BALCANES

Desconcertante absolución de Seselj

Vojislav Seselj saluda a sus simpatizantes en Belgrado. REUTERS

En Bosnia Este, la zigzagueante carretera atraviesa una región de cañones y espectacular paisaje hasta llegar a Foca, junto al río Drina. La website del ayuntamiento destaca el potencial turístico de esta pequeña ciudad y el rafting en el cercano parque de Sutjeska, pero su escueta sección sobre historia termina en 1990. La guerra no existió, parece. Sin embargo, hay un monumento al Ejército de la Republika Sprska (VRS), comandado por Ratko Mladic, originario de la zona. Mladic está hoy preso en la Haya, junto a Radovan Karadzic, condenado la semana pasada por el genocidio de Srebrenica, crímenes de guerra y otras violaciones de derechos humanos en Bosnia, en poblaciones como Foca.

Más difícil de ver que este monumento glorificador al VRS son los restos de varias casas, como la de Ifeta, una musulmana de Foca, que hoy vive en Sarajevo. En 1992, cuando Foca cayó en manos serbias, el VRS, paramilitares chetniks y vecinos, tras matar a la sobrina adolescente de Ifeta, quemaron su casa y otras miles, destruyendo con dinamita las mezquitas locales. Ella tuvo tiempo justo de escapar antes de la orgía de terror que cayó sobre ésta y otras poblaciones del valle del Drina. Más de 20 años después siguen apareciendo cadáveres en el cercano lago Perucac y fosas comunes. A cientos de mujeres les violaron repetidamente y sometieron a una esclavitud sexual calificada por crimen de humanidad por el Tribunal de la Haya.

En tales crímenes hubo autores materiales. Pero hubo unos cuantos autores intelectuales e ideólogos en la Serbia de Slobodan Milosevic y la Croacia de Franjo Tudjman. Ideólogos que alentaron, idearon y a menudo armaron las hordas que, al estilo de las Einsatzgruppen nazis, mataron, destruyeron y violaron para realizar la Gran Serbia y la Gran Croacia, trayendo también represalias y limpieza étnica contra sus propios grupos nacionales. De ahí las críticas a la sentencia del Tribunal de la Haya que ayer absolvía a Vojislav Seselj, líder del ultranacionalista partido Radical serbio, de crímenes contra la humanidad y otros cargos, por "falta de prueba legal suficiente" de su conexión con hechos como Foca, a menudo cometidos por paramilitares del entorno. El derecho internacional exige una prueba fuera de toda duda en estos casos. Ello condujo, en 2015, al Tribunal Internacional de Justicia a exculpar a Serbia y Croacia de sus mutuas acusaciones de genocidio, aunque el tribunal reconociera todos sus elementos objetivos.

Pero es inevitable la sorpresa ante la desconcertante afirmación de que el proyecto de la Gran Serbia de Seselj, en nombre del cual se cometieron los crímenes genocidas establecidos en otras sentencias del propio tribunal, "no fue un plan criminal". Casi como descriminalizar los planes "políticos" de los fundadores del Ku Klux Klan o los de los ideólogos y propagandistas nazis para el lebensraum hitleriano en Europa Oriental. Legitimando así a Seselj, es además otro golpe para las fuerzas democráticas en Serbia, herederas del asesinado Zoran Djinjic, que hoy califican duramente la sentencia de "bomba nuclear". Todo ello a unas semanas de unas elecciones en las que grupos ultranacionalistas y anti europeos, además quizá del partido de Seselj, que hoy desfilan a miles por Belgrado con insignias de Putin y consignas homófobas y contra la UE y la OTAN, obtengan buenos resultados. Malos tiempos para la democracia y perspectiva europea de los Balcanes. Malos tiempos para la justicia y reconciliación en estos países y sociedades sin memoria compartida, donde se niegan hechos históricos, el dolor ajeno de miles de Ifetas y donde se ven como héroes a los Goebbels locales y sus burdos Eichmanns, retroalimentando el veneno nacionalista.

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