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La UE afronta su cumbre decisiva partida en tres

  • París y Berlín se refuerzan como principales centros de poder en Europa
  • Son los encargados de castigar a algunos (Italia) y de salvar a otros (España)
  • Los diez países de fuera de la zona euro se sienten cada vez más excluidos

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Decisiva cumbre europea para asegurar la moneda única

El pasado domingo Nicolás Sarkozy 'repartió' por partida doble en la decisiva cumbre de líderes de la UE para acordar una solución definitiva de la crisis del euro: a diestra, mostraba públicamente su disgusto con el primer ministro italiano, Silvio Berluscoini, a la hora de cumplir sus compromisos con sus socios mientras a siniestra reprochaba al líder británico, David Cameron, que diese lecciones a un grupo, el del euro, del que no quiere formar parte.

Sin quererlo, el presidente francés estaba dibujando una nueva distribución de poder dentro de la Unión Europea desencadenada por la necesidad de soluciones comunes por la crisis de deuda soberana en la moneda única y que resume el investigador del Real Instituto Elcano, Ignacio Molina: Una Europa a dos primero -Francia y Alemania-, a 17 después -todos los países del Eurozona- y, por último, a 27, dejando a los diez países que no tienen moneda única excluidos de facto de la toma de un buen número de decisiones.

La decisión de suspender la cumbre de los ministros de Economía de los 27 -Ecofin- pedida de forma específica por los países de fuera del euro, que sienten que se toman decisiones que les afectan pero que no toman, y la enorme presión sobre el Gobierno de Silvio Berlusconi, que se encuentra al borde del colapso por su incapacidad para acordar nuevos recortes con sus socios, son un ejemplo práctico del nuevo equilibrio de poder.

Como buena escenificación, la cumbre del miércoles tendrá un encuentro de líderes de los 27, una cena de miembros del Eurgrupo y, si fuese necesario aunque no aparezca en ninguna agenda oficial, unos postres de Sarkozy y la canciller alemana, Ángela Merkel.

La paradoja del opt-out

Tras defender multitud de claúsulas de salvaguarda y negarse por activa y por pasiva a entrar en el euro, Cameron enarboló la bandera de la indignación de los miembros que no son del euro por no participar en la toma de decisiones económicas de la eurozona.

La respuesta airada de Sarkozy y la vergüenza pasada al día siguiente por un debate sobre un posible referéndum para salir de la Unión Europea apoyado por 80 de sus diputados muestran las contradicciones intrínsecas no solo del actual premier británico, sino también de sus antecesores respecto a la política europea.

"Cuanto más visible es la crisis del euro, más se está implicando Cameron en su solución pero al hacerla visible está haciendo evidente lo que quería tapar: la pertenencia de Reino Unido a la Unión Europea", señala José Ignacio Torreblanca, responsable en España del European Council of Foreign Relations (ECFR).

Esa pertenencia cuenta con la oposición de una buena parte de los británicos, lo que hace la entrada en el euro de facto imposible "pese a que en su fuero interno buena parte de los políticos de todos los partidos británicos saben que estarían mejor dentro", considera Torreblanca, que ve justificada la exclusión de Londres de las discusiones del eurogrupo, porque es un grupo al que ha renunciado voluntariamente.

El problema llega con otros miembros de la Unión Europea, fundamentalmente los de Europa del Este -Polonia y República Checa como casos destacados-, que son excluidos del debate pese a que quieren en un futuro entrar en el club de la moneda única pero actualmente no cumplen las condiciones.

"Polonia es un socio leal que entiende que su olbigación es estar en el euro y no ha pedido ningún opt-out (claúsula de salvaguarda)", recuerda el experto del ECFR.

Para Molina, la preocupación de ambos grupos de países -los que pueden pero no quieren y los que quieren pero no pueden- está justificada, porque de facto se les excluye cada vez más de la toma de decisiones.

"En particular, les preocupa tanto que la Comisión esté cada vez más estrechamente conectada al Eurogrupo como que los grupos de trabajo y las reuniones del Consejo pasen cada vez más a limitarse a ratificar lo que previamente han negociado los diecisiete países de la zona euro", relata.

El descompensado eje franco-alemán

Estos países se sitúan ahora casi como público de una obra en la que los principales protagonistas son Francia y Alemania, que discuten desde hace varios días una solución integral y definitiva a la crisis del euro que incluya una quita de la deuda griega, una recapitalización bancaria y una ampliación del fondo de rescate.

Pese a que Sarkozy ejerza de 'poli malo' de la pareja, como señala José ignacio Torreblanca, en esta asociación "Francia esconde su debilidad y Alemania su fortaleza".

"Sarkozy da golpes a diestro y a siniestro para hacerse valer; él asume el liderazgo político mientras que Merkel es la que tiene más peso en las decisiones", resume Torreblanca, que considera que, aunque el hecho de que dos países tomen decisiones que afectan a 27 no es lo más adecuado, al final sigue siendo fundamental que París y Berlín se pongan de acuerdo.

"Alemania es el país del norte más comprometido con Europa y Francia es el más sólido de los del sur; si no se ponen de acuerdo esto se rompe", considera el experto del ECFR.

En este punto, hay dos elementos que han desencadenado la urgencia en ponerse de acuerdo, pese a las profundas diferencias entre Merkel y Sarkozy sobre cómo debe ser esa solución (fundamentalmente sobre el papel del Banco Central Europeo, los inversores privados y las futuras funciones del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, conocido como el Fondo de Rescate).

Por un lado, el presidente francés, con unas elecciones presidenciales para primavera donde tiene la reelección más difícil que nunca frente al socialista François Hollande,  necesita mantener a toda costa la triple A de su deuda soberana para no ser el próximo objetivo de los mercados y herir de muerte el orgullo galo.

Por otro, Merkel se ha dado cuenta al ver las últimas previsiones macroeconómicas y ante los continuos toques de atención desde fuera de la Eurozona -fundamentalmente Estados Unidos y el FMI- de que es necesaria una solución duradera más allá de los continuos parches puestos hasta el momento.

"Por primera vez hay elementos que indican que Alemania está muy interesada en salvar el edificio porque se ha dado cuenta de que es por su propio interés, no por altruismo", señala Torreblanca.

Como ejemplo, la canciller alemana ha conseguido el acuerdo de los partidos de su coalición y de los dos principales de la oposición para aprobar el próximo miércoles, unas horas antes de la decisiva segunda cumbre de líderes europeos, las líneas maestras del refuerzo del fondo de rescate.

Las penurias de los países del euro

Sin embargo, hace apenas dos semanas tanto Merkel como Sarkozy vivieron en sus propias carnes cómo la gestión intergubernamental de la crisis del euro está llevando a la Unión Europea a las situaciones más absurdas.

Entonces, un pequeño partido liberal y euroescéptico de Eslovaquia puso en jaque a toda la UE al negarse a apoyar la aportación de su país a la reforma del plan de rescate aprobada en julio y que ya se consideraba amortizada por los mercados.

Dada la particular arquitectura de la zona euro, era necesario que cada uno de los parlamentos nacionales aprobasen la reforma del plan. A Merkel este paso le costó sus buenos dolores de cabeza, pero con lo que no contaba es que el país más pequeño de la zona euro iba a poner en riesgo todo el capital político que había invertido en ello.

"Lo que ocurrió ayuda a que la propia Alemania se dé cuenta que los mecanismos intergubernamentales no funcionan. Los políticos tienen que darse cuenta de que es más práctico ceder protagonismo a las instituciones europeas", asegura Molina, que recuerda que Berlín, la más reacia a reformar los tratados de la Unión Europea, lo defiende ahora abiertamente.

"Los alemanes no han hecho su voluntad: no querían oír ni hablar de rescate ni de reformar la gobernanza económica ni de quita de la deuda griega", recuerda Molina.

El problema es que que Berlín haya cedido supone que otros países hayan cedido aún más, porque se encuentran en situación de franca debilidad.

El último país llamado a capítulo es Italia, que ha visto que ni su tamaño ni su estatuto de fundador de la Unión Europea le ha salvado de ser llamado al orden por el eje franco-alemán, colocándole al borde una crisis de gobierno.

"Objetivamente la situación económica del país, los diferenciales de deuda y las promesas que no se cumplen hacen que se lo merezca", considera Torreblanca, que pone en el otro lado de la balanza a España, que por hacer sus deberes ha sido 'perdonada' por el eje franco-alemán...al menos por el momento.

Esta dualidad de premios y castigos en los que están dentro de una mayor integración europea así como la exclusión de facto de los que están fuera es una dinámica que, por el momento, son las dos caras de la misma moneda: el nuevo euro.

"Puede que a medio y largo plazo la crisis del euro dé lugar a más integración europea" pero, a cambio, puede ser "una Europa de austeridad autoritaria que podría resultar inquietante para muchos", concluye Molina.