ingresos al pago de intereses, lo que limita el gasto en sus necesidades de desarrollo y de acción climática.

A esto se suma que el sector privado no ha logrado aportar los flujos financieros masivos que se esperaban hacia el mundo en desarrollo. Por motivos que van desde la aversión al riesgo hasta la falta de proyectos atractivos, fondos y empresas se han mostrado reacios a ampliar sus inversiones. En los últimos años los flujos financieros privados hacia los países en desarrollo incluso se han vuelto negativos, ya que entre 2022 y 2024 los acreedores privados han retirado más dinero de estos países en concepto de pagos de intereses del que han aportado como nueva financiación. El objetivo de movilización de recursos internos también ha resultado esquivo. Los ingresos fiscales como porcentaje del PIB han disminuido desde 2015 en los países de renta baja y media, y el acuerdo fiscal global alcanzado en la OCDE en 2021 se está desmantelando ante la creciente oposición de Estados Unidos. Por último, el objetivo de impulsar el desarrollo a través del comercio se ve amenazado por el auge del proteccionismo en Estados Unidos y otros lugares.

Se requiere, por tanto, un nuevo enfoque, más realista y riguroso, para replantear cómo se puede impulsar mejor el desarrollo en este contexto tan complicado. Sin embargo, pese a proclamar que “estamos en un momento de profunda transformación”, la declaración que se emitirá en Sevilla se limita, en gran medida, a reafirmar la agenda existente. Que se renueve el compromiso con los objetivos actuales ya es, en cierto modo, un logro, dado que Estados Unidos trató de debilitarlos en varios puntos clave antes de retirarse finalmente de las negociaciones. En el periodo previo a la conferencia la UE también publicó una declaración sobre financiación para el desarrollo que repite estas ideas conocidas, incluida la necesidad de una arquitectura financiera internacional más inclusiva, de aumentar la AOD, de implantar sistemas fiscales más justos y eficaces y de movilizar financiación privada para el desarrollo.

Ayuda en tiempos de turbulencia

Justo es reconocer que no hay soluciones fáciles a los problemas que enfrenta el desarrollo global. En un momento de crecientes tensiones internacionales sería poco realista esperar que la declaración de esta conferencia establezca compromisos nuevos de gran calado y con carácter vinculante. El giro de Estados Unidos contra la cooperación multilateral complica aún más los posibles cambios institucionales, en particular las reformas encaminadas a dar mayor inclusión a las instituciones financieras internacionales, donde Washington mantiene su poder de veto.

Para mantener su credibilidad como socios de desarrollo los europeos deberán dar pasos concretos que vayan más allá del statu quo.

No obstante, los países europeos deberían querer seguir impulsando el desarrollo sostenible. Esto no solo contribuirá a mejorar la vida de millones de personas, sino que también fomentará la estabilidad y la prosperidad, lo cual beneficiará a Europa a largo plazo. Además, en medio de la competencia geopolítica, a Europa le interesa estrechar lazos con los países en desarrollo del Sur Global. Para mantener su credibilidad como socios de desarrollo los europeos deberán dar pasos concretos que vayan más allá del statu quo.

Para ello, podrían aprovechar una de las innovaciones de la conferencia de Sevilla: la Plataforma de Acción de Sevilla. Su objetivo es promover iniciativas impulsadas por coaliciones de países y otros actores interesados para avanzar en los objetivos de la conferencia en áreas específicas. Colaborar con coaliciones de países afines se ha convertido en una vía cada vez más habitual para intentar progresar en retos globales en un contexto en el que las tensiones geopolíticas dificultan alcanzar acuerdos colectivos. A la hora de diseñar las iniciativas que estas coaliciones podrían abordar, los responsables europeos deberían guiarse por los siguientes seis principios:

  1. Dar prioridad a una solución mejor para la deuda global. Es la máxima prioridad para muchos países en desarrollo. Si la UE quiere seguir resistiéndose a la presión del Sur Global para crear una Convención de la ONU sobre Deuda, al menos debería ir más allá del Marco Común del G20 en materia de reestructuración y buscar fórmulas para hacer la deuda de los países en desarrollo más sostenible.
  2. Considerar los objetivos de desarrollo como compromisos a largo plazo. Para mantener y, en última instancia, aumentar su apoyo al desarrollo, los países europeos necesitan una visión clara de lo que quieren lograr. En los últimos años han empezado a alinear su cooperación al desarrollo con sus intereses estratégicos más amplios. Esta lógica podría servir de base para un compromiso firme con la transformación económica y la transición climática de los países socios, pero solo si esos intereses estratégicos se entienden de manera integrada y a largo plazo, y no como transacciones a corto plazo.
  3. Adoptar un enfoque más integral de la transformación industrial. El fracaso de la agenda “de miles de millones a billones” sugiere que centrarse únicamente en atraer inversión hacia proyectos concretos es demasiado limitado, y que los donantes necesitan tener en cuenta los ecosistemas sectoriales y de economía política en los que se desarrollan esos proyectos. Esto podría implicar intervenciones más selectivas y coordinadas que aborden cadenas de suministro, entorno empresarial, formación de capacidades y otros factores, además de los proyectos específicos que se respalden a través de asociaciones público-privadas.
  4. Innovar y establecer prioridades. En lugar de hacer menos en todos los frentes, Europa debería esforzarse por asegurar que los recursos limitados se dirijan a áreas prioritarias y se utilicen de la forma más eficaz posible. Debería concentrar sus esfuerzos en iniciativas innovadoras capaces de generar nuevas fuentes de financiación (por ejemplo, con la imposición de tasas sobre aquellos medios de transporte emisores de carbono, como el transporte marítimo o aéreo).
  5. Mejorar la coordinación. Con menos recursos disponibles, los esfuerzos de los donantes internacionales deben estar lo mejor coordinados posible. Los países de la UE deberían trabajar entre sí, con otros donantes como el Reino Unido y Japón, con instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial e incluso con organismos estadounidenses como la International Development Finance Corporation.
  6. Atender a los países más rezagados. El giro hacia una visión estratégica del desarrollo, el creciente énfasis en la lucha contra el cambio climático y la prioridad otorgada a proyectos de infraestructuras en iniciativas como Global Gateway de la UE corren el riesgo de desviar recursos de desarrollo de los países más pobres del mundo. Dado que estos países son los menos propensos a ofrecer oportunidades para la financiación privada, es esencial que la AOD siga disponible para responder a sus necesidades, tanto por razones de solidaridad, que cuentan con un amplio respaldo en la opinión pública europea, como para prevenir el colapso social y la inestabilidad.

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