Despatches from a presidency in limbo

Summit after summit. Is the Spanish Presidency of the European Union running out of legs?




Are Gaza and the West Bank “occupied territories,” or “territories under occupation”?

Hours and hours of meetings between 47 delegations, and drafts and more drafts, resulted in the water rights declaration proposed by the Spanish EU Presidency going down the drain. Once again, the EU’s Mediterranean policy, championed largely by Spain, has been subordinated to the dictates of the intractable Arab-Israeli conflict, leaving a whole series of crucial matters up in the air.

To impose a little common sense and to convince the EU states of the need to solve practical problems and to look to the future doesn’t seem easy. For any state’s diplomacy, the Mediterranean, though necessary, is a bad business where you have to invest a lot in exchange for a little. This seems to be the (bad) karma of the Spanish EU presidency, which has been going on for 100 days now, and already its legs are beginning to tire. At this stage, the long distance runner needs to concentrate on what remains ahead, which is not necessarily easy when success is not assured. The June summit with the countries of the Mediterranean Union hangs from the fine thread of the Arab-Israeli conflict.

Plans on water rights, the environment and maritime security, however much time and effort is invested in them, remain obscured in the dynamics of a region abounding in conflicts and devoid of democratic institutions; where governments, rather than speaking with the people’s voices, devote much of their time to silencing the people. A summit’s success is judged by who attends, and who doesn’t. This is beyond the control of the presidency – an unenviable and thankless job.

Many of the same considerations apply to the Latin American summit in May. Once again, the agenda and results will be subject to the variable temperament of certain leaders. If they are feeling in a populist mood or need a political boost at home, some will stage a show, distracting media attention from the summit’s real contents, or simply stay home. Again, Spain is at a disadvantage in this game. Just as the summit with the US was frustrated by Obama’s decision not to come, the Spanish EU presidency’s successes now depend not so much on its own decisions as on those of others.

Spain has had the doubtful honour of occupying the presidency in the transition between the old six-month rotating presidency and the new long-term one. With Van Rompuy as the Council’s president, coordinating national leaders, and Lady Ashton as high representative for foreign policy, the two great lines of force that underlay an EU presidency have become blurred, leaving Spain with a giant administrative task. After three presidencies and almost 25 years in the EU, administration is something that we seem to do fairly well: almost all studies point to the compatible couple formed by Spain’s Secretariat of State for the EU and the Permanent Representation of Spain in Brussels as being responsible for the success of our European policy.

These are unique entities, where officials from all levels work in coordination, setting aside departmental rivalries. Surprising, then, that halfway through the presidency there is now talk of suppressing this Secretariat or merging it with the Foreign Ministry. The Popular Party government made this mistake between 1996 and 2000 and had to rectify it. Now, when many countries are thinking of putting European policy coordination in the top echelon of their governments, with a ministry to itself or directly under the prime minister, we are thinking of a cutback that will be far more costly than any benefit we might obtain. Viewed from abroad, moreover, the message could not be worse. Are we folding up and closing our European market stall? [email protected]

This article was published in El País English edition on 20 April 2010.

(English translation)

Cumbres borrascosas

¿Son Gaza y Cisjordania “territorios ocupados” o “territorios bajo ocupación”? Horas y horas de reuniones entre 47 delegaciones, idas y venidas, borradores y más borradores, todo para que la declaración sobre el agua que la presidencia española confiaba en que los miembros de la Unión por el Mediterráneo pudieran firmar quedara precisamente en eso, en agua de borrajas.

Otra vez, la política mediterránea de la UE, que España ha liderado siempre con tanto esfuerzo, vuelve a someterse a los dictados del intratable conflicto árabe-israelí, dejando en el aire toda una serie de materias cruciales para el progreso de la región. Como señalaba con ironía Nick Witney en un artículo en Europe’s World, “Europa no está mal, pena que los vecinos no siempre acompañen”.

Imponer algo de sentido común, convencer a los socios de la necesidad de resolver los problemas prácticos y mirar al futuro no parece fácil. Para cualquier diplomacia, el Mediterráneo, aunque necesario, es un mal negocio, pues hay que invertir mucho a cambio de poco. Ése parece ser el sino de la presidencia española de la UE.

Van ya 100 días de presidencia española de la UE y las piernas comienzan a pesar. Es a mitad de carrera cuando los corredores de fondo necesitan concentrarse en lo que queda por delante. Pero lo que queda por delante no es necesariamente lo más fácil, ni el éxito está asegurado. La cumbre de junio con los países de la Unión por el Mediterráneo pende del fino hilo del conflicto árabe-israelí.

Los proyectos sobre el agua, el medio ambiente, la seguridad marítima o la protección civil, por más tiempo y esfuerzo que se inviertan en ellos, acaban siempre oscurecidos por la dinámica propia de una región plagada de conflictos, donde las instituciones democráticas brillan por su ausencia y los gobiernos, más que hablar en nombre de la gente, dedican gran parte de su tiempo a hacerla callar. El éxito de las cumbres se acaba juzgando por quién asiste y quién excusa su asistencia, cosa que no depende de la Presidencia. Difícil envidiar a los que llevan el negociado.

Algo parecido sucede con la otra gran cumbre de la presidencia española, la que se celebrará con América Latina en mayo. Una vez más, la agenda y los resultados estarán sometidos a los vaivenes del temperamento de algunos, que querrán convertir la cumbre en un concurso de egos. Si tienen el día populista o necesitan reforzarse políticamente en casa, algunos darán el espectáculo, lo que distraerá la atención de los medios de los contenidos reales, o cancelarán su asistencia, lo que deslucirá la cumbre. De nuevo, un juego en el que España parte en desventaja. Teniendo en cuenta que la cumbre con EE UU se frustró por la decisión de Obama de no asistir, es evidente que la presidencia española está sometida a un estrés considerable, pues sus éxitos dependen de las decisiones de otros, no de las propias.

España ha tenido el dudoso honor de encabezar la presidencia de transición entre el viejo modelo de presidencia y el nuevo. Con Van Rompuy en la presidencia del Consejo coordinando a los jefes de Estado y primeros ministros, y Lady Ashton como alta representante para la política exterior, las dos grandes líneas de fuerza en las que se apoyaba una presidencia se han difuminado, dejando en manos de la Administración española la coordinación de una actividad diaria tan enorme como poco visible. Después de tres presidencias y casi 25 años en la UE, es algo que se nos da bien: de hecho, casi todos los estudios han destacado la pareja formada por la Secretaría de Estado para la UE y la Representación Permanente de España en Bruselas como la responsable del éxito de nuestra política europea.

Se trata de entes únicos, donde funcionarios de todos los cuerpos de la Administración trabajan coordinadamente, dejando de lado las rivalidades. Sorprende por ello que en mitad de la Presidencia se plantee, a costa de la reducción de altos cargos, la fusión o supresión de esta Secretaría con otras del Ministerio de Exteriores. El Gobierno del Partido Popular cometió ese error entre 1996 y 2000, y tuvo que rectificar. Ahora, cuando muchos países se plantean que la coordinación de la política europea tenga rango de vicepresidencia, sea un ministerio en sí mismo o esté directamente bajo el primer ministro o presidente del gobierno, aquí volvemos a plantearnos un recorte que será mucho más costoso que cualquier beneficio que se pueda obtener. Hacia fuera, además, el mensaje no podría ser peor. ¿Plegando y cerrando el tenderete europeo?

Este artículo fue publicado en El País el 19 de abril de 2010.

The European Council on Foreign Relations does not take collective positions. ECFR publications only represent the views of their individual authors.

Author

Head, ECFR Madrid
Senior Policy Fellow

Subscribe to our weekly newsletter

We will store your email address and gather analytics on how you interact with our mailings. You can unsubscribe or opt-out at any time. Find out more in our privacy notice.