Opinión

Descatalanizar Kosovo

CAFÉ STEINER

Un hombre observa fotografías de los desaparecidos durante la Guerra de Kosovo expuestas ante el Parlamento serbio en Belgrado. EFE

Los sucesivos gobiernos españoles, fueran del color político que fueran, han mirado la cuestión kosovar bajo el estrecho prisma catalán. El resultado ha sido una política de frontal oposición al reconocimiento del Estado kosovar surgido de la desintegración de Yugoslavia, la intervención de la OTAN en 1999 y la proclamación de la independencia en 2008. Pero hay dos razones para desvincular la política de España sobre Kosovo de la cuestión catalana. Una, porque Kosovo no es un precedente. Dos, para que Kosovo no sea un precedente.

Primero. Kosovo no es un precedente porque Cataluña y Kosovo no tienen nada que ver. A un lado tenemos una democracia, la Constitución española, el Estatuto de Autonomía y una de las regiones con un mayor grado de autonomía política y fiscal del mundo. Al otro tuvimos el nacionalismo exacerbado de Milosevic, la supresión de la autonomía, la limpieza étnica y una intervención militar que acabó en la ocupación y administración del territorio por la ONU. La inmensa mayoría de nuestros socios europeos, que junto con otros 116 países han reconocido Kosovo, han apoyado sin fisuras la integridad territorial de España y negado a los independentistas catalanes el derecho de la autodeterminación. Sorprende que fuera de España tengan claro que la comparación no ha lugar y aquí se dude.

Segundo. El Gobierno español sostiene que no es un precedente, pero actúa como si lo fuera. Ese temor le lleva a ser más intransigente con Kosovo que la propia Serbia. España siempre ha dicho que, en aras de la estabilidad de los Balcanes, reconocería a Kosovo cuando Serbia lo hiciera. Pero ahora que Serbia y Kosovo negocian el reconocimiento y una posible modificación de las fronteras como paso previo a una integración en la UE, España muestra que esa posición era retórica y teme tener que reconocer a Kosovo en un momento delicadísimo en Cataluña.

Kosovo no va a dejar de existir porque España conozca o desconozca su existencia. Lo que sí necesita España es una política exterior que apoye la estabilidad en los Balcanes y su integración en Europa. Puigdemont y Junqueras no pueden secuestrar el futuro de serbios y kosovares, que no se merecen ser rehenes de dos demagogos.

Reductio ad absurdum final: la Corona española apoyó con armas y dinero la secesión de las 13 colonias de la Corona británica. Y todavía hoy mantenemos relaciones diplomáticas con Londres y honramos a Bernardo de Gálvez, el Lafayette español. No se lo digan a Puigdemont.