El paquete de medidas democratizadoras de Ankara es una etapa, no el destino final.

 

AFP/Getty Images

 

No hace mucho que Recep Tayyip Erdoğan, el poderoso primer ministro turco, tenía una imagen de adalid de la democracia. Sin embargo, tras la represión oficial de las protestas que recorrieron Estambul y otras ciudades turcas el pasado verano, muchos conciudadanos suyos empezaron a expresar dudas sobre ese supuesto compromiso democrático. A la UE también le preocupa el giro autoritario de la política turca, como se refleja en los informes de observación que publica anualmente la Comisión Europea.

Recientemente, con el fin de tratar de recuperar al menos parte de sus credenciales democráticas, Erdoğan dio a conocer una serie de reformas para promover las libertades individuales y los derechos de las minorías. El “paquete de democratización”, anunciado en una conferencia de prensa en Ankara, propone una serie de medidas que deberá llevar a cabo el Gobierno, en particular, levantar la prohibición de llevar el velo en lugares públicos, relajar las normas sobre el uso de lenguas minoritarias, sobre todo el kurdo, y devolver las tierras pertenecientes al monasterio ortodoxo sirio más antiguo aún existente, Mor Gabriel.

Si bien estas son medidas muy positivas, no son nada revolucionario. El paquete de democratización no es sino una etapa más en un recorrido cuyo destino sigue estando tan lejos como siempre. Por ejemplo, puede que se permita el kurdo en los centros privados, pero sigue sin formar parte del programa en las escuelas públicas en el sureste, una demanda fundamental del Partido Paz y Democracia (BDP) y otros. Aún más importante, aunque Erdoğan indicó que tal vez se rebaje el umbral electoral del 10%, no propuso ningún umbral nuevo. Respecto a los alevíes, la mayor minoría religiosa de Turquía, el primer ministro prometió cambiar el nombre de una universidad en Anatolia central para honrar a Hacı Bektaşı Veli, un destacado místico musulmán del siglo XIII, considerado santo por la comunidad heterodoxa. Pero eso no es lo mismo que dar a los alevíes la misma categoría que la mayoría suní, que goza de una serie de privilegios (por ejemplo, los imames suníes son funcionarios públicos remunerados por el Estado).

La iniciativa de Erdoğan es sobre todo una forma de mantener a flote el proceso de paz con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) y las conversaciones con su líder encarcelado, Abdulá Öcalan. En los últimos y tensos meses, ese proceso ha perdido impulso. El plan inicial de Erdoğan, que era ofrecer una mejora de los derechos de los kurdos, o incluso de su condición política, a cambio de una modificación constitucional que instaurase un sistema presidencial apoyado por el BDP, fracasó como consecuencia de las protestas desencadenadas tras los sucesos del Parque Gezi. La oferta se ha retirado. Como es natural, entonces empezaron a surgir temores de que se desbaratara el proceso, a los que siguió la decisión del PKK de suspender el alto el fuego. El 9 de septiembre, el grupo armado interrumpió su retirada de Turquía hacia sus bases en el norte de Irak, tras acusar a Ankara de “comportamiento irresponsable”. En Siria, las milicias apoyadas por el Gobierno turco, como la islamista Jabhat al Nusra, se enfrentaron con el Partido de Unión Democrática Kurda (PYD), considerado un vástago del PKK. Pese a la visita que hizo su líder, Salih Muslim, a Turquía en julio, los kurdos sirios siguen manteniendo una actitud crítica respecto al gobierno del AKP. Y sus opiniones encajan con las de los opositores del interior de Turquía, que ven con inmenso escepticismo la ayuda militar y política de Ankara a diversos grupos islamistas en Siria.

Ante las presiones, Erdoğan tenía que dar algún paso. Es evidente que no cumplió el plazo del 1 de septiembre que le había marcado el BDP en agosto, pero no tenía más remedio, porque lo peor para él, en este momento, habría sido parecer que cedía a esas presiones. Tampoco va a cumplir el plazo del 15 de octubre fijado por los kurdos para que lleve a cabo las modificaciones legislativas necesarias. No obstante, el paquete de medidas de democratización es una señal prometedora de que los esfuerzos para tratar de resolver la cuestión kurda y otorgar derechos a otras minorías no se han abandonado.

 

El artículo original fue publicado en ECFR.

 

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