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'La crisis de Grecia saca a relucir un choque de democracias'

Así opina el director adjunto de la Oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

Si bien, la decisión del acuerdo entre el Eurogrupo y Grecia promete estabilizar el panorama económico de la región, académicos y expertos, entre ellos el premio nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, no lo ven así. Krugman aseguró recientemente que, “esta lista de exigencias del Eurogrupo es una locura”. Además se pregunta, “¿Puede algo sacar a Europa del borde del abismo? ¿Puede Grecia lograr una salida exitosa?”.
El director adjunto de la oficina en Madrid del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR, por sus siglas en inglés), Francisco de Borja Lasheras, sustenta que la crisis en Europa se debe a las diferencias entre democracias, sobre todo en materia de política exterior, prioridades de seguridad y política económica, y que los países del viejo continente necesitan volver a definir sus grandes compromisos y objetivos para encaminar los procesos de la Europa actual, sin utilizar el maniqueísmo y el discurso polarizador, que según él, sustentan parte de la política del primer ministro griego, Alexis Tsipras.
¿Las diferentes crisis en Europa reflejan una desintegración política, social y cultural entre Estados y naciones europeas?
Parte de las premisas fundamentales del proyecto de integración europea, tal como se ha defendido, es que la integración económica seguiría per se la integración política, social y cultural. No diría que esa afirmación es errónea, pero sí que es limitada. Y las diferencias de democracias con sus diferencias culturales y políticas las estamos viendo ahora con la crisis del euro y de Grecia. Pero no solo ahí, existen otras diferencias entre democracias en materias como política exterior, prioridades de seguridad y política económica en general.
Es decir que, según usted, ¿la crisis de Grecia nace, en parte, debido a las grandes diferencias políticas entre una parte de Europa y otra?
La crisis de Grecia refleja lo que el historiador y escritor británico Tony Judt calificaba como “la gran ilusión europea”. Es decir, pensar que un proyecto que ha sido creado para Europa occidental, puede ser extendido interminablemente a países y naciones dispares, y sobre todo cuando ya se han agotado los objetivos iniciales, que eran, principalmente, la paz entre Alemania y Francia, así como resolver la situación inmediata en la posguerra.
De todas formas, no creo que la crisis sea consecuencia de lo anterior, creo que la crisis de Grecia saca a relucir lo que llamo choque de democracias y viene de varios factores. El primero, la propia problemática de la moneda única sin la estructura institucional adecuada como en el dólar americano. El segundo, las debilidades del Estado griego y, si me apura, de sus élites, que en ese sentido no se nos olvide que Grecia es un Estado balcánico y muchas de las situaciones que vemos allí, pasan en la región. El tercero, evidentemente algunas políticas económicas cuestionables en materia de austeridad. El cuarto es el capítulo inmediato de ese choque que planteaba el primer ministro Alexis Tsipras entre la legitimidad del pueblo griego, frente a la Europa de la Troika, conformado por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El discurso del gobierno griego, según usted, contrapone a unos con otros, pero ¿en qué consiste realmente la política de Tsipras?
Lo que sostengo es que esto es un maniqueísmo, porque en realidad lo que tienes son varias democracias que chocan entre sí en cuestiones que afectan los intereses vitales. Es decir, en tiempos de crisis del modelo político europeo, en tiempos de incertidumbre y de miedo, las políticas de compromiso y de grandes acuerdos políticos se resienten a menudo. Y lo que gana es el resurgir de los maniqueísmos ideológicos y su corolario, que son las política de polarización. Esto no es un fenómeno nuevo, pero lo que estamos viviendo es un fenómeno estructural, con lo cual se origina esta tentación casi tribal de hablar de buenos-malos, fuertes-débiles, y esta especie de simplismo, muy eficaz para contraponer a “la Europa de la Troika anti-democrática” y “al pueblo”, del cual la ciudadanía griega sería su representante máximo, casi épico. Ese es uno de los ejemplos más generales del maniqueísmo, que viene, también, no de una vuelta de las ideologías, pero sí de una vuelta de los instintos ideológicos. Entonces, la retórica en torno al referendo de Alexis Tsripas es un ejemplo de un problema más amplio. El problema que tiene el primer ministro griego con Europa es que no se está enfrentando solo a unas instituciones, sino a las otras 18 democracias de Europa.
¿Qué pasa cuando las políticas de los gobiernos apelan a la polarización?
El problema de la polarización política es que rehúye compromisos y el proyecto europeo está basado en estos y, también, en concesiones. Por otra parte, vive un poco de lo que llamo el activismo negativo, es decir el “anti todo”. Esto, sin embargo, es necesario en cualquier sistema político anquilosado y opresivo, pero cuando hay que tratar cuestiones de fondo como el futuro de la política económica, la reforma constitucional, los derechos de las minorías, este activismo, en mi experiencia, tiene poco que aportar. Además, el maniqueísmo incurre en contradicciones ideológicas muy interesantes. En el caso de Grecia, Tsipras se presenta como el anti imperialista por excelencia, frente a la Europa neoliberal, la de los mercaderes. No obstante, en el imperio del Este, ignora la situación en Ucrania, los derechos de los gays y todas estas cuestiones que la izquierda de Europa siempre ha protegido. Por eso, sostengo que es una contradicción ideológica erigirse como anti imperialista frente a la Troika, y, sin embargo, para lograr independencia crea nuevas dependencias con el otro imperio del este, que es Rusia ahora mismo.
Plantea, entonces, que la política de izquierda de Tsipras no es tan de izquierda, como se cree en este momento.
Aunque no diré que los conceptos de izquierda o derecha están agotados, es muy significativa, sobre todo, después de la caída del muro de Berlín, la deriva ideológica de la izquierda que se ha visto superada por el proyecto neoliberal. Por lo tanto, no sé si Tsipras es de izquierda, eso depende, habría que examinar los compromisos concretos para calificarlo, pero si lo miramos por el lado de la política social tienen problemas serios de evasión de impuestos y de temas redistributivos en su país. Para mí, alguien es de izquierda cuando defiende las libertades, promueve políticas redistributivas y anti imperialistas, pero contra todos.
Y, según usted, el gobierno de Tsipras no va por ese camino
Depende de como se entienda la izquierda. Para mucha gente Tsipras es un gran líder de izquierda, pero cuando veo el acercamiento a un modelo político como el de Rusia, que persigue los homosexuales, reprime la libertad de prensa, y se asesinan líderes políticos de la oposición, no creo que represente a la izquierda.
¿Cómo definiría, entonces, la política actual de Grecia?
Hay tintes populistas que son muy eficaces. El David contra Goliat, que representa a Tsipras levantándose. Aunque no hay que desconocer que en Grecia Tsipras y su partido político, Syriza, es muy poderoso, con lo cual el David en Europa, suele ser Goliat en su propio país. Algo aplicado al partido español Podemos, que ahora mismo es un Goliat, una fuerza potente.
Y ¿cómo catalogaría esa movilización política y social que desencadenó el referendo propuesto por el gobierno griego para votar “si” o “no” a la propuesta de acuerdo del Eurogrupo?
El problema es que hay dos modelos que son imperfectos. La Europa que ahora está muy identificada con el aspecto económico y el del euro, y la que llamo popular, pero que por momentos rosa el populismo. Entonces, la ventaja que tienen movimientos como Podemos y Syriza es que han devuelto la inspiración a mucha gente que no cree en la política tradicional. El problema es que la política es sinónimo de decepciones y tarde o temprano esas decepciones van a llegar, sobre todo en el caso de Grecia, donde van a tener que aplicar las reformas que no han querido aplicar. De esta manera, la movilización muestra el éxito de una política a corto plazo y de una táctica, que ante tu propia debilidad llamas al pueblo en un referéndum casi prelimitado, de modo que te relegitime, aunque luego vas hacer las mismas cosas por las cuales te habías pronunciado en contra.
¿Qué similitudes encuentra entre los partidos políticos Podemos y Syriza?
La movilización frente a la política tradicional y los grandes partidos. No recuerdo si Tsipras ha utilizado el término “casta”, pero la manera en que plantea su política va en ese sentido, lo que constituye revelarse contra la clase dominante, es decir los Socialdemócratas tradicionales, los Conservadores y la gente que creó la crisis en Grecia. Podemos, entonces, nada un poco en este punto, en el que se une el rechazo a la política tradicional que hace alusión al movimiento ciudadano15M en España, al rechazo a las política de austeridad, llamadas “austericidio”, y a un momento político oportuno de crisis por corrupción y mal gobierno.
¿Considera las políticas de austeridad verdaderos “austericidios”?
En mi opinión, la política económica por mucho que se diga no es una ciencia exacta y a veces los economistas neoliberales la presentan así. Hay modelos en los que han funcionado estas políticas de austeridad y otros en los que no. Hay economistas destacados que dicen que en el caso de Grecia es un suicidio por el nivel de deuda y el nivel macro económico que tienen, de ahí que se hable de la reestructuración. Sin embargo, hay países que han pasado por procesos parecidos de austeridad y los han superado con éxito, y aunque esto no justifica estas políticas, sí justifica que, en general en algunos momentos, los países tienen que hacer reformas muy radicales. Claro, idealmente deberían hacerlas con criterios redistributivos y de política social. En este escenario, hay países del Este que están pasando todavía una situación regular, pero que han hecho reformas más o menos consolidadas, luego hay que leer la letra pequeña de cada caso. Pero lo que quiero resaltar es que justamente estos países son los que representan la línea dura contra Grecia, porque en su opinión sufrieron más, han visto pérdidas de su PIB y nadie los ha rescatado.
¿Bajo que ópticas se debería analizar esta realidad de Grecia para no caer, por ejemplo, en la narrativa víctima, verdugo; bueno y malo; débil y fuerte?
En lo que corresponde a Grecia, es una cuestión que tienen que discutir los propios ciudadanos. Ya han empezado con el referendo, pero Grecia es un problema para Europa, y de igual forma tiene un problema consigo mismo. Entonces, habría que distinguir el contexto griego.
¿Qué significa hoy Europa?
Europa se ha convertido en el mejor de los casos en un término a veces vago o vacío de resultados para no afrontar los problemas verdaderos, que son los problemas en política económica y política de seguridad, y en el peor de los casos un motivo de división.
¿Qué necesita Europa para superar o afrontar de la mejor manera estas crisis?
Una refundación de su razón de ser porque se agotó la Europa de la posguerra por éxito y cumplimiento de objetivo. Y los intereses nacionales que siempre están ahí, se hacen más latentes en épocas de crisis. Entonces, lo que necesita es volver a definir sus grandes compromisos y objetivos, mediante un proceso en el cual se ataquen las cuestiones de legitimidad. Pero para eso los maniqueísmo y las polarizaciones políticas no nos van a conducir a ningún lado.
Más allá del acuerdo entre Grecia y la Troika, ¿qué debe hacer Europa para conseguir nuevos consensos?
En primer lugar, definir cuáles son los objetivos fundamentales del proceso europeo hoy, y no hay que limitar a Europa a la UE, la Europa también es el Consejo de Europa y los países que están por fuera de la UE. Hay que responder ¿Cuáles son los objetivos del proyecto básico?, y no vale con decir “una unión más estrecha entre los pueblos de Europa”, no. Eso tiene que tener un punto final. Eso es voluntarismo. Lo que, quizás, hace falta es liderazgo político, esto viene en un contexto de decrecimiento. Hay unos líderes muy buenos en comunicación, pero detrás no tienen mucho más. Y eso hace parte de la crisis de los tiempos. No hay grandes personajes de estado, Angela Merkel podría ser una de ellas, pero no encuentro otros. Y definitivamente requerimos hombres y mujeres líderes de Estado.
Laura Panqueva O.
Para EL TIEMPO
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