Vicepresidenta de la Comisión Europea: “debemos cantar la misma canción”

Federica Mogherini, alta representante de la Unión Europea para asuntos exteriores y política de seguridad, en entrevista con Mark Leonard, director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Habla de Reino Unido, África y guerras.

Especial para El Espectador / Bruselas
04 de enero de 2019 - 02:00 a. m.
El presidente Iván Duque y Federica Mogherini, el pasado 24 de octubre en Bruselas (Bélgica), sede de la UE. / AP
El presidente Iván Duque y Federica Mogherini, el pasado 24 de octubre en Bruselas (Bélgica), sede de la UE. / AP
Foto: AP - Olvier Hoslet

En su carácter de alta representante de la Unión Europea para asuntos exteriores y política de seguridad, Federica Mogherini ha supervisado la política exterior y de seguridad de la UE desde noviembre de 2014. Ya cerca del final de su mandato en 2019, Mark Leonard (del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores) consultó a Mogherini sobre el estado de la seguridad europea, el futuro del orden internacional, el control de armas, las migraciones y otros temas.

Mark Leonard: Hasta ahora, la Unión Europea ha demostrado capacidad para mantenerse unida en cuestiones fundamentales como el “brexit” y el mantenimiento de las sanciones a Rusia después de Crimea. ¿Se sostendrá esta unidad en 2019, sobre todo teniendo en cuenta las próximas elecciones para el Parlamento Europeo y los cambios de alto nivel en la Comisión Europea y el Consejo?

Federica Mogherini: La unidad de nuestra Unión es mucho más fuerte de lo que parece. En mi trabajo diario veo una UE que toma decisiones y las implementa en forma conjunta y que —sobre todo en el campo de la política exterior y de seguridad— actúa unida. Muchos se quejan de una falta de unidad. Pero mi impresión es que estas quejas surgen más de un cliché fácil que se repite sobre la base de experiencias pasadas que de una reflexión realista sobre la situación actual.

Obviamente, tenemos que definir qué entendemos por “unidad”. No quiere decir uniformidad. Somos 28, y pronto 27, que sigue siendo mucho. Con sus 500 millones de habitantes, la UE es el mayor proyecto de integración jamás logrado. Es el mayor mercado del mundo y la segunda economía más grande. Incluye muchas culturas, idiomas y tradiciones políticas diferentes. La historia y la geografía nos dieron a cada uno antecedentes diferentes. Es natural que esto se traduzca en una diferencia de visiones, opiniones, voces, incluso en el interior de cada una de nuestras sociedades democráticas.

Siempre me negué a usar la expresión “la Unión Europea debe cantar con una sola voz”. Es necesario que usemos todas las voces diferentes que tenemos, porque la pluralidad es nuestra fortaleza. Pero tenemos que cantar la misma canción, en forma coordinada, como un coro. Y en mi trabajo diario veo unidad de propósito, decisiones conjuntas y acción coordinada, y no veo un cuestionamiento a esta tendencia. En las negociaciones para el brexit, los 27 Estados miembros que quedan están más unidos que nunca; y todos estos años, las decisiones sobre las sanciones referidas a Crimea se tomaron, implementaron y renovaron en forma unánime. Hay muchos otros ejemplos. Porque como europeos compartimos los mismos intereses, creo que nuestros ciudadanos se dan cuenta de que —más allá de los eslóganes— el único modo efectivo de alcanzar nuestros objetivos es trabajando juntos.

ML: Usted pidió que Europa defienda su soberanía, por ejemplo, creando nuevas estructuras que le permitan mantener el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) con Irán. ¿Funcionarán realmente estas estructuras, y puede el vehículo especial creado para mantener el comercio con Irán usarse para contrarrestar otras sanciones de Estados Unidos?

FM: Estamos trabajando, como una Unión de 28 Estados miembros y con el resto de la comunidad internacional para preservar un acuerdo nuclear que hasta ahora se implementó a pleno, como lo certifican 13 informes consecutivos del Organismo Internacional de Energía Atómica. Lo hacemos por nuestra seguridad colectiva: no queremos que Irán desarrolle armas atómicas, y el PAIC está logrando precisamente ese propósito. Digo esto primero, porque oigo a menudo que la principal motivación de Europa en esta cuestión es económica o comercial. Pero no es así: hacemos esto para evitar el desmantelamiento de un acuerdo de no proliferación nuclear que funciona y para evitar una crisis de seguridad importante en Medio Oriente.

Como parte de este trabajo, tenemos que garantizar que las empresas que quieran comerciar legítimamente con Irán puedan hacerlo. Y ahora mismo estamos trabajando en eso: en herramientas que ayuden, protejan y den garantías a los actores económicos que tienen comercio legítimo con Irán. Es verdad que esta situación generó un debate sobre la soberanía económica europea. Los europeos no podemos aceptar que una potencia extranjera —ni siquiera nuestro amigo y aliado más cercano— tome decisiones con respecto a nuestro comercio legítimo con otro país. Es un elemento básico de soberanía y es natural que esta reflexión tenga lugar, no solo en Europa sino también en otras partes del mundo.

ML: La decisión estadounidense de retirarse del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) es una clara señal de que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia están más tensas que nunca en estas últimas tres décadas. Hasta ahora, Europa no pudo tomar medidas decisivas para defender el orden global de desarme. ¿Qué puede hacer la UE para mantener la estabilidad nuclear en Europa y evitar el reinicio de una carrera misilística en el continente?

FM: El INF contribuyó al final de la Guerra Fría, un tiempo oscuro al que nadie en Europa quiere volver. Europa era campo de batalla de las superpotencias, y todos vivíamos bajo la amenaza constante de una guerra nuclear. Evitar una nueva carrera armamentista redunda en beneficio de todos. Por eso hemos pedido a Estados Unidos que considere las consecuencias que su posible retirada del INF tendrá sobre su propia seguridad y sobre nuestra seguridad colectiva. Y esperamos que la Federación de Rusia encare inquietudes serias que hay en relación con su cumplimiento del INF. La arquitectura actual de desarme y no proliferación debe volverse más universal, como garantía para todos.

Los europeos estamos trabajando en todos los ámbitos para promover la universalización de los tratados existentes, por ejemplo el Código de Conducta Internacional contra la Proliferación de Misiles Balísticos. El punto de partida no puede ser desmantelar la arquitectura actual y empezar de cero; es un riesgo que nadie puede permitirse. La no proliferación es un campo donde el ejercicio de la responsabilidad colectiva es esencial, porque todos tenemos mucho en juego en esto.

ML: Cinco años después de la invasión de Crimea y del inicio de combates en el este de Ucrania, la paz en ese país parece más lejana que nunca. ¿Puede Europa hacer algo para disminuir la perspectiva de más violencia? ¿Seguirá la UE unida en su postura ante Rusia, particularmente en lo referido a las sanciones?

FM: La UE sigue trabajando cada día por la paz en el este de Ucrania. Las sanciones son parte de un esquema más amplio. Hemos movilizado el mayor paquete de asistencia que la UE haya destinado jamás a cualquier país: casi 14.000 millones de euros (US$16.000 millones) desde 2014. Esto también incluye apoyo específico a la misión especial de vigilancia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, y una misión de asesoramiento de la UE que trabaja en la reforma del sector de la seguridad civil.

En particular, estamos trabajando con énfasis en la gobernanza y el desarrollo en el ámbito local en el este del país. Y seguimos las discusiones en Naciones Unidas sobre una posible misión de pacificación de la ONU, aunque estos últimos meses no hubo muchos avances. Preveo que las sanciones económicas se mantendrán, porque subsisten sus motivos: promover la plena implementación de los acuerdos de Minsk y restaurar la integridad territorial de Ucrania.

ML: ¿Puede hacerse más para disuadir a Rusia de interferir en elecciones europeas?

FM: Hay diversas medidas que estamos tomando para protegernos contra el desafío de interferencias externas, cualquiera sea su procedencia: reforzar nuestras capacidades de ciberseguridad, mejorar la protección de datos personales, garantizar la transparencia de la publicidad política en internet y mejorar la cooperación entre los Estados miembros de la UE y con nuestros socios globales.

También hemos hecho posible la introducción de sanciones contra ciberataques, lo que envía un claro mensaje de que no se tolerará esa clase de actividades hostiles y que tendrán serias consecuencias. Pero hay otra línea de trabajo que es preciso reforzar: empoderar a nuestros ciudadanos para la toma de decisiones democráticas informadas. Es el mejor modo de proteger a nuestras democracias de la desinformación de cualquier tipo.

ML: Europa parece ser la última voz importante que defiende el orden internacional liberal y el sistema de comercio abierto. ¿Qué puede hacer para alentar a China, la India y otras potencias a comprometerse más con el orden liberal?

FM: Antes que nada, debemos garantizar que se cumplan los estándares más altos dentro de nuestra Unión, para mantener a nuestras sociedades abiertas, respetuosas y libres. Es una cuestión de coherencia con nuestros valores, pero también de credibilidad en nuestra acción externa. Más allá de eso, este es un momento realmente crucial para proteger y promover un orden global más cooperativo y multilateral. Muchas potencias del mundo quieren cooperar con la UE para preservar la apertura de mercados y adecuar las instituciones globales a este mundo multipolar. No compartimos todos los mismos principios y valores: sabemos que en muchas partes del mundo son tiempos difíciles para los derechos humanos. Pero el mejor modo de promover los derechos humanos —o una forma de globalización más justa— es dialogar con todos los interlocutores.

Somos la única potencia que participa en un diálogo permanente sobre los derechos humanos en todo el mundo. Y nuestra nueva generación de acuerdos comerciales incluye fuertes normas de protección de los derechos de los trabajadores, la propiedad intelectual y el medioambiente. Son acuerdos para un comercio libre y justo. Ahora es el momento de que la UE se posicione en el centro de una red de socios internacionales con ideas similares que promueva y fortalezca el multilateralismo y un orden internacional basado en reglas.

ML: ¿A qué se debe la pérdida de peso de Europa en su vecindario, especialmente en cuanto a influir en los acontecimientos en Turquía, Libia y Siria? ¿Es esto indicación de que Europa no será una de las grandes potencias del siglo XXI?

FM: Nuestro destino está en nuestras propias manos. Si queremos tener un papel decisivo, no solo en la región sino también en el mundo, tenemos todos los instrumentos y el peso para hacerlo. Y es lo que esperan nuestros socios en todo el mundo, particularmente en estos tiempos difíciles. Para desempeñar ese papel, los europeos tenemos que darnos cuenta de la importancia y el peso que tenemos actuando juntos como una Unión, y pensar más en la responsabilidad que podemos ejercer en el escenario internacional si resistimos la tentación de formular políticas —o una forma de hacer política— ensimismadas.

Nuestro mayor enemigo es la falta de confianza en los medios que tenemos a nuestra disposición. La UE tiene un poder “blando” incomparable en términos económicos, diplomáticos y culturales; y somos un proveedor cada vez más activo de seguridad global. Estamos construyendo nuestro poder “duro” como nunca antes. En Siria y en Libia no somos un actor militar, y estoy orgullosa de esto. La violencia solo trajo más violencia, mientras que nosotros siempre hemos trabajado en pos de soluciones pacíficas y negociadas. ¿Implica esto que seamos impotentes? Todo lo contrario. En la Asamblea General de la ONU este año, más de cincuenta países y organizaciones participaron en la discusión que iniciamos en relación con Siria, para apoyar el difícil trabajo que la ONU está haciendo allí. Todos comprenden que el papel de la UE en Siria y Libia es único e irreemplazable: dialogamos con todas las partes y somos un mediador honesto y un socio indispensable en el esfuerzo por garantizar la paz, la seguridad y la estabilización. Muchas veces no somos conscientes del potencial y el poder que tenemos. A veces nuestros socios lo ven más claro que nosotros, los europeos.

ML: ¿Cómo repercutirá la salida del RU en la estrategia de seguridad de la UE? ¿Ayudará a fortalecer el consenso?

FM: No tengo dudas de que nos aguarda un futuro de estrecha asociación y cooperación. Basta observar lo sucedido desde el referendo por el brexit en 2016: seguimos tomando decisiones unánimes en política exterior, de seguridad y de defensa; reaccionamos unidos al ataque de este año con agente nervioso en Salisbury (Inglaterra); seguimos trabajando juntos para preservar el acuerdo nuclear con Irán, y tenemos objetivos compartidos en Ucrania, Siria, Afganistán, Myanmar y otros lugares. En los próximos meses, presentaré una propuesta para un nuevo modo de colaborar con países ajenos a la UE y con organismos internacionales que participen en operaciones civiles y militares de la UE, o que tengan alguna otra relación con nuestras políticas de seguridad y defensa. Esto también será una parte esencial de nuestra relación futura con el RU. Buscaremos formas de que los países ajenos a la UE participen en proyectos de defensa iniciados conforme al marco de Cooperación Permanente Estructurada (PESCO).

ML: El motor francoalemán siempre ha sido esencial para la formulación e implementación de políticas exitosas en la UE, en los planos interno y externo. Por muchos años se dijo que Alemania estaba a la espera de un socio francés eficaz. Parece que los alemanes lo encontraron en el presidente francés, Emmanuel Macron, pero Alemania misma, que sufre una especie de parálisis política, ahora parece estar ensimismándose. ¿Hacia dónde imagina que irá la relación francoalemana en 2019?

FM: Aunque al principio la integración europea la impulsó el motor francoalemán, siempre fue un proyecto mucho más grande. Su fortaleza ha sido siempre su capacidad de atracción. Hace dos años, cuando decidimos dar algunos pasos novedosos en la dirección de crear una “Europa de la defensa”, recibí al principio el apoyo de los ministros de defensa de cuatro países: Francia, Alemania, Italia y España. Pero menos de un año después, 25 Estados miembros ya habían acordado el lanzamiento del PESCO. Cuando los beneficios de la cooperación y de la integración están claros, cuando el valor agregado de nuestra Unión se evidencia solo, todos los Estados miembros de la UE piensan en el interés común y avanzan juntos.

ML: En su opinión, ¿qué puede y debe hacer la política exterior para combatir el populismo?

FM: No me gusta la expresión “populismo”. Creo que mucha gente perdió la confianza en las instituciones, en todas ellas. Pero en la mayoría de los países europeos se confía más en la UE que en las instituciones nacionales. La reacción que surge de algunas fuerzas políticas consiste en eludir responsabilidades y buscar un chivo expiatorio. Los gobiernos vienen a Bruselas, toman decisiones por unanimidad y después culpan a la UE por los resultados. Pero la Unión es lo que nosotros hacemos de ella. Tenemos una responsabilidad colectiva de hacerla funcionar. Es un reflejo de nuestra voluntad política colectiva.

En los últimos años, nuestra política exterior promovió y protegió los intereses y valores de los ciudadanos europeos en una forma que hubiera sido inalcanzable para cualquier Estado miembro actuando solo. En el mundo actual, hasta nuestros Estados miembros más “grandes” son pequeños, de modo que la soberanía nacional solo se puede ejercer de manera efectiva por medio de la UE. Lo demostramos todos los días en nuestra política exterior. Somos más eficaces negociando acuerdos comerciales como mayor mercado del mundo que como 28 países separados. Tenemos más influencia en la lucha contra el cambio climático colectivamente que si cada país avanzara a su propio ritmo. Y los beneficios de nuestra cooperación son evidentes en lo que atañe a mejorar la seguridad en nuestros países socios. Juntos somos más fuertes y mucho más eficaces.

Los que quieren desmantelar o debilitar la UE están tratando de debilitar el instrumento más poderoso que tenemos los europeos para ejercer nuestra soberanía. Tal vez eso beneficie a nuestros competidores en el mundo, pero decididamente no beneficia a los ciudadanos europeos.

ML: Si en las próximas elecciones para el Parlamento Europeo hubiera una oleada populista, ¿qué enseñanzas debería extraer Bruselas, y qué nuevo rumbo propondría usted?

FM: Cualquiera sea el resultado de la elección, las enseñanzas no tendrán que extraerse tanto “en Bruselas” sino en toda la Unión y sobre todo en las capitales de los Estados miembros. Las políticas y acciones de la UE se definen mediante nuestro trabajo colectivo, que es resultado de nuestra voluntad política. Si funciona, es un éxito colectivo para todos; si fracasa, es una responsabilidad colectiva y un problema colectivo para todos. Nadie queda afuera.

La UE no es un edificio en Bruselas; es un proyecto de 500 millones de ciudadanos, sus gobiernos nacionales, los parlamentarios que eligen para que los representen y la Comisión Europea elegida por esos parlamentarios. Personalmente, creo que los europeos necesitan la Unión y necesitan cambiar algunas de las políticas que implementó la UE. Es algo que hemos comenzado a hacer estos últimos años: profundizar la integración europea en seguridad y defensa, establecer una política externa fuerte y unida para la gestión de los flujos migratorios y lanzar el mayor plan de inversión de la historia para Europa y África.

Algunos quieren cambiar las políticas de la UE para mejorarlas —incluso radicalmente—, pero otros solo quieren destruir la Unión. Tenemos que ser muy cautelosos, porque en tiempos de frustración, la destrucción les puede sonar fascinante a muchos. Pero el secreto del cambio está en concentrarse; no en destruir lo viejo, sino en construir lo nuevo. Espero que esto sea posible en 2019.

ML: En el diálogo que mantuvo en octubre con Bill Gates, cofundador de Microsoft, en el Parlamento Europeo, usted habló de la necesidad de que la UE sea “generosamente egoísta” en su relación futura con África. ¿Podría explicarnos cómo lo imagina en la práctica? ¿Cuál es el equilibrio justo entre sacrificar valores y desalentar el deseo de migrar?

FM: No se trata de sacrificar nuestros valores; en realidad, todo lo contrario. Debemos darnos cuenta de que nuestros intereses y nuestros valores coinciden. Nuestros valores nos dicen que todas las personas deberían tener derecho a perseguir sus sueños y aspiraciones, a contribuir a la vida pública de sus países y a vivir sin miedo. Demasiados africanos no disfrutan estos derechos, y esto es un obstáculo al inmenso potencial de África. A los europeos nos interesa el fortalecimiento de África, porque eso también fortalecerá a Europa. En la práctica, implica que África necesita más empleos, mejor educación, democracias más fuertes, desarrollo sostenible y un entorno de seguridad más estable. La decisión de abandonar el país de origen nunca es fácil. Los jóvenes africanos querrían encontrar en sus países las oportunidades que buscan; querrían cambiar las economías y los sistemas políticos de sus países, en vez de solo cambiar de país. Es lo que nos piden los africanos: que trabajemos con ellos, para que puedan ayudar a África a hacer realidad su inmenso potencial.

ML: ¿Son los últimos acontecimientos en la estrategia externa de la UE hacia las migraciones en lugares como África y Medio Oriente señal de que se dejan atrás las “respuestas de emergencia” para ir en pos de soluciones duraderas?

FM: No solo los últimos acontecimientos. Ha sido el objetivo de nuestra acción externa en materia migratoria desde el principio. Permítame recordarle la situación hace tres años: casi no pasaba un día sin que murieran cientos de personas en el Mediterráneo y en el desierto norafricano. Hasta entonces, la UE había sido indiferente a un fenómeno que consideraba ajeno a su competencia y responsabilidad exclusiva de los Estados miembros por separado.

Finalmente esto ha cambiado. Teníamos que crear una respuesta de emergencia para poner fin a la catástrofe, y lo hicimos con la Operación Sophia en el mar y con el Fondo Fiduciario de Emergencia con el que financiamos nuestro trabajo con África. Al mismo tiempo, empezamos a trabajar en la creación de un sistema mejorado para la gestión de los flujos migratorios y encarar sus causas a largo plazo. Empezamos a entrenar a las fuerzas de seguridad locales; trabajamos en el regreso voluntario de migrantes, con la oportunidad de iniciar una nueva vida, y establecimos nuestro plan de inversión para África y el vecindario de Europa. Hoy, creo que todos comprendemos que la estrategia correcta es crear mecanismos de cooperación con los países de origen y de tránsito, y con organismos como la ONU y la Unión Africana. Ahora tenemos que cambiar de rumbo en las políticas internas referidas a las migraciones e introducir un principio de solidaridad entre los europeos, al que algunos Estados miembros todavía oponen mucha resistencia. Pero al mismo tiempo, en nuestras políticas externas para las migraciones tenemos que seguir por la misma senda. Es decir, conseguir más inversión de los Estados miembros, evitar giros bruscos y hacer mucho más para abrir vías de desplazamiento humano seguras y reguladas.

ML: Usted participó en hechos y negociaciones que afectan el curso de los asuntos internacionales. ¿Hay algo que le gustaría revisar?

FM: En mi trabajo es importante mirar hacia adelante, no hacia atrás. Suena obvio, pero es como funcionan las cosas. No se puede cambiar el pasado; lo único que se puede hacer es concentrarse en influir en el presente y el futuro. Eso implica tener objetivos ambiciosos pero realistas y crear mecanismos de cooperación con otros actores para tratar de alcanzarlos juntos.

ML: Ya cerca de terminar su mandato como alta comisaria de la UE, ¿cuáles son en su opinión los tres mayores ejemplos del valor agregado del Servicio Europeo de Acción Externa, en comparación con el esquema institucional anterior al Tratado de Lisboa?

FM: Recuerdo las discusiones de hace diez años, cuando se aprobó el Tratado de Lisboa. Muchos creían que la misión del alto representante, con sus tres funciones —vicepresidente de la Comisión, presidente del Consejo de Asuntos Exteriores y jefe de la Agencia Europea de Defensa—, iba a ser imposible. Pero la intuición detrás de la descripción del cargo resultó correcta. La UE tiene un conjunto incomparable de herramientas de política exterior y de seguridad, y solo es posible movilizar todo el potencial de nuestra política exterior con esas tres funciones.

Eso implica que presido las reuniones de los ministerios de asuntos exteriores, defensa y desarrollo; participo en el Consejo Europeo, coordino el grupo de comisarios que se ocupan de la acción externa, trabajo con nuestro personal militar y civil en temas de seguridad y defensa, y puedo apoyarme en el trabajo de nuestro notable servicio diplomático, con profesionales talentosos en las oficinas centrales y una red de 140 embajadas en todo el mundo.

Sin todo esto, el trabajo para crear una “Europa de la defensa” hubiera sido imposible, y nuestra fuerte colaboración con África —que comienza con las migraciones, pero incluye mucho más que eso— no existiría. Lo mismo vale para el acuerdo nuclear con Irán, nuestros acuerdos comerciales en todo el mundo, el diálogo entre Serbia y Kosovo, y el trabajo vital que hacemos con los Balcanes por la paz, la reconciliación, la integración regional y el desarrollo económico en el corazón de Europa.

Copyright: Project Syndicate, 2018.

www.project-syndicate.org

 

Por Especial para El Espectador / Bruselas

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