Internacional

TRIBUNA

EUROPA

No nos resignamos

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Europa y la familia de democracias que constituyen su esencia están en crisis. Esta vez es diferente. Peligra el modelo de convivencia, democracia abierta y seguridad compartida que ha creado uno de los espacios de paz y prosperidad más exitosos de la historia moderna. Europa tiene por delante muchos desafíos, pero tres son inminentes y podrían resultar demoledores.

En primer lugar, contemplamos el avance de un realineamiento autoritario global, acompañado de un revisionismo de la historia, de sus hechos establecidos y normas básicas. La combinación de geopolítica amoral, líderes autoritarios y juegos de poder es tentadora para nostálgicos de imperios y épocas pasadas, y es sin duda atractiva para políticos sin escrúpulos. Pero también es la misma combinación que a nuestros abuelos y bisabuelos les trajo desgracias, sufrimiento y generaciones perdidas.

Este realineamiento autoritario global tiene su corolario doméstico: una contrarrevolución reaccionaria y chauvinista, que ya ha llegado a Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países de la UE, amenazando incluso a socios fundadores como Francia. Las reivindicaciones de "verdadera democracia" o "el pueblo" esconden una visión de la política contraria a la democracia pluralista de equilibrio de poderes y acuerdos que subyace en el éxito de la Europa posterior a 1945. Los demagogos elaboran su discurso sobre las contradicciones y disfuncionalidades de nuestro sistema político, evidentes desde el colapso financiero y la pésima gestión de la crisis económica. Manipulan ansiedades legítimas sobre el mundo moderno y la globalización. Polarizan el debate político democrático, muchas veces falseando sus términos. Plantean problemas complejos como el terrorismo, la inmigración o el impacto del comercio en términos de enfrentamiento y "guerra" contra el otro. Crean némesis como el islam, la UE, la globalización, la prensa o los burócratas. Hablan del "hombre común", pero muchos de estos salvadores provienen de las mismas élites políticas y financieras que nos han llevado al colapso económico y al descrédito institucional.

Sin embargo, el problema no son sólo estos nuevos demagogos y autoritarios. Son también muchos de nuestros líderes, la atrofia de nuestro lenguaje político y, en suma, la crisis de valores europeos. Ya no llamamos a las cosas por su nombre. Hablamos de "demagogos", "populistas" o "iliberales" cuando muchas veces se trata de autoritarios, racistas o incluso nuevas formas de fascismo. Se confunde lo "políticamente incorrecto" con la difamación, la estigmatización de razas, grupos sociales o religiosos. Es fácil ser víctima de una combinación de incredulidad extrema ante hechos constatados y una extrema credulidad ante mentiras y teorías de la conspiración, algo en lo que caen, desgraciadamente, demasiados políticos e intelectuales, sumidos en un cómodo cinismo que pagan otros.

En este torbellino, Europa ha perdido el control de su relato, y gran parte de su legitimidad. Esta es una de las batallas centrales: una lucha por relegitimar Europa, por reafirmar sus valores básicos y por deslegitimar esas recetas que nos harán menos libres y menos iguales.

No nos resignamos a este "nuevo normal" como algo inevitable ni tampoco a la hegemonía de una Europa antipática. No queremos solo estar a la defensiva. Queremos impulsar una comunidad política europea diferente, dar la batalla de las ideas y proponer medidas para revitalizar Europa. Las fórmulas del pasado no son suficientes, aunque se pueda aprender de ellas. Ni una mayor integración ("más Europa") es la panacea ni la supervivencia del propio proyecto europeo está asegurada. Queremos superar esta dimensión binaria entre eurófobos e integración, y la simple defensa del statu quo.

Para reconstruir Europa, hay que abordar el déficit de compromiso y de solidaridad. Hoy en la UE es preciso ante todo atender a lo más básico: el cumplimiento de los compromisos acordados y la legislación internacional, como es el caso de los cupos para la acogida de refugiados, y velar por el respeto de las reglas fundamentales del espacio de seguridad en Europa posterior a la Guerra Fría. Nuestra visión de Europa es la de un espacio político y politizado basado en el modelo de economía social de mercado, derechos humanos y democracia abierta. Creemos en una Europa del progreso y próspera: un espacio de oportunidades, competitivo y dinámico, de cohesión social y políticas de grandes acuerdos.

Queremos llamar a la movilización, con una plataforma cívica para relanzar Europa. No miramos un pasado idealizado: queremos crear un futuro mejor. Este 2017 presentaremos propuestas en áreas como la economía, la política social o la política exterior de Europa. Queremos buscar alianzas con movimientos y fuerzas con inquietudes similares en otros países, contribuyendo a unir más voces a favor de esa otra Europa: una Gran Sociedad Europea para el siglo XXI. Porque se lo debemos a nuestros padres, a nuestros abuelos y a las generaciones que vengan, no nos resignamos.

Los abajo firmantes, por orden alfabético

-Sonia Andolz, politólogo

-Laura Ballarin, Vicepresidenta del Consell Català del Moviment Europeu (CCME)

-Miguel Ángel Benedicto, Secretario General Movimiento Europeo, España

-Carlos Carnicero-Urabayen, politólogo y colaborador Huffington Post

-Ricardo Dudda, editor en Letras Libres

-Jonás Fernández, parlamentario europeo, PSOE

-Javier García Toni, miembro de CC Europa

-Daniel Gascón, escritor y editor Letras Libres

-Silvia González, ECFR Madrid y columnista en Negra Tinta

-Ramón González Férriz, periodista

-Didac Gutiérrez-Peris, politólogo

-Berta Herrero, periodista

-Álvaro Imbernón, politólogo

-Francisco de Borja Lasheras, Director ECFR Madrid

-Javi López, parlamentario europeo, PSOE

-Máriam Martínez-Bascuñán, profesora y columnista

-Pol Morillas, Investigador, CIDOB

-Jaume Ripoll, Director plataforma de cine online Filmin

-Toni Roldán, Diputado de Ciudadanos

3 Comentarios

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No acabo de entender este manifiesto, se habla de enemigos de la democracia y se calla que el BCE, la Comisión Europea, Mr. PESC y el Presidente del Eurogrupo no son elegidos de forma democrática. Tampoco se dice nada de que el BCE, cuyos miembros no tienen ninguna supervisión democrática, se atreven a modificar presupuestos de países miembros que los han aprobado en parlamentos elegidos democráticamente. Tampoco una palabra hacia el famoso presidente del Eurogrupo, el más o menos ministro de finanzas de Holanda, que sabedor que su puesto no necesita de aprobación democrática alguna, ha decidido no asistir al Parlamento Europeo. No es más, ni menos Europa, que suele traducirse en un aumento de dinero que gestiona Bruselas directamente, sino que cada euro que gestione Bruselas tenga supervisión democrática. Es curioso que en este manifiesto no se habla ni una palabra de aumentar la democracia en la UE y el número de cargos elegidos por democracia directa.

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Yo también lo firmo y lo comparto