Arterias bloqueadas: El problema de la UE con la integración africana
Fomentar la integración regional podría mejorar la diversificación y la seguridad económica en el Norte de África, al tiempo que se fomenta la inmigración laboral regional.
Fomentar la integración regional podría mejorar la diversificación y la seguridad económica en el Norte de África, al tiempo que se fomenta la inmigración laboral regional que durante mucho tiempo ha ayudado al Sahel y al África Occidental.
El 21 de marzo de 2018, en una Cumbre Extraordinaria de la Unión Africana (UA) en Kigali, los representantes y jefes de Estado de 44 países africanos firmaron un protocolo en apariencia histórico para el lanzamiento del Área Continental de Libre Comercio (CFTA). Moussa Faki Mahamat, presidente de la comisión de la UA, anunció el movimiento «impulsado por la convicción de que la integración no es una opción, sino un imperativo». El lanzamiento del CFTA es solo el comienzo de un largo proceso diseñado para mejorar los vínculos comerciales dentro de África, pero demuestra un futuro potencial para un continente en ascenso que durante mucho tiempo ha buscado la integración como una necesidad tanto económica como ideológica. Al mismo tiempo, señala todo el trabajo que todavía hay que hacer para llevar cabo en la integración africana, e insinúa que puede que las políticas europeas obstaculicen tales iniciativas.
Un largo camino por delante
El lanzamiento del CFTA se produce después de más de 50 años de esfuerzos para promover la integración económica africana: los intentos de mejorar la coordinación e integración económica y política fueron la base de la fundación de la Organización para la Unidad Africana (OUA) en 1963 y de la UA en 2001. Actualmente, los países africanos realizan el 84% de su comercio con estados fuera de África, con el resultado de que muchas de sus industrias están diseñadas en torno a las exportaciones a otros mercados, como el europeo, o en torno a las industrias extractivas. Los economistas estiman que una zona de libre comercio en todo el continente tendría enormes beneficios para más de mil millones de africanos, creando un mercado común con un PIB combinado de hasta 2,5 billones de dólares.
Sin embargo, quedan importantes obstáculos estructurales, económicos y políticos. Por ejemplo, los múltiples desafíos a la integración en una parte de África, entre el Magreb, el Sahel y el África Occidental. Las conexiones de infraestructura vial y aérea entre los países son débiles e irregulares, mientras que el conflicto armado en el Sahel inhibe iniciativas ambiciosas como la vía transahariana. Incluso el transporte aéreo dentro de las subregiones del continente es difícil; la aparición de gigantes regionales como Ethiopian Airlines y el crecimiento de las conexiones continentales y regionales bajo Kenya Airways y Turkish Airlines no pueden cubrir las deficiencias en esta área. Aunque los miembros del G5 del Sahel (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger) continúan desarrollando planes para una compañía aérea conjunta, la implementación aún está lejos.
Además, el argumento a favor de la integración económica no convence a todo el continente. Nigeria, por ejemplo, fue notable por su ausencia en la ceremonia de firma de Kigali, demostrando su preocupación de que dentro de su economía -una de las más grandes de África- una reducción en los aranceles pueda socavar la industria nacional. Incluso los países que firmaron el acuerdo necesitan todavía que sus asambleas nacionales aprueben el CFTA. Y no todos estuvieron de acuerdo con todos los aspectos propuestos, 14 de los 44 se negaron a aceptar los protocolos de libertad de movimiento. Esta negativa muestra dudas a la hora de abrir los mercados de trabajo incluso en medio de conversaciones sobre la eliminación de las restricciones al comercio, por consiguiente, socavando no solo el libre comercio, sino también el objetivo político de mejorar los lazos y viajar dentro del continente.
Entre los que rechazaron los protocolos se encuentran Argelia y Marruecos, que demuestran, de diferentes maneras, los límites de los esfuerzos para buscar una integración continental o incluso regional. Los países han considerado durante años al África subsahariana como un área en la cual diversificar sus economías y buscar oportunidades de crecimiento. Sin embargo, a pesar de que la UA y la política subregional emergen como un punto clave de rivalidad entre los dos, ambos han adoptado provisionalmente la integración regional. En Argelia, varios años de retórica y énfasis en África como la clave para la diversificación económica del país no han llevado a cambios significativos. La estrategia económica de Argelia sigue estando muy centralizada, sus restricciones bancarias dificultan la inversión y la operación de negocios en el exterior, y los grandes cambios económicos están en espera a medida que surgen dudas sobre su futuro político. Además, desde el año pasado, Argelia ha acelerado la expulsión de inmigrantes subsaharianos, teniendo como blanco no solo a los mendigos callejeros cada vez más visibles, sino también a los trabajadores de la construcción, al personal del hogar y, según los informes, a algunos estudiantes con residencia legal. El gobierno ha destacado las preocupaciones de seguridad en sus prohibición y expulsión de inmigrantes, pero la evidente animadversión hacia los inmigrantes subsaharianos en algunos sectores y el suspendido debate sobre el otorgamiento de residencia legal a otros inmigrantes son un mal augurio para la integración económica y la colaboración entre Argelia y el Sahel.
En Marruecos, las perspectivas son solo un poco mejores. A diferencia de Argelia, Marruecos ha seguido una política agresiva de expansión económica y política en África Occidental y, en particular, en el Sahel. Se ha centrado en los viajes diplomáticos económicos dirigidos por el rey y con la participación de líderes empresariales, en unirse a la UA y en intentar formar parte de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO). Sin embargo, mientras que Marruecos ha avanzado rápidamente en la UA, ganando un lugar en el Consejo de Paz y Seguridad dominado por Argelia, no está claro si el país tiene un futuro con la CEDEAO. Es improbable que Marruecos participe en los planes a largo plazo de la CEDEAO para una moneda unificada de África Occidental (algunos otros estados, como Nigeria, también pueden negarse a participar en la iniciativa) y aún menos probable que acepte los protocolos de libertad de movimiento de la organización. Aunque Marruecos ha dado públicamente pasos para otorgar el estatus de residencia a unos 40,000 africanos subsaharianos, la libertad de movimiento para el África Occidental podría causar problemas políticos importantes para una monarquía que ya lucha por abordar diversas protestas políticas en el norte del país y profundizar la tensión social y la desigualdad. Las continuas manifestaciones en las que participan trabajadores del sector público en Argelia también hacen que sea significativamente menos probable que se produzcan cambios importantes en cuestiones como la admisión de trabajadores inmigrantes, aunque solo sea para evitar más problemas en un momento ya tenso.
Difícil, pero necesario
A pesar de las enormes dificultades que enfrenta, la integración Magreb-Sahel sigue siendo una obligación para la región y un modelo potencial para manejar otros complicados desafíos de integración. Como argumenté el año pasado, fomentar la integración regional podría mejorar la diversificación y la seguridad económica en el Norte de África, al tiempo que se fomenta la inmigración laboral regional que durante mucho tiempo ha ayudado a mantener al Sahel y al África Occidental. Este enfoque de la integración también podría afectar significativamente a los flujos migratorios que han preocupado a los líderes europeos desde 2015.
Sin embargo, es particularmente difícil para Europa alentar la integración regional cuando la Unión Europea está haciendo tanto para inhibir la libertad de movimiento dentro de África. Desde la Cumbre de La Valeta de 2015, el foco de la UE ha sido la lucha contra la inmigración a toda costa (particularmente a través de su Política de Seguridad y Defensa Común en la región). Esto ha llevado a una reducción en el número de inmigrantes que viajan a través de las principales arterias, como la ciudad nigeriana de Agadez. Pero también ha resultado en el abandono y la muerte de inmigrantes en el desierto, una pérdida del modo de vida de los traficantes de inmigrantes establecidos a favor de empresas criminales más endurecidas y una serie de alianzas remotas con entidades estatales, así como milicias en Libia y otros lugares. Todo para evitar que los inmigrantes crucen el Sáhara y arriesguen sus vidas para llegar a Europa.
Además, esta presión ha infringido algunos de los preceptos básicos de las organizaciones regionales africanas como la CEDEAO. La libertad de movimiento también es importante aquí: hay muchos informes anecdóticos de las fuerzas de seguridad nigerianas que detienen a los inmigrantes cuando intentan abandonar Agadez, a pesar de que muchos son ciudadanos de la CEDEAO que tienen derecho a viajar hasta la frontera norte de Níger sin una visa.
La integración regional entre el Magreb y el Sahel tiene varios beneficios potenciales que Europa debería apoyar. Un mercado de trabajo más integrado puede mejorar la producción industrial y proporcionar salidas para el trabajo y las remesas sin alentar a los africanos a cruzar el Sáhara o el Mediterráneo. Pero si las fronteras impuestas por la UE infringen la libre circulación de personas incluso dentro de Níger, ¿cómo puede la UE fomentar la libre circulación en todo África? Desarrollar una política migratoria más holística en la UE -una que se aleje del enfoque de seguridad actual al permitir cierta migración legal, así como la inversión en África y una mejor protección legal para los inmigrantes- no resolvería las dudas de los países africanos sobre la integración regional. Pero ayudaría a aliviar las preocupaciones de Europa sobre la inmigración y estimular el crecimiento económico en África, logros que iluminarían el futuro de ambos continentes.
El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR solo representan las opiniones de sus autores individuales.