Rearme para el control armamentístico en Europa

Nº 205

«Occidente necesita rearmarse si quiere restaurar el compromiso de Rusia con el control de armas». Esta es la tesis que defiende Gustav Gressel, investigador principal del programa Wider Europe (ECFR), en un análisis publicado recientemente, titulado Under the gun: Rearmament for arms control in Europe (descargar). Nos ha parecido muy interesante compartirlo porque aborda un asunto muy delicado, como es la configuración de una disuasión efectiva y creíble en la Unión Europea. Además -y esto nos merece especial atención-, hace referencia a la urgente necesidad de que sea creíble por los responsables políticos, y de que sea asumido por los ciudadanos. Conviene señalar que Gressel trabajó como funcionario de política y estrategia de seguridad internacional en la Oficina de Política de Seguridad en el Ministerio de Defensa de Austria, y como investigador asociado del Comisionado de Estudios Estratégicos. Pasamos a exponer las ideas más relevantes.

El control de armas nunca tuvo la intención de ayudar a los competidores a convertirse en amigos, sino de prevenir guerras evitables o la escalada de carreras de armamento. Los tratados actuales de control de armas, incluido el Tratado de las Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF, por sus siglas en inglés), están desactualizados porque ya no pueden reducir el riesgo de una escalada militar entre Occidente y Rusia. Sería difícil abolir las capacidades nucleares tácticas, ya que la disuasión nuclear mutua entre los nuevos estados nucleares emergentes y los aliados requeriría, al menos, un arsenal limitado de armas sub-estratégicas. Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, China y las nuevas potencias nucleares no han podido ponerse de acuerdo sobre un nuevo tratado de control de armas. Pero, al limitar el número de ojivas no estratégicas en Europa y al establecer medidas de fomento de la confianza, Occidente y Rusia podrían disminuir la probabilidad de que se malinterpreten entre sí. Para verificar el cumplimiento de acuerdos, las partes podrían establecer una comisión conjunta permanente para inspeccionar tanto almacenes como unidades militares. 

Sin embargo, los esfuerzos actuales para revitalizar el control de armas están condenados a fracasar debido a que la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014 ha provocado una ruptura total de la confianza entre las partes. Para que funcionen los futuros tratados, tendrían que ajustarse a los intereses de sus signatarios. Rusia sabe que no puede igualar a Occidente en ninguna esfera de poder que no sea la fuerza militar en bruto. Mientras tenga una ventaja militar en su flanco occidental, el país no tomará en serio el control de armas. La Alianza Atlántica y Rusia solo acordarán nuevas medidas de control de armas si hay un cambio significativo en el equilibrio militar. Pero Europa no tiene que aceptar la amenaza de la imprevisibilidad rusa como un hecho que no pueda cambiar. De hecho, puede actuar y cambiar la actitud de Moscú mediante una serie de medidas:

• Mejorar de las capacidades, a través de un enfoque compartido del control de armas que proporcione suficiente previsibilidad, seguridad y estabilidad de crisis.

• Aumentar de forma significativa el alcance, el ritmo y la capacidad operativa de la presencia militar de la OTAN en su flanco Este.

• Mejorar la preparación, capacidad y el despliegue de las fuerzas armadas europeas.

• Hacer visible a Rusia estas mejoras y medidas, a través de despliegues, ejercicios y otras iniciativas.

Conclusión: para persuadir a los ciudadanos ciudadanos europeos de que apoyen el rearme, los políticos deben diseñar propuestas sustantivas de control de armas que actúen como objetivos deseables y estables del proceso. Por lo tanto, el control de armamentos y el rearme no son mutuamente excluyentes; dependen el uno del otro. Los Estados deberían seguir ambas vías simultáneamente. Este doble esfuerzo solo será efectivo si está bien coordinado. Si los líderes europeos intentaran rearmarse sin antes haber ideado propuestas viables y creíbles de control de armas, la oposición interna -desde el punto de vista de la política nacional- detendría el proceso. Y a la inversa, si se inician medidas de rearme a medias, no plenas, para comenzar luego las discusiones, Rusia lo usaría como una oportunidad para afianzar su ventaja militar en su flanco occidental. Europa debería evitar ambas trampas.

 

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